miércoles, 22 de febrero de 2017

Cuentos del Tibet - El poder de la observación

Todos los grandes maestros insisten en la necesidad de observar con atención y utilizar el entendimiento correcto. Pero hay que aplicarse a ello. El maestro tenía dos discípulos. Estos iban a viajar a su pueblo para visitar a sus parientes y luego, de nuevo, volver junto al maestro. Partieron al despuntar el día. De repente, se encontraron en el camino con las huellas de un elefante y uno de los discípulos dijo:
– Esta es la huella, amigo, de un elefante hembra, que está embarazada. Tendrá un elefante hembra. ¡Ah!, este animal es tuerto y, ¡qué curioso!, una mujer encinta de una niña cabalga sobre sus lomos.
– Pero ¿cómo puedes saber todo ello? -preguntó asombrado e incrédulo el compañero. – Por simple observación y deducción.
– No te creo.
– Corramos tras ellos y comprobémoslo, ¿te parece? Los dos discípulos se pusieron a correr y pudieron alcanzar al elefante, que sobre sus lomos llevaba una mujer.
Comprobaron que todos los datos a los que había hecho referencia uno de los discípulos eran exactos. El amigo se lamentó de este modo:
– No puedo creerlo. Me siento abochornado. Yo también he estudiado con el mismo mentor y no he deducido ninguno de los datos que tú captaste. Después de visitar a sus familias, los jóvenes regresaron junto al maestro. Le contaron lo sucedido. El maestro preguntó al discípulo que había deducido los datos ciertos sobre la mujer y el elefante cómo lo había hecho.
Repuso: – Querido maestro, no he hecho otra cosa que lo que tú me has enseñado. Eso ha sido todo. He observado muy atentamente y he aplicado el entendimiento correcto. Al observar el lugar donde el elefante había orinado, supe que se trataba de una hembra. Contemplando las hierbas de la parte derecha del camino y comprobando que habían sido aplastadas, deduje que el animal estaba tuerto del ojo derecho. Después me di cuenta de que el elefante se había detenido y que había orina en el camino de otra persona y deduje que era de una mujer que montaba al elefante y había bajado del mismo a hacer sus necesidades. Comprobé que el pie derecho de la mujer se afincaba sobre la tierra con mayor fuerza y me permitió deducir que estaba encinta de una niña. O sea, venerable maestro, he aplicado el arte de la observación.

EL SABIO DECLARA: MEDIANTE LA OBSERVACIÓN ATENTA SE DESENCADENA LA VISIÓN CLARA. LA VISIÓN CLARA CONDUCE AL ENTENDIMIENTO CORRECTO. EL ENTENDIMIENTO CORRECTO PERMITE TOMAR LAS COSAS COMO SON.

viernes, 17 de febrero de 2017

Cómo cuidar de quien amas (sin perderte a ti mismo)

Cuando estés sentado con
algún ser querido que amas y está sufriendo,
no pretendas ser invulnerable.
No pretendas ser fuerte.
Deja que tu corazón se rompa un poquito, o mucho.
Inclínate ante tu fragilidad, ante tu falta de respuestas.
Siente tu tristeza, tu miedo, tus frustraciones.
Y tu culpa. No eres un superhombre.
Es difícil ver a alguien que amas sintiendo dolor.
Independientemente de lo ‘evolucionado’ que estés, es difícil.
Ahora: Observa hacia dónde va tu atención.
¿Se escapa de tu cuerpo?
¿Estás reteniendo tu respiración?
¿Te estás ignorando u olvidando de ti mismo
en tu deseo de ‘ayudar’ o incluso ‘salvar’ al otro?
¿Estás abandonando tu precioso cuerpo
en tu anhelo de eliminar su dolor?
El universo no necesita dos sufrimientos.
Uno es más que suficiente.
Ofrece tu presencia ahora.
Tu corazón completamente abierto.
Tu escucha.
Llora con ellos.
Valida el lugar en el que se encuentran.
Pero recuerda, no es tu trabajo salvarlos,
arreglarlos, sanarlos,
eliminar su dolor.
Esto depende de Dios. Depende del Universo.
Tú no sabes lo que es mejor para ellos.
Podrías estar ofreciendo respuestas equivocadas.
Ellos están en su propio viaje.
Su viaje no es el tuyo.
(Esto no significa que seas egoísta.)
Tu trabajo es ser su amigo en este momento,
no su salvador.
Sé un reflejo de su propia presencia,
de su valentía, de su capacidad de soportar
hasta las energías más intensas.
Para poder cuidar de los demás
tienes que cuidar profundamente de ti,
tienes que cuidar significativamente de ti,
para que ese cuidado se desborde,
para que ese cuidado fluya hacia tu amigo,
incluso si él no está consciente de eso.
No te abandones
en nombre de la ‘compasión’.
Recorre tu camino ahora, no el de ellos.
Jeff Foster

domingo, 12 de febrero de 2017

La vida no tiene seguros… ( y 4ª, parte)

