viernes, 29 de diciembre de 2017

LA SERPIENTE-DRAGÓN - Cuento Sufí

Un día, un cazador de serpientes salió de caza a las montañas. Pretendía capturar la mayor de las serpientes. Pues bien, una violenta tempestad de nieve se desencadenó en las alturas.
De pronto, nuestro cazador se quedó al acecho ante una enorme serpiente.
Buscaba una serpiente, pero acababa de encontrar un dragón. Presa de gran terror al principio, se dio cuenta enseguida de que el monstruo estaba entumecido por el frío. Decidió, pues, llevarlo al pueblo para que la población pudiese admirarlo.
Ya de vuelta en el pueblo, proclamó:
"¡Acabo de capturar un dragón! ¡Me ha dado mucho trabajo, pero, sin embargo, he conseguido matarlo!"
El cazador creía realmente muerta la serpiente, cuando sólo estaba adormecida por el frío. La multitud acudió para admirar el dragón mientras que el cazador contaba las peripecias imaginarias de esta captura. La gente, llena de curiosidad, no dejaba de agruparse y esperaba que el cazador alzase la manta bajo la cual había disimulado el animal. El cazador, por su parte, esperaba sacar un buen provecho de aquel público, pero el tiempo que pasaba y el calor acabaron por sacar a la serpiente de su sopor...
Cuando la multitud vio que aquella serpiente, supuestamente muerta, aún se movía, huyó gritando de horror. La gente se atropellaba para escapar más aprisa. En cuanto a la  serpiente, se tragó de un solo bocado al cazador triturándole los huesos.

Las privaciones transforman a una serpiente en un gusano. La abundancia transforma al mosquito en halcón. ¡Anda! Mejor deja al dragón sepultado en la nieve. No lo expongas al sol. Desconfía del sol del deseo porque puede transformar al búho en halcón.

miércoles, 27 de diciembre de 2017

EL SECRETO DEL PERRO - Cuento Sufí

Un día Medyun paseaba con su perro. Lo tomaba en brazos y lo acariciaba como un enamorado acaricia a su amada. Un hombre que pasaba por allí le dijo:
"¡Oh, Medyun! ¡Lo que haces es pura locura! ¿No sabes que la boca de un perro es sucia?"
Y se puso a enumerar todos los defectos de los perros. Medyun le dijo:
"¡No eres más que un idólatra de las formas! ¡Si vieses con mis ojos, sabrías que este perro es el secreto de Dios y la morada de Leila!"

domingo, 24 de diciembre de 2017

EL IDIOTA - Cuento Sufí

Un idiota encontró un día una cola de carnero. Todas las mañanas la utilizaba para engrasarse el bigote. Después iba a casa de sus amigos y les decía que volvía de una recepción en la que habían festejado y habían comido platos muy suculentos. Su vientre vacío maldecía su bigote, reluciente de grasa.
¡Oh, pobre! ¡Si no fueses tan embustero, quizá te invitaría a comer un hombre generoso!
Un día, mientras el estómago de nuestro idiota se quejaba ante Dios, un gato le robó la cola de carnero. El hijo del idiota intentó capturar al animal, pero en vano. Por temor a que su padre le regañara, se puso a llorar. Después, fue corriendo al lugar en el que su padre se reunía con sus amigos. Llegó en el mismo instante en que su padre contaba a los demás su imaginaria comida de la víspera. Le dijo:
"¡Papá! El gato se ha llevado la cola de carnero con la que te engrasas el bigote todas las mañanas. ¡He intentado perseguirlo, pero no he logrado atraparlo!"

