sábado, 27 de agosto de 2022

Cuentos de la India - Punchkin (9)

El joven, dando las gracias por el consejo, siguió su camino hacia el palacio del mago. Cuando estuvo ante la puerta del edificio se puso a jugar con el loro. Punchkin le vio desde una ventana y bajó enseguida a su encuentro.

- Muchacho -le dijo- ¿de dónde has sacado ese pájaro tan hermoso? Te pido por favor que me lo regales.

- De ninguna manera -replicó el príncipe. - Se trata de un amuleto. Lo he tenido en mi poder durante largos años y me ha traído mucha suerte.

- Si es así dime el precio que pides por él.

- No deseo venderlo.

- Puedes pedir cuánto dinero quieras. Por mucho que sea lo tendrás. Y si deseas otra cosa pídela también.

- Perfectamente -sonrió el príncipe. - Sólo quiero que devuelvas a su primitiva forma a los hombres y mujeres que convertiste en rocas y árboles.

El mago murmuró unas palabras, al mismo tiempo que movía la mano derecha. Al momento los árboles transformáronse en elegantes damas y caballeros.

- Dame el loro -suplicó Punchkin cuando hubo cumplido su promesa.

- Enseguida -replicó el joven- pero antes quiero tomar una precaución, pues serías muy capaz de convertir de nuevo en objetos sin vida a las personas que acaban de resucitar.

Y antes de que el mago tuviera tiempo de impedirlo, el príncipe cortó las uñas de la pata derecha del loro.

Punchkin rodó por el suelo sin sentido, tan fuerte fue la conmoción por él recibida al quedar privado de su poder mágico. Antes de que volviera en sí, la caravana de los miles de príncipes y caballeros, con Balna y su marido a la cabeza, estaban ya lejos del valle, en el cual sólo quedaba el palacio del

antiguo mago.

jueves, 25 de agosto de 2022

PENSAMIENTOS MARCO AURELIO

Sé cómo un promontorio contra el cual vienen a estrellarse continuamente las olas del mar: siempre inmóvil, a su alrededor la furia se hace impotente. «Soy desdichado –dices– porque me ha ocurrido tal accidente». Di, pues, al contrario: «me considero feliz porque, a pesar de este accidente, no experimento el menor contratiempo ni estoy agobiado por el presente ni atemorizado por el porvenir». Lo mismo hubiera podido sucederle a otro cualquiera y quizá no hubiese mostrado semejante resignación.

¿Por qué ha de ser, entonces, una desgracia este accidente, más bien que un acontecimiento feliz? ¿Acaso llamas desgracia para el hombre a lo que no puede impedirle conseguir el fin que debe proponerse? ¿Crees, por ventura, que no puede obtenerlo debido a un acontecimiento que no se halla en contradicción con los propósitos de la Naturaleza acerca de su destino? ¿Y cuáles son estos propósitos? Sin duda, debes conocerlos. Lo que acaba de suceder, ¿te impide, quizá, el ser justo, magnánimo, sobrio, razonable, sereno en tus juicios, modesto, libre y tener, en fin, todas aquellas virtudes que permiten a la naturaleza del individuo conseguir su objetivo? Desde ahora en adelante, siempre que algún acontecimiento te cause pesadumbre ten presente esta máxima: «Sufrir percances no es una desgracia; en cambio, soportarlos con valor es una virtud meritoria».

