viernes, 31 de julio de 2020

Pensamientos del corazón - LOUISE L. HAY


Me expreso positivamente
En general, si tenemos un accidente y resultamos heridos, eso quiere decir que en un nivel profundo nos sentimos culpables y tal vez necesitemos alguna clase de castigo. Podemos guardar muchísima hostilidad reprimida, y el sentimiento de que no tenemos el derecho de hacernos valer. Si somos nosotros quienes herimos a alguien, muchas veces se trata de la expresión de un enojo reprimido. Siempre sucede «algo más» en nuestro interior. Un accidente es algo más que un accidente.
Cuando tengas alguno, mírate por dentro para ver cómo estás, y después bendice con amor a las demás personas involucradas y libérate por completo de la experiencia.

Adondequiera que vayas y con quienquiera que te encuentres, allí hallarás a tu propio amor esperándote.


miércoles, 29 de julio de 2020

Cuentos Sufís - ALMUÉDANO


Había una vez un almuédano cuya voz era muy estridente. Tenía como tarea llamar a los fieles a la oración, pero, cada vez que empezaba a cantar, le decían:
"¡Por piedad! ¡Detente, pues tu canto no hace sino aumentar nuestras divergencias!"
Un día, un infiel llegó con unas vestiduras de seda, una vela y dulces, así como toda clase de presentes y pidió ver al almuédano.
"¡Su voz es tan hermosa, dijo, que proporciona descanso al espíritu!"
Los demás dijeron entonces:
"¿Cómo puede proporcionar descanso una voz semejante?"
El hombre respondió:
"Tengo una hija que es muy hermosa. Ahora bien, un día tuvo la tentación de abrazar la fe. Intenté disuadirla de ello, pero en vano. Esta pasión por la fe la poseía tan fuertemente que mi pena aumentaba de día en día. Nada logró hacerla cambiar de idea, salvo el canto del almuédano pues, al oírlo, mi hija exclamó: "¡Qué voz! ¡Mis oídos están aterrados! ¡En toda mi vida no he oído un canto peor!" Su hermana le dijo entonces que era la llamada a los fieles para la oración. Ella no quiso creerlo y se informó por todos lados. Cuando quedó
convencida de que era exacto, el amor por la fe se enfrió en su corazón. Mis temores se disiparon y recobré el sueño. ¡Encontré, pues, el descanso, gracias a esta voz y traigo estos regalos al almuédano como muestra de agradecimiento!"
Lo llevaron ante el almuédano y le dijo:
"¡Acepta estos regalos pues, gracias a ti, he encontrado el descanso! ¡Soy tu servidor!"
Así es como vuestra fe, llena de mentiras, es un obstáculo en el camino.
Sucede con todo eso como con aquellas dos mujeres que, al ver a dos asnos copular en un prado, se dijeron:
"¡Eso sí que es realmente virilidad! Si eso es amor, entonces ¡qué poca cosa son nuestros maridos!"

lunes, 27 de julio de 2020

Cuentos Sufís - EL FUEGO DEL AMOR

En la época de Beyazid Bestami, un musulmán exhortó un día a un infiel a que se convirtiera. Le dijo:
"¿Por qué no reunirte con el rebaño de los que logran su salvación descubriendo la luz del Islam?"
El otro respondió:
"Si es de la fe del sheij Beyazid de la que hablas, no tendré ciertamente fuerza para resistirme. Estoy lejos de la religión y de la fe, pero las respeto. Mi boca está cerrada con un sello, pero me adhiero secretamente a su fe. Si la fe de la que hablas es la vuestra, no tengo ningún deseo de compartirla. Pues cualquiera que es atraído por la fe pierde inevitablemente su interés por ella al veros. De vuestra fe sólo queda el nombre. Es como si llamaseis a la gente a buscar asilo en el desierto. En contacto con vosotros, el fuego del amor a la fe se apaga."