Ante estas palabras, todos sus amigos se echaron a reír y lo invitaron a una comida, muy real esta vez. Y así, nuestro hombre, abandonando sus pretensiones, conoció el placer de ser sincero.

viernes, 22 de diciembre de 2017

LA CHARCA - Cuento Sufí

Un día, un halcón dijo a un pato:
"Ven a vivir en el prado. Aquí conocerás la felicidad. Deja tu charca y ven conmigo."
El pato respondió:

"¡Vete! ¡Para los de nuestra especie, el agua es el castillo de la alegría!" Para el pato de nuestro ego, Satanás es como el halcón. ¡Piénsatelo dos veces antes de dejar tu charca!

miércoles, 20 de diciembre de 2017

EL CIUDADANO Y EL CAMPESINO - Cuento Sufí

Un ciudadano era amigo de un campesino y, todos los años, durante dos o tres meses, le ofrecía hospitalidad. El campesino gozaba de su casa, de su almacén y de su mesa. Sus menores deseos eran satisfechos, antes incluso de ser expresados. Un día, el campesino, dijo al ciudadano:
"¡Oh, maestro! ¡Nunca me has visitado! Ven a mi casa con tu mujer y tus hijos pues pronto llegará la primavera y, en esa estación, los rosales y los árboles frutales están cubiertos de flores. Quédate en mi casa durante tres o cuatro meses para que tengamos también ocasión de servirte."
El ciudadano declinó la invitación, pero el campesino renovó este ofrecimiento durante ocho años sin que el ciudadano se desplazara. En cada una de sus visitas, el campesino reiteraba su invitación y, todas las veces, el ciudadano encontraba una excusa para zafarse. Como la cigüeña, el campesino venía a hacer su nido en la casa del ciudadano y éste gastaba todos sus bienes para no faltar a los deberes de la hospitalidad. En el curso de una de estas visitas, el campesino suplicó de nuevo al ciudadano:
"¡Hace ya diez años que me prometes venir! ¡En nombre de Dios, haz un esfuerzo esta vez!"
Los hijos del ciudadano dijeron a su padre:
"¡Oh, padre! Las nubes, la luna y las sombras viajan. ¿Por qué te niegas? No hay tensiones entre él y tú. ¡Ofrécele la ocasión de saldar la deuda que ha contraído contigo!"
Era su madre la que los había incitado a tomar así la palabra y el ciudadano les dijo:
"¡Oh, hijos míos! ¡Tenéis razón, pero los sabios dicen que hay que desconfiar de la calumnia de aquellos a los que se ha ayudado!"
A pesar de esto, las repetidas invitaciones del campesino acabaron por vencer la reticencia del ciudadano y, un día, después de haber hecho los preparativos y cargado el asno y el buey con lo necesario para el viaje, tomó el camino con su mujer y sus hijos.
Estos se decían:
"Vamos a comer fruta y a jugar en los prados. Tenemos allí un amigo que nos espera. A la vuelta, traeremos trigo y cebollas para el invierno."
Pero el ciudadano les dijo:
"¡No seáis aún tan imaginativos!"
Atravesaron las mesetas llenas de alegría. El sol quemaba su frente. Por la noche, se guiaban gracias a las estrellas. Al cabo de un mes, llegaron al pueblo del campesino en un estado de gran agotamiento. Se informaron para encontrar la casa de su amigo, pero, una vez que hubieron llegado a ella, éste se negó a abrirles la puerta. Durante cinco días, permanecieron así ante su casa, sofocados por el calor durante el día y transidos de frío por la noche. Pero ¡ay!, el hambre lleva al león a actuar como buitre y a comer carroña. Y cada vez que él veía al campesino salir de su casa, el ciudadano le decía:
"¿No me recuerdas?"
El campesino respondía:
"¡Seas bueno o malo, ignoro quién eres!
- ¡Oh, hermano mío! decía entonces el ciudadano, ¿has olvidado? ¡Tú vienes
a mi casa y comes a mi mesa desde hace años!"
El campesino respondía:
"¿Qué significan esas palabras insensatas? ¡No te conozco y ni siquiera sé cómo te llamas!"
Al cabo de unos días, empezaron las lluvias y esta espera se hizo insoportable. El ciudadano llamó a la puerta con todas sus fuerzas preguntando por el amo de la casa.
"¿Qué quieres?" le dijo este último.
El ciudadano respondió:
"Renuncio a todas mis pretensiones y abandono mis ilusiones sobre nuestra amistad. Sólo te pido una cosa. Está lloviendo. Así que, por esta noche al menos, ofrécenos un pequeño rincón de tu casa."
El campesino le dijo:
"Hay desde luego un sitio en que puedo alojaros, pero es el refugio en el que suele instalarse el guardián que nos protege de los lobos. ¡Si quieres hacer 
ese oficio por esta noche, puedes instalarte ahí!
- ¡Desde luego! dijo el ciudadano. Dame un arco y flechas y te garantizo que no dormiré. Me basta con que mis hijos estén protegidos del barro y de la lluvia."
La familia se amontonó, pues, en el refugio. El ciudadano, con su arco y sus flechas a mano, se decía:
"¡Oh, Dios mío! ¡Merecemos este castigo! ¡Pues nos hemos hecho amigos de un hombre indigno! ¡Más vale estar al servicio de un hombre sensato que aceptar los favores de un hombre cruel como éste!"
Los mosquitos y las pulgas laceraban su piel, pero el ciudadano no les prestaba atención, concentrado sólo en su tarea de guardián: tanto temía incurrir en los reproches del campesino.
A media noche, cuando estaba agotado, el ciudadano divisó una sombra que se movía. Se dijo:
"¡Ahí está el lobo!"
Y disparó una flecha. El animal, alcanzado, cayó a tierra ventoseando.
Inmediatamente, el campesino salió de su casa gritando:
"¡Qué horror! ¡Acabas de matar a la cría de mi burra!
- ¡No! dijo el ciudadano. ¡Era un lobo negro y su forma era desde luego la de un lobo!
- ¡No! dijo el campesino, ¡lo he reconocido por su manera de ventosear!
-Es imposible, dijo el ciudadano, está demasiado oscuro para ver algo. Ve a cerciorarte.
-Es inútil, dijo el campesino. Para mí está claro como la luz del día.
Demasiado bien he reconocido su manera de ventosear. ¡Lo reconocería así entre otros veinte!"
Ante aquellas palabras, el ciudadano se encolerizó y lo sujetó por el cuello:
"¡Oh, imbécil! ¿Qué significa esto? ¡En esta obscuridad, consigues reconocer al hijo de tu asna gracias al ruido de sus pedos, pero no me has reconocido a mí, que soy amigo tuyo desde hace más de diez años!"