Deja que te cuente una anécdota.
Harvey Firestone, Thomas A. Edison, John Burroughs y Henry Ford se detuvieron en una gasolinera en su camino hacia Florida para pasar el invierno.
«Queremos bombillas para los faros», dijo Ford, «Y, por cierto, éste que está sentado en el coche es Thomas Edison y yo soy Henry Ford».
El encargado de la gasolinera ni siquiera levantó la cabeza, tan sólo escupió un poco de tabaco con obvio desdén.
«Y», dijo Ford, «nos gustaría comprar un neumático nuevo si es que los tienes Firestone. Y ese otro del coche es Harvey Firestone en persona».
El encargado siguió sin decir nada. Mientras estaba montando el neumático en la rueda, John Burroughs, con su larga barba, sacó su cabeza fuera de la ventanilla y le dijo, «¿Cómo estás forastero?»
Por fin el viejo encargado volvió a la vida. Echó una mirada a Burroughs y le dijo, «Si me dices que eres Papá Noel, maldito seré si no te rompo la cabeza con esta llave inglesa».
No podía creer que en el mismo coche fueran Harvey Firestone, Thomas A. Edison, John Burroughs y Henry Ford. Todos ellos eran amigos y solían viajar juntos.
Cuando te digo que vosotros sois dioses y diosas, no te lo crees porque has olvidado por completo quién es el que está viajando en tu interior, quién es el que está sentado en tu interior, quién es el que me está escuchando; quién es el que me está mirando. Te has olvidado por completo. Te han suministrado unas etiquetas desde el exterior y has confiado en esas etiquetas, en tu nombre, en tu religión, en tu país. ¡Toda mentira! No importa si eres un hindú o un cristiano o un musulmán si no te conoces a ti mismo. Esas etiquetas no tienen valor alguno a parte de servir para algo específico. ¿Qué importa si eres un hindú, o un cristiano, o un musulmán, o un indio, o un americano, o un chino? ¿Cómo va a importar, cómo te va a ayudar a conocer tu propio ser? Todo esto es irrelevante porque el ser no es ni indio, ni chino, ni americano, y el ser no es ni hindú, ni musulmán, ni cristiano. El ser es sencillamente puro «ser».
Al puro «ser» es a lo que llamo Dios. Puedes comprender tu propia divinidad interior si has comprendido lo que es la vida. En caso contrario, es que todavía no has sido capaz de decodificar la vida. Este es el mensaje. La vida entera está señalando la misma cosa, continuamente: que vosotros sois dioses. Una vez lo has comprendido, entonces la muerte deja de existir. Entonces has aprendido la lección. Entonces, al morir, los dioses regresan a su hogar.
La vida entera… tan sólo un aprendizaje de cómo regresar a casa, de cómo morir, de cómo desaparecer. Porque en el instante en que desapareces, Dios aparece en ti. Tu presencia es la ausencia de Dios. Tu ausencia es la presencia de Dios.

Marco Herrera 

miércoles, 8 de febrero de 2017

La vida no tiene seguros… (3ª, parte)