sábado, 25 de julio de 2020

Cuentos Sufís - PELOS


Había un predicador de gran elocuencia. Ni hombres ni mujeres se cansaban de escucharlo. Un día, un hombre llamado Diuhá con la cara velada, se mezcló con las mujeres. Alguien preguntó al predicador:
"¿Se anula el valor de las plegarias si se omite afeitarse el pubis?"
El predicador respondió:
"Si los pelos son demasiado largos, queda manchada la plegaria y vale más afeitarlo para que vuestras plegarias sean puras."
Una mujer preguntó entonces:
"¿Cuál es la longitud autorizada?
-Si los pelos sobrepasan la longitud de un grano de cebada, dijo el predicador, entonces hay que afeitarlos."
Entonces Diuhá se dirigió a su vecina y le dijo:
"¡Oh, hermana mía! ¿Quieres tener la amabilidad de poner la mano en mi pubis para verificar si mis pelos son demasiado largos y manchan así mis plegarias?"
Cuando la mujer hubo puesto su mano bajo su túnica, tocó su miembro y lanzó un gran grito:
"¡Mis palabras han tocado su corazón! dijo el predicador.
- ¡No! exclamó Diuhá, su corazón no ha sido tocado. Sólo sus manos. ¿Qué habría sido si le hubieses tocado el corazón?"
Los niños gritan para obtener nueces y uva. Pero, para el corazón, las nueces y la uva carecen de valor. Toda persona velada es como un niño. Si la nobleza de la virilidad residiera en los testículos o la barba, entonces más valdría buscarla en los machos cabríos. Ellos conducen a los carneros, pero es para llevarlos al matadero. Tienen mucho cuidado con su barba y proclaman con orgullo: "¡Yo soy el que conduce a los inocentes!"
¡Toma el camino de la fidelidad y no te ocupes de tus pelos!

jueves, 23 de julio de 2020

Cuentos Sufís - LEILA

Unos ignorantes dijeron un día a Mediún:
"¡Leila no es tan hermosa! En nuestra ciudad hay millares de mujeres que la superan en belleza y en refinamiento."
Mediún respondió:
"La apariencia es una cántara. La belleza es el vino. Dios me ofrece vino bajo esta apariencia. A vosotros os ofrece vinagre en la misma cántara para que abandonéis el amor de las apariencias. La mano de Dios dispensa el veneno y la miel en la misma cántara. La cántara es muy visible, pero, para los ciegos, el vino no existe."

domingo, 19 de julio de 2020

Cuentos Sufís - EL POBRE

Un pobre lleno de insolencia vio pasar un día a unos esclavos ricamente vestidos con trajes de seda y cinturones dorados. Alzó los ojos al cielo y dijo:
"¡Oh, Señor mío! ¡Esa gente está bien cuidada por su amo! De ese modo es como deberías obrar conmigo, que soy tu esclavo."
En efecto, este hombre llevaba el traje hecho jirones, tenía hambre y temblaba de frío. Ese estado era la razón de su insolencia. Era un íntimo de Dios y reconocía sus favores.
Si los cortesanos pueden permitirse ser insolentes con el sultán, no te creas autorizado para hacer lo mismo, pues tú no tienes la misma intimidad con el dueño. Deseas un cinturón dorado, pero Dios te ha dado algo mejor que eso: una cintura para recibir ese cinturón. Quieres una corona, pero ¿no te ha dado Dios una cabeza?
Ahora bien, un día sucedió que el propietario de los esclavos fue acusado por el sultán de una falta grave. Sus esclavos fueron encarcelados y torturados para que confesasen el lugar en que se encontraba el tesoro de su amo. Los maltrataron así durante un mes, pero, por fidelidad hacia su amo, ninguno de ellos reveló el secreto. Un buen día, el pobre del que hablábamos recibió en un sueño un mensaje que le decía:
"¡Tú puedes ir a aprender junto a esos esclavos cómo se comporta un verdadero servidor!"

viernes, 17 de julio de 2020

Cuentos Sufís - EL ÁRBOL FRUTAL


Un hombre había subido a un árbol frutal y sacudía sus ramas para hacer caer la fruta. Llegó de pronto el propietario y lo apostrofó:
"¿No te da vergüenza ante Dios?
- ¿Qué hay de vergonzoso?, replicó el hombre. Si un servidor de Dios come el fruto de los favores de Dios en el huerto de Dios, ¿en qué es reprensible?"
El propietario dijo entonces a sus servidores:
"¡Traed una cuerda para que reciba la respuesta que merece!"
Lo hizo atar a un árbol y después lo azotó en los muslos y la espalda. El hombre se puso a gritar:
"¡Deberías avergonzarte ante Dios de maltratar a un inocente como yo!"
Pero el propietario respondió:
"Si un servidor de Dios golpea con el bastón de Dios a otro servidor de Dios, ¿Qué mal ves en ello? El bastón le pertenece, tus muslos y tu espalda le pertenecen. En cuanto a mí, ¡yo no soy más que una herramienta en sus manos!"
Entonces dijo el ladrón:
"¡Me arrepiento! ¡Me arrepiento! Dices verdad: ¡La voluntad existe en mí!"