domingo, 17 de diciembre de 2017

ELÍAS - Cuento Sufí

Erase un hombre que comía todas las noches golosinas invocando el nombre de Dios. Un día, Satanás le dijo:
"¡Hombre sin dignidad, cállate! ¿Hasta cuándo repetirás el nombre de Dios? ¡Ya ves que no te responde!"
Al hombre se le partió el corazón ante estas palabras y se durmió en ese estado de espíritu. Tuvo entonces un sueño y vio a Elías que le decía:
"¿Por qué has dejado de repetir el nombre de Dios?"
El hombre respondió:
"¡Porque no he tenido ninguna respuesta y he temido que me haya echado de su puerta!"
Elías dijo entonces:
Dios nos ha dicho: "Porque he aceptado tu plegaria es por lo que sigo manteniéndote en esta preocupación".
Tu temor y tu amor son pretextos para conservar tu intimidad con Dios. El solo hecho de que sigues rezando te anuncia que son aceptadas tus oraciones.

viernes, 15 de diciembre de 2017

LA BOCA DE MOISÉS - Cuento Sufí

Dios ordenó un día a Moisés:
"¡Oh, Moisés! ¡Que no haya pecado en tu boca cuando te dirijas a mí para
rezar!
- ¡Pero, Señor! ¡No poseo tal boca!"
Dios respondió:
"Entonces, reza por boca de algún otro. ¡Porque es imposible que cometas un pecado con una boca distinta de la tuya!"
¡Tú también, anda! ¡E intenta que, día y noche, haya bocas que recen en tu lugar!