martes, 23 de agosto de 2022

PENSAMIENTOS MARCO AURELIO


Calcula sin cesar cuántos son los médicos que han muerto después de haber fruncido el ceño tantas veces a la cabecera de sus enfermos; cuántos astrólogos que habían predicho con énfasis la muerte de otros individuos; cuantos filósofos que habían pregonado una infinidad de sistemas acerca de la muerte y de la inmortalidad; cuántos guerreros célebres que habían inmolado a millares de enemigos; cuantos tiranos que

habían abusado con terrible ferocidad del derecho de vida y de muerte sobre sus vasallos, como si ellos mismos hubiesen sido inmortales; en fin, ciudades enteras, tales como Hélite, Herculano, Pompeya y otras muchas han muerto, por decirlo así. Echa luego una mirada sobre todos los que tú mismo has conocido y verás que el uno está ya en la tumba, el otro ha sido llevado a la hoguera fúnebre por un tercero, este lo ha sido a

su vez por un tal otro, y todo esto sucesivamente y en un espacio de tiempo relativamente corto. En una palabra: no pierdas nunca de vista la fragilidad y la inconsistencia de

las cosas humanas. El hombre era ayer un simple germen; mañana será una momia, o menos aún, ceniza. Pasemos, pues, este corto instante de la vida conforme a nuestra naturaleza; sometámonos voluntariamente a nuestra destrucción como la aceituna madura que, al caer, parece que bendice la tierra que la ha producido y da gracias al árbol que la ha llevado.

sábado, 20 de agosto de 2022

PENSAMIENTOS MARCO AURELIO

No olvides nunca estas palabras de Heráclito: «La muerte de la tierra será convertirse en agua; la del agua, en volverse aire; la del aire, en tornarse en fuego, y recíprocamente». Acuérdate también del viajero que ignora dónde acaba el camino que ha emprendido. Y aun de lo siguiente: «por asiduas que sean sus relaciones con la razón que gobierna el todo, no pueden entenderse con ella; aquello de lo que diariamente son testigos, continuamente les parece extraño». No olvides tampoco «que no se debe obrar ni hablar como si estuviéramos durmiendo», porque cuando dormimos nos hacemos también la ilusión de obrar y de hablar; y, en fin, ten presente que no es preciso adoptar al pie de la letra las opiniones de nuestros antepasados, ni repetir como una criatura:

«Así nos lo han enseñado nuestros padres».

jueves, 18 de agosto de 2022

PENSAMIENTOS MARCO AURELIO

Los hechos posteriores tienen siempre con los antecedentes determinada afinidad. No son una continuación de nombres cuyo valor fuese necesariamente respectivo e independiente; es un encadenamiento lógico, y de igual modo que todos los seres han sido clasificados por orden para formar un conjunto armonioso, así mismo los que nacen después no presentan una simple relación, sino una afinidad admirable.


martes, 16 de agosto de 2022

Cuentos de la India - El puchero roto

Vivía en cierto lugar un bracmán cuyo nombre era Savarakipana, que significa: nacido para ser pobre. Aquel día recibió una gran cantidad de arroz y cuando hubo terminado de cenar, aún le quedó para el día siguiente. Para que no se estropease lo guardó en un puchero que colgó de un clavo en la pared, encima de su cama.

Al acostarse, el bracmán no podía apartar el pensamiento del puchero de arroz.

- Si ahora reinase el hambre en el país -se dijo, de ese puchero de arroz sacaría lo menos cien rupias, con las cuales podría comprar una pareja de cabras, macho y hembra. Cada seis meses tendría cabritillas y, en unos años tendría un gran rebaño. Vendiendo las cabritillas, sacaría bastante dinero para comprar un buey y una vaca. Con el importe de los ternerillos

que tuviesen, me compraría unos cebús. Con las crías de los cebús compraría una pareja de caballos, y con lo que me diesen por los potros sería pronto rico. En cuanto fuese rico me compraría una casa bien grande a la que iría a visitar el gobernador, quien, encantado de lo hermosa que sería, me concedería la mano de su hija, dotándola regiamente. Al poco

tiempo de casados tendríamos un hijo que se llamaría Somasarman.

Cuando fuese lo bastante grande para poderle columpiar sobre mis rodillas lo tomaría...

En aquel momento, el bracmán levantó una pierna y tiró el puchero, cuyo contenido cayó sobre él, quedando cubierto de arroz de pies a cabeza.