Oí de un hombre de negocios. Estaba caminando desde su oficina a un restaurante para almorzar cuando lo detuvo un desconocido que le dijo, «No creo que te acuerdes de mí, pero hace diez años llegué a esta ciudad sin un céntimo. Te pedí un préstamo y me disté veinte dólares porque dijiste que querías dar una oportunidad, a un hombre para que empezará su camino hacia el éxito».
Aquel hombre se lo pensó un rato y entonces le dijo, «Sí, recuerdo el incidente. Sigue con tu historia»:
«Bien», dijo el desconocido, «¿quieres seguir apostando?»
La vida te plantea la pregunta una y otra vez, «¿Quieres seguir apostando?» Nunca hay nada seguro. La vida no tiene seguros, es una pura apertura, una tremenda apertura, una caótica apertura. Puedes construirte una casa a tu alrededor, segura, pero entonces se convertirá en tu tumba. Vive con la vida. 
Y hemos estado haciendo esto de muchas formas. El matrimonio ha sido creado por el hombre; el amor es parte de la vida. Cuando creas el matrimonio en torno al amor, estás creando seguridad. Estás haciendo algo que no puede hacerse; el amor no puede ser “hecho” legal. Estás tratando de hacer lo imposible y si, en este esfuerzo, el amor muere, no tienes que sorprenderte. Te conviertes en un marido, tu amada se convierte en una esposa. Dejáis de ser dos personas que están vivas. Sois dos funcionarios. El marido tiene una determinada función, la esposa tiene una determinada función. Tienen ciertos deberes que realizar. Entonces la vida ha dejado de fluir, se ha congelado.
Observa a un esposo y a una esposa. Por lo general, siempre verás a dos personas congeladas, sentadas una junto a la otra, sin saber lo que están haciendo ahí, sin saber por qué están ahí sentadas. Puede que no tengan sitio alguno adónde ir.
Cuando ves amor entre dos personas, algo está fluyendo, moviéndose, cambiando. Cuando hay amor entre dos personas, viven en un aura, hay un constante compartir. Sus vibraciones se intercambian, están radiando su ser entre ellos. No hay paredes entre ellos, son dos y no son dos. Son también uno.
El marido y la esposa están tan lejos como es posible estarlo; incluso aunque estén sentados el uno junto al otro. El marido nunca escucha lo que la esposa le está diciendo. Hace tiempo que se ha vuelto sordo. La esposa nunca ve lo que le está sucediendo al marido. Se ha vuelto ciega para él. Ambos se dan por conocidos, se han convertido en cosas. Han dejado de ser personas porque las personas están siempre abiertas, las personas no tienen certezas, las personas están siempre cambiando. Ahora se tiene un papel fijo con el que cumplir. Murieron el día en que se casaron. Desde ese día dejaron de vivir.
No estoy diciendo que no te cases, pero recuerda que el amor es lo verdadero. Y si él muere, entonces el matrimonio pierde su valor.
Y lo mismo es válido para todo en la vida, para todo. O bien puedes vivir, y entonces tendrás que vivir con esta duda sin saber lo que va a suceder al momento siguiente, o puedes convertido en una certeza.

Hay gente que ha adquirido tal grado de certeza en todo, que nunca se sorprenden. Hay gente a la que nunca podrás sorprender. Y yo estoy aquí para entregarte un mensaje que es muy sorprendente; no lo vas a creer. Lo sé. No vas a poder creértelo, lo sé. Estoy aquí para decirte algo que es absolutamente increíble: que vosotros sois dioses y diosas. Lo habéis olvidado.

viernes, 3 de febrero de 2017

La vida no tiene seguros… (2ª, parte)

Para mí, así es como un hombre religioso debería ser. Un hombre religioso no es un cristiano, un hindú o un budista o un musulmán. Todos esos son sólo modos de conocimiento. Un cristiano dice, «Yo sé». Y su saber proviene de los dogmas cristianos. El hindú dice, «Yo también sé», y su saber proviene de los Vedas y de los Gitas y de sus dogmas. Y un hindú está en contra del cristiano porque afirma, «Si yo estoy en lo cierto, tú no puedes estarlo. Si tú estás en lo cierto, entonces yo me equivoco». De modo que surge una gran disputa y discusión y debates y conflictos innecesarios.
Un hombre religioso, un hombre verdaderamente religioso – no esa gente a la que llamas religiosa – es uno que dice, «yo no sé». Cuando dices, «Yo no sé», estás abierto, estás dispuesto a aprender. Cuando dices: «Yo no sé», no tienes prejuicios en favor de esto o en contra de lo otro, no posees creencias y no posees conocimiento alguno. Solamente posees consciencia. Dices, «Soy consciente y veré qué sucede. No acarrearé con ningún dogma del pasado». 

Esta es la actitud de un discípulo, la actitud de uno que desea aprender. Y disciplina quiere decir simplemente: aprender. Un discípulo quiere decir uno que aprende, uno que está dispuesto a aprender, y disciplina quiere decir aprendizaje. No estoy aquí parar impartirle dogmas, no te estoy impartiendo conocimiento alguno. Simplemente te estoy ayudando a ver lo que hay que ver. Vive tu vida a cualquier precio. Has de estar dispuesto a jugártela.