lunes, 11 de diciembre de 2017

EL POZO DEL LEÓN - Cuento Sufí

Los animales vivían todos con el temor del león. Las grandes selvas y las vastas praderas les parecían demasiado pequeñas. Se pusieron de acuerdo y fueron a visitar al león. Le dijeron:
"Deja de perseguirnos. Cada día, uno de nosotros se sacrificará para servirte de alimento. Así, la hierba que comemos y el agua que bebemos no tendrán ya este amargor que les encontramos."
El león respondió:
"Si eso no es una astucia vuestra y cumplís esta promesa, entonces estoy perfectamente de acuerdo. Conozco demasiado las triquiñuelas de los hombres y el profeta dijo: "El fiel no repite dos veces el mismo error"."
"¡Oh, sabio! -dijeron los animales-, es inútil querer protegerse contra el destino. No saques tus garras contra él. ¡Ten paciencia y sométete a las decisiones de Dios para que Él te proteja!"
"Lo que decís es justo -dijo el león-, pero más vale actuar que tener paciencia, pues el profeta dijo: "¡Es preferible que uno ate su camello!»
Los animales:
"Las criaturas trabajan para el carnicero. No hay nada mejor que la sumisión. Mira el niño de pecho; para él, sus pies y sus manos no existen pues son los hombros de su padre los que lo sostienen. Pero cuando crece, es el vigor de sus pies el que lo obliga a tomarse el trabajo de caminar."
-Es verdad, reconoció el león, pero ¿por qué cojear cuando tenemos pies?
Si el dueño de la casa tiende el hacha a su servidor, éste comprende lo que debe hacer. Del mismo modo, Dios nos ha provisto de manos y de pies. Someterse antes de llegar a su lado, me parece una mala cosa. Pues dormir no aprovecha sino a la sombra de un árbol frutal. Así el viento hace caer la fruta necesaria.
Dormir en medio de un camino por el que pasan bandidos es peligroso. La paciencia no tiene valor sino una vez que se ha sembrado la semilla."
Los animales respondieron:
"Desde toda la eternidad, miles de hombres fracasan en sus empresas, pues, si una cosa no se decide en la eternidad, no puede realizarse. Ninguna precaución resulta útil si Dios no ha dado su consentimiento. Trabajar y adquirir bienes no debe ser una preocupación para las criaturas."
Así, cada una de las partes desarrolló sus ideas por medio de muchos argumentos, pero, finalmente, el zorro, la gacela, el conejo y el chacal lograron convencer al león.
Así pues, un animal se presentaba al león cada día y éste no tenía que preocuparse ya por la caza. Los animales respetaban su compromiso sin que fuese necesario obligarlos.
Cuando llegó el turno al conejo, éste se puso a lamentarse. Los demás animales le dijeron:
"Todos los demás han cumplido su palabra. A ti te toca. Ve lo más aprisa posible junto al león y no intentes trucos con él."
El conejo les dijo:
"¡Oh, amigos míos! Dadme un poco de tiempo para que mis artimañas os liberen de ese yugo. Eso saldréis ganando, vosotros y vuestros hijos."
-Dinos cuál es tu idea, dijeron los animales.
-Es una triquiñuela, dijo el conejo: cuando se habla ante un espejo, el vaho empaña la imagen."
Así que el conejo no se apresuró a ir al encuentro del león. Durante ese tiempo, el león rugía, lleno de impaciencia y de cólera. Se decía:
"¡Me han engañado con sus promesas! Por haberlos escuchado, me veo en camino de la ruina. Heme aquí herido por una espada de madera. Pero, a partir de hoy, ya no los escucharé."
Al caer la noche, el conejo fue a casa del león. Cuando lo vio llegar, el león, dominado por la cólera, era como una bola de fuego. Sin mostrar temor, el conejo se acercó a él, con gesto amargado y contrariado. Pues unas maneras tímidas hacen sospechar culpabilidad. El león le dijo:
"Yo he abatido a bueyes y a elefantes. ¿Cómo es que un conejo se atreve a provocarme?"
El conejo le dijo:
"Permíteme que te explique: he tenido muchas dificultades para llegar hasta aquí. Había salido incluso con un amigo. Pero, en el camino, hemos sido perseguidos por otro león. Nosotros le dijimos: "Somos servidores de un sultán". 
Pero él rugió: "¿Quién es ese sultán? ¿Es que hay otro sultán que no sea yo?" Le suplicamos mucho tiempo y, finalmente, se quedó con mi amigo, que era más hermoso y más gordo que yo. De modo que otro león se ha atravesado en nuestros acuerdos. Si deseas que mantengamos nuestras promesas, tienes que despejar el camino y destruir a este enemigo, pues no te tiene ningún temor."
- ¿Dónde está? dijo el león. ¡Vamos, muéstrame el camino!"
El conejo condujo al león hacia un pozo que había encontrado antes.
Cuando llegaron al borde del pozo, el conejo se quedó atrás. El león le dijo:
"¿Por qué te detienes? ¡Pasa delante!"
"Tengo miedo, dijo el conejo. ¡Mira qué pálida se ha puesto mi cara!"
- ¿De qué tienes miedo?" preguntó el león.
El conejo respondió:
"¡En ese pozo vive el otro león!"
-Adelántate, dijo el león. ¡Echa una ojeada sólo para verificar si está ahí!
-Nunca me atreveré, dijo el conejo, si no estoy protegido por tus brazos."
El león sujetó al conejo contra él y miró al pozo. Vio su reflejo y el del conejo. Tomando este reflejo por otro león y otro conejo, dejó al conejo a un lado y se tiró al pozo.
Esta es la suerte de los que escuchan las palabras de sus enemigos. El león tomó su reflejo por un enemigo y desenvainó contra sí mismo la espada de la muerte.