Así, a orillas del Sagrado Ganghes los sacerdotes dicen a sus fieles oyentes:

- Quien hace locos planes para el futuro, quedará cubierto de arroz como Savarakipana.

jueves, 11 de agosto de 2022

Cuentos de la India - Punchkin (8)

Balna comunicó a su hijo lo que Punchkin le había dicho, perosuplicándole al mismo tiempo que abandonase toda idea de apoderarse del loro.

- Mamá -replicó el joven. - Es necesario que me apodere de él, pues de lo contrario tú, mi padre y mis tíos seguiréis prisioneros. No tengas miedo, pues volveré pronto. Entretanto, ve aplazando el casamiento con pretextos.

En cuanto se hubo equipado convenientemente, el príncipe partió hacia la selva virgen. Muchas leguas recorrieron hasta que, al fin, echóse a dormir bajo un frondoso árbol. Despertóle un fuerte roce, y al mirar a su alrededor, descubrió una enorme serpiente que se encaramaba por el tronco hacia un nido de aguiluchos.

Al ver el peligro que corrían los dos pájaros que, en aquellos momentos ocupaban el nido, el príncipe sacó su espada y de un tajo mató al reptil.

En el mismo instante oyóse un batir de alas. Eran los padres de los aguiluchos, que regresaban a su casa. Al ver muerta a la serpiente y al príncipe con la espada desenvainada, las dos águilas comprendieron lo que había ocurrido. La madre, dirigiéndose al joven, le dijo:

- Durante muchos años nuestros pequeños han sido devorados por esa cruel serpiente. Tú la has matado y con ello salvas a cuantos hijitos podamos tener de ahora en adelante. Si algún día nos necesitas, no tienes más que llamarnos y acudiremos en tu ayuda. En cuanto a los aguiluchos, tómalos como servidores.

El príncipe agradeció el regalo. Entretanto, las dos pequeñas aves, abandonaron el nido, y cruzando las alas, formaron un asiento para el príncipe. Este lo ocupó, siendo enseguida transportado por los aires hasta el claro de la selva. Allí pudo ver los seis recipientes de agua. Era mediodía y hacía un calor sofocante. Alrededor del claro veíanse numerosos genios dormitando.

Cruzar a través de ellos hubiera sido una locura, pero gracias a los aguiluchos, el príncipe pudo descender silenciosamente. Derribando los recipientes, cogió la jaula del loro. Después, sentándose en las alas sus amigos, huyó de allí en el momento en que los genios despertados por el ruido lanzaban lastimeros alaridos.

Los aguiluchos condujeron al príncipe hasta el árbol donde vivían las dos águilas, a quienes dijo el joven:

- Os devuelvo a vuestros hijos, que me han sido muy útiles. Si alguna vez os necesito para algo, os llamaré.

- Hazlo así -contestó la hembra. - Ahora, antes de que te vayas, quiero decirte una cosa: de la vida del loro que llevas en esa jaula depende la del mago Punchkin, pero si quieres inutilizar su poder, no tienes más que cortarle las uñas de la pata derecha. De esa forma no tendrás que temer nada de él y te ahorrarás la necesidad de matarle.

domingo, 7 de agosto de 2022

Cuentos de la India - Punchkin (7)

 - No temas -dijo. - Lo que ante todo hay que hacer es descubrir la verdadera fuerza del mago, pues deseo libertar también a mi padre y mis tíos a quienes tiene convertidos en piedras y árboles. Durante tu cautiverio te has mostrado esquiva con el brujo. Pues bien, ahora haz ver que ya no le odias. Dile que, como has perdido la esperanza de volver a ver a tumarido, consientes en casarte con él. Haz lo posible por enterarte de si es inmortal o no.

Balna decidió seguir el consejo de su hijo. Al día siguiente, hizo llamar a Punchkin y le habló en la forma indicada por el príncipe.

El brujo, entusiasmado por aquella noticia, le suplicó que se casara con él lo más pronto posible.

