Antes de los años sesenta, madurez
y fuerza significaban guardarse para sí los dolores y la vulnerabilidad. Ahora, en
cambio, las definimos como la capacidad de la persona para mostrar a otra sus debilidades
interiores. Si bien la intención original de estos grupos de apoyo era ofrecer una experiencia
de actitud sustentadora y compasiva a la persona que estaba atravesando una
crisis, nadie esperaba que esto continuara hasta que la persona se hubiera
recuperado de la crisis. Simplemente pretendían ser como un bote salvavidas
para atravesar un río de transición.
Pero muy pocos miembros de estos
grupos han querido bajarse del bote cuando han llegado a la otra orilla. En su
lugar, han convertido una fase de transición en un estilo de vida a jornada completa. Una vez que han aprendido a hablar el lenguaje de la heridología, se
les hace dificilísimo renunciar a los privilegios que acompañan al estar herido
en nuestra cultura del cuarto chakra.
Sin un programa establecido para la
curación, corremos el peligro de hacernos adictos a lo que consideramos apoyo y
compasión; comenzamos a creer que necesitamos más y más tiempo para «procesar»
las heridas. Dado que se ve el vencimiento del plazo para este apoyo, los
miembros de estos grupos suelen aferrarse a él con una desesperación que más o
menos quiere decir: «Jamás me iré de aquí porque es el único lugar donde he
encontrado apoyo. En mi mundo ordinario no cuento con ningún apoyo; por lo
tanto, seguiré viviendo "en proceso" y entre personas que comprenden
lo que he sufrido.»
El problema de estos sistemas de
apoyo es la dificultad para decirle a una persona que ya ha recibido suficiente apoyo y
que necesita continuar con el asunto de vivir. En muchos sentidos este problema
refleja nuestra comprensión tergiversada de la compasión. La compasión, emoción
del cuarto chakra y una de las energías espirituales contenidas en la sefirá de
Tiféret, es la fuerza para respetar el sufrimiento de otra persona a la vez que
se devuelve el poder a la propia vida. Dado que durante mucho tiempo nuestra
cultura no ha dado tiempo para sanar el corazón, y ni siquiera reconocía la
necesidad de darlo, ahora compensamos excesivamente ese fallo no fijando ningún
límite de tiempo en torno a esa curación.
Nos hace falta crear un modelo de
relación íntima sana, que sea poderosa y esté capacitada, pero continúe siendo
vulnerable. En estos momentos definimos «sano» o «sanado» como lo contrario de
«necesitado»; por lo tanto, estar sano o sanado significa ser totalmente auto
suficiente, siempre positivo, siempre feliz, siempre seguro de sí mismo, y no
necesitar jamás a nadie. Con razón son pocas las personas que se consideran
«sanadas».
La curación es sencilla, pero no
fácil. Los pasos son pocos, pero exigen un gran esfuerzo.
Evalúe lo que necesita hacer para
perdonar a otros y, si es necesario, para perdonarse a sí mismo. Si necesita hablar con
alguien para cerrar el asunto, asegúrese de que no lleva el mensaje de
acusación escondido debajo de la manga. Si lo lleva, no está auténticamente dispuesto
a olvidar y pasar a otra cosa. SÍ necesita exponer sus pensamientos de cierre
en una carta, hágalo, pero asegúrese también en este caso de que su intención
es recuperar su espíritu atascado en el ayer, no enviar otro mensaje de rabia.
Invéntese una ceremonia
oficial en la cual llama a su espíritu para que vuelva del pasado y se libera de la
influencia negativa de todas sus heridas. Tanto si prefiere un rito como una
oración en privado, formule su mensaje de perdón de algún modo «oficial» para
establecer un nuevo comienzo.
Piense con amor.
Viva con aprecio y gratitud. Invite al cambio a que entre en su vida, aunque sólo sea con su
actitud. Y recuérdese continuamente el mensaje de todos los maestros
espirituales que valen: Mantenga su espíritu en el momento presente. En el
lenguaje de Jesús: «Deja a los muertos y tú sigue con tu vida.» Y como enseñaba
Buda: «Sólo existe el ahora.»
Lo curioso respecto a la curación
es que según con quien uno hable puede llegar a creer que, o bien no hay nada más fácil,
o bien no hay nada más complicado.
El cuarto chakra es el centro del
sistema energético humano. Todo lo que ocurre en nuestra vida y a su alrededor se
decide al calor de nuestro corazón. Todos tendremos experiencias que nos
«partirán el corazón» y lo dejarán abierto de par en par. Al margen de la forma
en que se nos parta el corazón, la elección será siempre la misma: ¿Qué voy a
hacer con este dolor? ¿Lo voy a utilizar como pretexto para dar más autoridad
al miedo, o puedo liberarme de la autoridad del mundo físico mediante un acto
de perdón? Esta pregunta, contenida en el cuarto chakra, se nos presentará una
y otra vez en la vida hasta que la respuesta que demos sea nuestra liberación.
ANATOMIA DEL ESPIRITU - La curación del cuerpo, llega a través del alma.
Caroline Myss