sábado, 9 de diciembre de 2017

EL LORO - Cuento Sufí

Un tendero poseía un loro cuya voz era agradable y su lenguaje divertido.
No sólo guardaba la tienda, sino que también distraía a la clientela con su parloteo. Pues hablaba como un ser humano y sabía cantar... como un loro.
Un día, el tendero lo dejó en la tienda y se fue a su casa. De pronto, el gato del tendero divisó un ratón y se lanzó bruscamente a perseguirlo. El loro se asustó tanto que perdió la razón. Se puso a volar por todos lados y acabó porderribar una botella de aceite de rosas.
A su vuelta, el tendero, advirtiendo el desorden que reinaba en su tienda y viendo la botella rota, fue presa de gran cólera. Comprendiendo que su loro erala causa de todo aquello, le asestó unos buenos golpes en la cabeza, haciéndole perder numerosas plumas. A consecuencia de este incidente, el loro dejó bruscamente de hablar.
El tendero quedó entonces muy apenado. Se arrancó el pelo y la barba.
Ofreció limosnas a los pobres para que su loro recobrase la palabra. Sus lágrimas no dejaron de correr durante tres días y tres noches. Se lamentaba diciendo:
"Una nube ha venido a oscurecer el sol de mi subsistencia."
Al tercer día, entró en la tienda un hombre calvo cuyo cráneo relucía como una escudilla. El loro, al verlo, exclamó:
"¡Oh, pobre desdichado! ¡Pobre cabeza herida! ¿De dónde te viene esa calvicie? ¡Pareces triste, como si hubieras derribado una botella de aceite de rosas!"
Y toda la clientela estalló en carcajadas.
Dos cañas se alimentan de la misma agua, pero una de ellas es caña de azúcar y la otra está vacía.
Dos insectos se alimentan de la misma flor, pero uno de ellos produce miel y el otro veneno.
Los que no reconocen a los hombres de Dios dicen: "Son hombres como nosotros: comen y duermen igual que nosotros."
Pero el agua dulce y el agua amarga, aunque tengan la misma apariencia, son muy diferentes para quien las ha probado.