miércoles, 15 de julio de 2020

Cuentos Sufís - RÁBANOS


Un día un ladrón dijo a uno de los soldados del sultán: "¡Todo lo que he hecho ha sido querido por Dios! -Lo mismo me pasa a mí," replicó el soldado. Si alguien roba rábanos de un puesto de venta e intenta disculparse diciendo: "¡Es ¡Dios quien lo ha querido!, dale un puñetazo en la cabeza y vuelve a poner los rábanos en su sitio, pues también eso es la voluntad de Dios.
¡Oh, idiota! Sabes bien que ningún tendero aceptará ese pretexto. ¿Cómo, entonces, puedes contar con Él? ¡Oh, ignorante! Al persistir en este error, arruinas tu sangre y tus bienes. Si tal argumento pudiese servir, entonces cualquiera podría arrancarte el bigote con esa excusa.
También yo estoy lleno de deseos, pero el temor de Dios ata mis manos y mis brazos.
Cuando se trata de satisfacer tu ego, tienes como la voluntad de veinte personas. ¡Y, para lo demás, invocas la voluntad de Dios!

lunes, 13 de julio de 2020

Cuentos Sufís - PERRO DE SATANÁS


Cuando un turcomano posee un perro pastor, éste se instala en el umbral de su tienda. Los hijos de la familia le tiran de la cola y lo hacen rabiar, pero a él le trae sin cuidado. Pero si, por casualidad, viene a pasar un extraño, se transforma de repente en un temible león. Es como la rosa para sus amigos y como la espina para sus enemigos. El turcomano es quien le da su comida y por esta razón el perro le es fiel y lo guarda.
También este perro de Satanás ha sido creado por Dios y hay una sabiduría oculta en esto. La comida que recibe es el sudor del pueblo que corre tras los bienes de este mundo. Satanás, igual que un perro, sacrificaría su vida en el umbral de la casa de su dueño. ¡Oh, perro de Satanás! ¡Cada vez que el pueblo da un paso, somételo a prueba! Pues todos, buenos o malos, se dirigen hacia ese umbral. ¿Por qué se dice: "¡Me refugio en Dios!", sino porque el perro viene a atacarnos? ¡Oh, turcomano! ¡Llama a tu perro para despejarme el camino! ¡Sé generoso conmigo!
Si el propietario no puede hacerse obedecer por su perro, no hay esperanza alguna en recurrir a su generosidad. Si es incapaz de dominar a su perro en su propia tienda de campaña, desgraciado él y sus visitantes, porque el perro los asustará a ambos. Pero, gracias a Dios, cuando el turcomano lanza un grito, incluso los leones sudan sangre, ¡tanto es el miedo que sienten! ¡Oh, tú que pretendes ser el león de Dios! ¿Cómo te atreves a decir que cazas cuando, desde hace años, eres impotente ante un perro? Demasiado evidente es que, en este asunto, tú eres la pieza de caza.

domingo, 12 de julio de 2020

Cuentos Sufís - SUBSISTENCIA


Un hombre piadoso había oído a alguien referir estas palabras del profeta:
"La subsistencia del alma viene a vosotros de parte de Dios. Lo queráis o no, acaba por encontraros, pues está enamorada de vosotros."
Decidido a experimentar la cosa, nuestro hombre trepó a las montañas y, allí, se dijo:
"Veamos si mi subsistencia viene a buscarme aquí, a este lugar aislado."
Y, con esto, se durmió. Pues bien, una caravana que se había extraviado vino a pasar por aquel lugar. Al ver a un hombre dormido así en pleno desierto, los viajeros se dijeron:
"¿Qué hace este hombre en plena montaña, lejos de la ciudad y fuera de cualquier camino? ¿Está muerto o vivo? ¿No tiene nada que temer de los animales salvajes?"
Se pusieron a sacudirlo, pero él, deseoso de llevar la experiencia hasta su término, nada decía. Permanecía como inerte, con los ojos cerrados. Los viajeros se dijeron:
"¡Pobre hombre! ¡Está casi muerto de hambre!"
Y trajeron pan y alimento. Preocupado por su experiencia, el hombre se mantuvo quieto y no separó los dientes. La gente, entonces, redobló su piedad por él:
"¡Dios mío! ¡Va a morir, eso es seguro! Vamos a buscar un cuchillo."
Le introdujeron un cuchillo entre los dientes y consiguieron así separar sus mandíbulas. Le hicieron tragar de este modo un tazón de sopa y unos trozos de pan.
El hombre se dijo entonces:
"¡Ya está! ¡Has comprendido el secreto!"
Y su corazón se decía:
"Es Dios quien procura la subsistencia del cuerpo y del alma. Que esto te sirva de prueba. Esta subsistencia viene al encuentro de los que pacientemente la esperan."