La princesa dijo que antes era conveniente que ambos tratasen, a fin de ir cobrando confianza, pues, después de tantos años de ser enemigos, la amistad debía llegar poco a poco.

- Y decidme - añadió. - ¿Sois realmente inmortal? ¿Os respetará siempre la muerte?

- ¿Por qué me preguntáis eso?

- Porque, habiendo decidido ser vuestra esposa, deseo estar enterada de todo cuanto pueda ser de importancia para vos, así evitaré los males que pudieran atacaros.

Satisfecho con esta contestación, el brujo dijo:

- En verdad no soy como los demás. Lejos, muy lejos, en plena selva virgen, hay un claro rodeado de altas palmeras. En él se encuentran seis recipientes llenos de agua, colocados uno encima de otro. Debajo de esos recipientes hay una jaula con un loro verde. De la vida de ese animal depende la mía. Si muriese, yo moriría también. Sin embargo, es muy improbable que lo maten pues, aparte que el lugar es inaccesible, está defendido por una legión de genios que asesinan a todo el que consigue

acercarse allí.

viernes, 5 de agosto de 2022

Cuentos de la India - Punchkin (6)

Por fin, un día, después de recorrer un sin fin de leguas, llegó a una extraña selva, llena de grandes piedras y añosos árboles, en el centro de la cual se levantaba un enorme palacio con una torre altísima. No lejos del edificio elevábase la mísera cabaña de un leñador.

Mientras observaba el lugar, el príncipe fue visto por la mujer del leñador, quien, saliendo de la choza, le preguntó:

- ¿Quién eres, hijo mío, y por qué te atreves a venir solo a un lugar tan peligroso como éste?

- Soy el hijo de un Rajá -contestó el muchacho. He venido en busca de mis padres, que perdí hace mucho tiempo.

- Ese palacio y este país pertenecen a un poderoso mago -replicó la buena mujer, - y si alguien le disgusta lo transforma enseguida en piedra o árbol.

Todos los árboles y rocas que aquí ves son hombres y mujeres

encantados. Hace años vino el hijo de un rey y fue transformado en piedra, y lo mismo les ocurrió a sus seis hermanos, que llegaron a los pocos días.

Además, en la torre del palacio vive una hermosa princesa, prisionera del brujo porque no accede a casarse con él.

Al oír esto, el joven se dijo que, sin duda, aquella princesa era su madre.

Entonces explicó su historia a la bondadosa esposa del leñador, pidiéndole permiso para hospedarse en su casa a fin de llevar a cabo las investigaciones necesarias para volver a la vida a sus tíos y rescatar a su madre.

Ella accedió a la petición del príncipe, pero le aconsejó que se disfrazase de

mujer para que el mago no sospechase nada. El príncipe estuvo de

acuerdo y vistió un sari que le prestó su protectora. Después convinieron

que, en adelante, pasaría por su hija.

Un día, el brujo, que paseaba por su jardín, pudo ver a la que él creyó linda joven y le preguntó que quién era. El príncipe contestó con fingida voz que era la hija del leñador.

- Eres muy simpática -dijo el mago. - Alguna vez llevarás un ramo de flores a la hermosa señora que vive en la torre.

El joven sintió una enorme alegría al oír estas palabras, y enseguida, corrió a la cabaña de su protectora a contarle lo ocurrido. La buena mujer le aconsejó que conservase su disfraz y confiara en la suerte que sin duda le prestaría una oportunidad para hablar con su madre.

Al nacer el príncipe, Balna habíale regalado un anillo de oro, y el anillo, agrandado convenientemente por sus hermanas las princesas, seguía adornando el dedo meñique del joven. La mujer del leñador le dijo que si tenía ocasión de quedarse a solas con la cautiva le mostrase la sortija para que ella le reconociera. Esto no dejaba de tener sus dificultades, pues el

mago ejercía sobre la princesa una fuerte vigilancia a fin de que no pudiera comunicarse con el exterior.