jueves, 7 de diciembre de 2017

EL ORO DE LA LEÑA - Cuento Sufí

Un derviche vio un día en sueños una reunión de maestros, discípulos todos del profeta Elías. Les preguntó:
"¿Dónde puedo adquirir bienes sin que me cuesten nada?"
Los maestros lo condujeron entonces a la montaña y sacudieron las ramas de los árboles para hacer caer la fruta. Después, dijeron:
"Dios ha querido que nuestra sabiduría transforme estos frutos, que eran amargos, en aptos para el consumo. Cómelos. Se trata desde luego de una adquisición sin contrapartida." Al comer aquella fruta, el derviche sacó de ella tal sustancia que, al despertar, quedó pasmado de admiración.
"¡Oh, Señor! dijo, ofréceme, también a mí, un favor secreto."
Y, en el mismo instante, le fue retirada la palabra y su corazón quedó purificado.
"Aunque no hubiese otro favor en el paraíso, pensó, éste me basta y no quiero ninguno más."
Ahora bien, le quedaban dos monedas de oro que había cosido a sus vestiduras. Se dijo:
"Ya no las necesito puesto que, en adelante, tengo un alimento especial."
Y dio estas dos monedas a un pobre leñador pensando que esta limosna le permitiría subsistir durante algún tiempo. Pero el leñador iluminado por la luz divina había leído en sus pensamientos y le dijo:
"¿Cómo puedes esperar encontrar tu subsistencia si no es Dios quien te la procura?"
El derviche no comprendió exactamente lo que quería decir el leñador, pero su corazón quedó entristecido por estos reproches. El leñador se le acercó y depositó en el suelo el haz de leña que llevaba al hombro. Después dijo:
"¡Oh, Señor! En nombre de tus servidores cuyos deseos escuchas ¡transforma esta leña en oro!"
Y, al instante, el derviche vio todos los troncos brillar como el sol. Cayó al suelo sin conocimiento.
Cuando volvió en sí, el leñador dijo:
"¡Oh, Señor! En nombre de los que empañan tu fama, en nombre de los que sufren, ¡transforma este oro en leña!"
Y el oro volvió al estado de leña. El leñador volvió a echarse el haz al hombro y tomó el camino de la ciudad. El derviche quiso correr tras él para obtener la explicación de este misterio, pero su estado de admiración, así como su temor ante la estatura del leñador lo disuadieron de ello.

¡No formes parte de esos tontos que dan media vuelta una vez que han adquirido intimidad con el sultán!

martes, 5 de diciembre de 2017

LA CALDERA DE ESTE MUNDO - Cuento Sufí

Los deseos de este mundo son como una caldera y los temores de aquí abajo son como un baño. Los hombres piadosos viven por encima de la caldera en la indigencia y en la alegría. Los ricos son los que aportan excrementos para alimentar el fuego de la caldera, de modo que el baño esté bien caliente. Dios les ha dado la avidez.
Pero abandona tú la caldera y entra en el baño. Se reconoce a los del baño
por su cara, que es pura. Pero el polvo, el humo y la suciedad son los signos de los que prefieren la caldera.
Si allí no ves suficientemente bien como para reconocerlos por su rostro,
reconócelos por el olor. Los que trabajan en la caldera se dicen: "Hoy, he traído veinte sacos de boñiga de vaca para alimentar la caldera."
Estos excrementos alimentan un fuego destinado al hombre puro y el oro es como esos excrementos.