viernes, 10 de julio de 2020

Cuentos Sufís - CONVENCIDO


Un musulmán exhortaba a un cristiano a que se convirtiera:
"¡Oh! ¡Ven a abrazar el islam y su fe!
-Si Dios lo quiere, dijo el cristiano, El me hará abrazar la fe. ¡Él es quien procura el conocimiento y sólo Él puede quitarme toda duda!"
El musulmán insistía:
"¡Dios quiere que abraces la fe para escapar del infierno, pero tu maldito egoísmo y la compañía de Satanás te dirigen hacia la blasfemia y hacia la Iglesia!
- ¡La Iglesia me ha convencido! dijo el cristiano, y formo parte de ella porque es más agradable unirse a quien nos ha convencido. Dios me pide que dé pruebas de fidelidad. Así que tengo que ser constante. Si mi ego y Satanás pueden actuar a su gusto, entonces la clemencia divina no tiene sentido. Tú quieres construir una mezquita imponente y muy ornamentada. Pero el que te siga hará de ella un monasterio. ¡Has tejido con mucho amor una pieza de paño para hacerte un manto, pero ha venido alguien, te la ha robado y se ha hecho con ella un pantalón! Si se desperdicia el paño, ¿puede ser tenido él por responsable? Si estoy deshonrado así, es que Dios lo ha querido. ¿De qué sirve pretender que la voluntad divina se realiza siempre si la voluntad del ego reina cómo dueña? Sin la voluntad de Dios, nadie aquí abajo, tendría voluntad, ni siquiera un instante. ¡Si piensas que soy el más vil de los infieles, sabe que yo mismo estoy convencido de ello! Si el destino cumple su voluntad en contradicción con la voluntad divina, entonces más vale someterse a Satanás,
pues él es el que vencerá. Pero si un día Satanás se vuelve mi enemigo, ¿¿Quién me protegerá de él? Créeme, es desde luego la voluntad de Dios la que se realiza. Este mundo le pertenece y el otro también. Sin su orden, nadie podría mover ni un dedo. A él es a quien pertenecen los bienes, las decisiones y el orden universal. Y Satanás no es más que un maldito perro que le pertenece."

miércoles, 8 de julio de 2020

Cuentos Sufís - LINTERNA EN PLENO DÍA


Un sacerdote paseaba en pleno día por el mercado llevando una linterna encendida. Así provisto, paseaba en círculos por el bazar. Un importuno le dijo:
"¿Por qué entras así en todas las tiendas? ¿Qué buscas? ¿A qué viene que, cuando es pleno día, busques algo a la luz de una linterna?"
El sacerdote respondió:
"¡Busco a un hombre vivo y que tenga el aliento de un santo!
- ¡Pues bien, mira! dijo el hombre, ¡este bazar está lleno de una multitud de gente!
- ¡No! dijo el sacerdote, ¡busco a un hombre que pueda controlar su deseo y su cólera! Uno que siga siendo hombre en lo más fuerte del deseo. Querría que un hombre así me pisase como polvo, para que pudiese sacrificar mi alma por él.
-Buscas una cosa muy rara. Tus actos demuestran que tienes muy poco en cuenta al destino. Tú no ves más que la apariencia, pero lo esencial es decidido por el destino. Y, cuando el destino se realiza, incluso los cielos quedan asombrados. Intentar negar eso es disminuir el universo. El destino puede transformar la piedra en agua. Tú, que has visto girar la muela del molino, ven, pues, a ver el río que la mueve. ¿Tú has visto volar el polvo? Mira más bien al viento que es la causa de ello. Tú ves la marmita de las ideas que hierve. Sé razonable y mira mejor el fuego que está debajo y que la hace hervir. No te preocupes de la paciencia y piensa en el que te ha ofrecido la paciencia.
¡Pretendes haber visto algo, pero tus actos demuestran que no has visto nada en absoluto! Admira el océano antes que la espuma, pues el que no ve más que la espuma cae en la manía del secreto, mientras que el que ve el océano cae en la admiración. Transforma su corazón en océano. Quien ve la espuma sufre de vértigo y da vueltas en redondo, pero quien ha visto el océano no conoce la duda."