Por fin un día se presentó la ansiada oportunidad y el joven entregó a su madre el anillo entre el ramo de flores. Al ver la joya, la princesa tuvo una gran alegría, sobre todo cuando la que ella creía una muchacha se transformó en su hijo, a quien ya no esperaba volver a contemplar. Con voz entrecortada por la emoción, la princesa Balna contó al joven su terrible cautiverio, y la imposibilidad de salir de él.

Pero el príncipe era muy valiente y no se desanimaba por las

contrariedades.

miércoles, 3 de agosto de 2022

Cuentos de la India - Punchkin (5)

Poco tiempo después de este triste suceso, mientras Balna mecía la cuna de su hijito y sus hermanas trabajaban en las habitaciones inferiores, un hombre santo fue a pedir limosna a las puertas del palacio.

- No puedes entrar -le dijeron los criados. - Los hijos del Rajá han partido todos y creemos que deben de haber muerto. Por ello no se puede interrumpir el dolor de las esposas.

El faquir no hizo caso de la prohibición y replicó:

- Soy un hombre santo y debéis dejarme el paso libre.

Los estúpidos criados no opusieron ya la menor resistencia, sin darse cuenta de que, en vez de un santo faquir, era un brujo llamado Punchkin.

Tras mucho vagar por el palacio, Punchkin llegó a la habitación donde Balna mecía a su hijito.

La princesa gustó al brujo mucho más que las otras cosas hermosas que había visto en el palacio, y sin vacilar un momento, le pidió que accediera a ser su esposa.

Sin embargo, la princesa movió negativamente la cabeza y replicó:

- Mucho temo que mi marido haya muerto, pero mi hijo es aún muy pequeño y quiero enseñarle a ser un hombre de bien. Por ello no deseo casarme otra vez.

El mago, al oír estas palabras se enfureció mucho, y murmurando unos encantamientos, la convirtió en un perrito que cogió en brazos diciendo:

- Ya que no quieres venir conmigo de grado, te llevaré por fuerza.

Y así la pobre princesa fue sacada de palacio sin siquiera poder enterar a sus hermanas de su triste suerte.

Cuando Punchkin iba a salir, los guardias le preguntaron:

- ¿De dónde has sacado ese perrillo tan mono?

- Me lo ha regalado una de las princesas -contestó el brujo.

Convencidos por estas palabras, los servidores no opusieron ningún reparo a que saliese.

Al cabo de un rato, las seis restantes hermanas oyeron el llanto de su sobrinito. Cuando al entrar en su habitación vieron que estaba solo, quedaron muy sorprendidas. La sorpresa aumentó al no encontrar a Balna por ninguna de las dependencias de palacio. Por fin interrogaron a los criados, y al enterarse de la visita del faquir y de su salida acompañado de un perrillo, sospecharon lo ocurrido. Sin pérdida de tiempo enviaron

numerosas fuerzas en busca del falso santón y del perro, más los soldados regresaron sin haber hallado el menor rastro.

¿Qué podían hacer seis pobres mujeres? Nada. Comprendiéndolo, las princesas, perdida toda esperanza de volver a ver a su hermana y esposos, dedicaron sus cuidados a la educación de su sobrinito.

Cuando éste tuvo catorce años, sus tías le explicaron la historia de la familia. Apenas la oyó, el muchacho sintióse poseído de tan gran deseo de partir en busca de sus padres y tíos para devolverlos a su casa, que, desde aquel momento, no pensó en otra cosa. Alarmadas por estas intenciones, las princesas trataron de disuadirle diciendo:

- Hemos perdido a nuestros maridos y a nuestra hermana. Tú eres nuestro único consuelo. ¿Qué será de nosotras sin ti?

- No os desaniméis -contestó el muchacho. - Volveré pronto y, si es posible, traeré conmigo a mis padres y tíos.

Al día siguiente partió a caballo y durante varios meses buscó en vano el rastro de sus familiares.