El que pasa su vida en la caldera no conoce el olor del almizcle. Y si, por azar, lo percibe, se pone enfermo.

viernes, 1 de diciembre de 2017

LA INCITADORA - Cuento Sufí

Un día, un sufí volvió a su casa de improviso. Ahora bien, su mujer recibía a un extranjero, procurando incitarlo. El sufí llamó a la puerta. No era su costumbre abandonar la tienda y regresar tan pronto a la casa, pero, dominado por un presentimiento, había decidido regresar ese día por sorpresa. La mujer por su parte estaba muy segura de que su marido no volvería tan pronto. Dios pone un velo sobre tus pecados para que un día te avergüences de ellos. Pero ¿quién puede decir hasta cuándo dura este privilegio? En la morada del sufí no había escondrijo alguno ni otra salida que la puerta principal. Ni siquiera había una manta bajo la cual habría podido ocultarse el extranjero. Como último recurso, la mujer vistió al extranjero con un velo para disfrazarlo de mujer. Después abrió la puerta. El extranjero con su disfraz parecía un camello en una escalera. El sufí preguntó a su mujer:
"¿Quién es esta persona con la cara velada?"
La mujer respondió:
"Es una mujer conocida en la ciudad por su piedad y su riqueza."
"¿Hay algún favor que podamos hacerle?" - preguntó el sufí.
La mujer dijo:
"Quiere emparentar con nosotros. Tiene un carácter noble y puro. Venía a ver a nuestra hija, que, desgraciadamente, está en la escuela. Pero esta señora me lo ha dicho: "¡Sea o no hermosa, quiero tenerla como nuera!" pues tiene un
hijo incomparable por su belleza, su inteligencia y su carácter."
El sufí dijo entonces:
"Somos gente pobre y esta mujer es rica. Semejante matrimonio sería como una puerta hecha mitad de madera y mitad de marfil. Ahora bien, un vestido hecho a medias de seda y de paño avergüenza a quien lo lleva."
"Es justamente lo que acabo de explicarle -dijo la mujer- pero me ha respondido que no le interesan los bienes ni la nobleza. No ambiciona acumular bienes en este bajo mundo. ¡Todo lo que desea es tratar con gente honrada!"
El sufí invocó otros argumentos, pero su mujer afirmó haberlos expuesto ya
a su visitante. A creerla, aquella señora no tomaba en cuenta su pobreza, aunque ésta fuese extremada. Finalmente, dijo a su marido:
"Lo que busca en nosotros es la honradez."
El sufí añadió:
"¿No ve nuestra casa, tan pequeña que no podría esconderse en ella ni una
aguja? En cuanto a nuestra dignidad y nuestra honradez, es imposible ocultarlas pues todo el mundo está al corriente. ¡Tiene, pues, que suponer que nuestra hija no tiene dote!"
Te cuento esta historia para que dejes de argumentar. Pues nosotros conocemos tus vergonzosas actividades. Tu creencia y tu fe se parecen, hasta
confundir a cualquiera, a los discursos de esta mujer. Eres un mentiroso y un
traidor como la mujer de este sufí. Te avergüenzas incluso ante gente que no

tiene rostro limpio. ¿Por qué no habrías de avergonzarte, por una vez, ante Dios?

miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA QUEJA- Cuento Sufí

Un día, la mujer de un pobre beduino dijo agriamente a su marido:
"padecemos sin cesar pobreza y necesidad. La pena es nuestro legado,
mientras que el placer es el de los demás. No tenemos agua, sino sólo lágrimas.
La luz del sol es nuestro único vestido y el cielo nos sirve de edredón. A veces
llego a tomar la luna llena por un trozo de pan. Incluso los pobres se avergüenzan ante nuestra pobreza. Cuando tenemos invitados, siento deseos de robarles sus vestidos mientras duermen."
Su marido le respondió:
"¿Hasta cuándo vas a seguir quejándote? Ya ha pasado más de la mitad de
tu vida. La gente sensata no se preocupa de la necesidad ni de la riqueza, pues
ambas pasan como el río. En este universo, hay muchas criaturas que viven sin
preocuparse por su subsistencia. El mosquito, como el elefante, forma parte de la familia de Dios. Todo eso no es más que preocupación inútil. Eres mi mujer y
una pareja debe estar conjuntada. Puesto que yo estoy satisfecho, ¿por qué estás tú tan quejosa?"
La mujer se puso a gritar:
"¡Oh, tú, que pretendes ser honrado! Tus idioteces ya no me impresionan.
No eres más que pretensión. ¿Vas a seguir mucho tiempo profiriendo tales
insensateces? Mírate: la pretensión es algo feo, pero en un pobre es aún peor. Tu casa parece una tela de araña. Mientras sigas cazando mosquitos en la tela de tu pobreza, nunca serás admitido cerca del sultán y de los beyes."
El hombre replicó:
"Los bienes son como un sombrero en la cabeza. Sólo los calvos lo
necesitan. ¡Pero los que tienen un hermoso pelo rizado pueden muy bien
prescindir de él!"
Viendo que su marido se encolerizaba, la mujer se puso a llorar, pues las
lágrimas son las mejores redes femeninas. Empezó a hablarle con modestia:
"Yo no soy tu mujer; no soy más que la tierra bajo tus pies. Todo lo que
tengo, es decir, mi alma y mi cuerpo, todo te pertenece. Si he perdido la
paciencia sobre nuestra pobreza, si me lamento, no creas que es por mí. ¡Es por ti!”
Aunque, aparentemente, los hombres vencen a las mujeres, en realidad,
son ellos, sin duda alguna, los vencidos. Es como con el agua y el fuego, pues el fuego acaba siempre por evaporar el agua."
Al oír estas palabras, el marido se excusó ante su mujer y dijo:
"Renuncio a contradecirte. Dime qué quieres."
La mujer le dijo:
"Acaba de amanecer un nuevo sol. Es el califa de la ciudad de Bagdad.
Gracias a él, esta ciudad se ha convertido en un lugar primaveral. Si llegaras
hasta él, es posible que, también tú, te convirtieras en sultán."
El beduino exclamó:
"pero ¿con qué pretexto podría yo presentarme ante el califa? ¡No puede
hacerse una obra de arte sin herramientas!"
Su mujer le dijo:
"Sabe que las herramientas son signo de presunción. En esto, sólo necesitas
tu modestia."
El beduino dijo:
"Necesito algo para atestiguar mi pobreza, pues las palabras no bastan."
La mujer:
"Aquí tienes una cántara llena con agua del pozo. Es todo nuestro tesoro.
Tómala y ve a ofrecerla al sultán, y dile que no posees otra cosa. Dile, además
que puede recibir muchos regalos, pero que esta agua, por su pureza, le
reconfortará el alma."
El beduino quedó seducido por esta idea:
"¡Un regalo así, ningún otro puede ofrecerlo!"
Su mujer que no conocía la ciudad ignoraba que el Tíber pasaba ante el
palacio del sultán. El beduino dijo a su mujer:
"¡Tapa esta cántara para que el sultán rompa su ayuno con esta agua!"
Y acompañado por las plegarias de su mujer, el hombre llegó sano y salvo a
la ciudad del califa. Vio a muchos indigentes que recibían los favores del sultán.
Se presentó en el palacio. Los servidores del sultán le preguntaron si había
tenido un buen viaje y el beduino explicó que era muy pobre y que había hecho
aquel viaje con la esperanza de obtener los favores del sultán. Lo admitieron,
pues, en la corte del califa y llevó la cántara ante este último.
Cuando lo hubo escuchado, el califa ordenó que llenasen de oro su cántara.
Hizo que le entregaran preciosos vestidos. Después pidió a un servidor suyo que lo condujese a la orilla del Tíber y lo embarcase en un navío.
"Este hombre, dijo, ha viajado por la ruta del desierto. Por el río, el camino
de vuelta será más corto."
Pues, aun cuando poseía un océano, el sultán aceptó unas gotas de agua
para transformarlas en oro.
El que advierte un arroyuelo del océano de la verdad, debe primero romper

su cántara.