domingo, 5 de julio de 2020

Cuentos Sufís - LA VACA Y LA ISLA


En una isla exuberante de verdor vivía una vaca en soledad. Pastaba allí hasta la caída de la noche y así engordaba cada día. Por la noche, al no ver ya la hierba, se inquietaba por lo que iba a comer al día siguiente y esta inquietud la dejaba tan delgada como una pluma. Al amanecer el prado reverdecía y ella se ponía de nuevo a pacer con su apetito bovino hasta la puesta del sol. Estaba de nuevo gorda y llena de fuerza. Pero, en la noche siguiente, volvía a lamentarse y a adelgazar.
Por mucho tiempo que pasara, nunca se le ocurría que el prado no disminuía y que no tenía por qué inquietarse de aquel modo.
Tu ego es esta vaca y la isla es el universo. El temor del mañana adelgaza la vaca. No te ocupes del futuro. Más vale mirar el presente. Tú comes desde hace años y los dones de Dios, sin embargo, no han disminuido nunca.

viernes, 3 de julio de 2020

Cuentos Sufís - VIAJE


Un discípulo había acompañado a su maestro con ocasión de un viaje. Pues bien, se encontraban en un país en el que el pan era cosa rara. Y el temor por la falta de alimentos estaba omnipresente en el espíritu del discípulo ignorante. Su maestro, lleno de lucidez, pronto descubrió esta obsesión. Le dijo:
"¿Por qué apenarte? ¡Te inquietas por tu pan y pierdes tanto tu confianza como la paciencia! ¡Ah! No formas aún parte de los santos. ¡Porque ellos pueden subsistir sin nueces ni pasas! El hambre es la parte de todos los servidores de Dios. Es un favor que no recae en cualquier tonto o en cualquier mendigo.
Abandona tus temores. Como no formas parte de los elegidos, no es fácil que permanezcas en esta cocina sin encontrar en ella algún alimento. Cuando se trata de llenar el vientre del común de los mortales, siempre hay abundancia. Y cuando esta gente muere, ve el pan alejarse diciendo: "¡Teníais miedo del hambre, pero mirad: ¡os vais y yo me quedo aquí!
¡Oh! vosotros que os inquietáis por vuestra subsistencia, levantaos y venid a serviros. Pero más vale tener confianza y no inquietarse, pues tu parte está tan enamorada de ti como tú lo estás de ella. Sólo tiene caprichos porque conoce tu impaciencia. Si fueras paciente, vendría ella a ofrecerse a ti. No hay verdadera opulencia sin confianza.

miércoles, 1 de julio de 2020

Cuentos Sufís - LIMPIAR EL ALMA


Había un hombre creyente que vivía en Gazna. Su nombre era Serrezi, pero lo llamaban Mohammed. No rompía su ayuno sino ya caída la noche, comiendounos pámpanos. Este modo de vida duraba para él desde hacía siete años sin que nadie estuviese al corriente. Este hombre despierto conocía muchas cosas extrañas, pero su fin era ver el rostro de Dios. Cuando se sintió satisfecho de su alma y de su cuerpo, subió a la cima de la montaña y se dirigió a Dios:
"¡Oh, Dios mío!, muéstrame la belleza de tu rostro y me lanzaré al vacío."
Dios respondió:
"Aún no ha llegado el momento. Y si caes de la montaña, tu fuerza no te bastará para morir."
Entonces, lleno de melancolía, el hombre se arrojó al vacío. Pero cayó en un lago muy profundo y así se salvó. Siempre dominado por el deseo de morir, se puso a lamentarse. Le daba igual la vida que la muerte. Toda la creación se le aparecía como en desorden y el versículo del Corán que dice: "La vida existe incluso en la muerte" volvía constantemente a sus labios y a su corazón.
Más allá de lo aparente y de lo oculto, oyó una voz que le decía:
"¡Deja el prado y vuelve a la ciudad!
- ¡Oh, Dios mío! dijo el hombre. ¡Tú que conoces todos los secretos! ¿De qué va a servirme ir a la ciudad?
-Ve allá a mendigar para mortificarte. Recoge dinero entre los ricos y distribúyelo entre los pobres.
- ¡Te he oído, dijo Serrezi, y te obedeceré!"
Provisto así de esta orden divina, se volvió a la ciudad y Gazna quedó llena de su luz. El pueblo acudió a su encuentro, pero él, para evitar la multitud, tomó un camino apartado. Los ricos de la ciudad, que se alegraban de su regreso, habían preparado un palacete que pensaban poner a su disposición. Pero él les dijo:
"No creáis que he vuelto para exhibirme. ¡No! He vuelto para mendigar. Mi propósito no es extenderme en vanas palabras. Visitaré las casas con un cesto en la mano, pues Dios lo ha querido así y yo soy su servidor. Mendigaré, pues, y formaré parte de los mendigos más desfavorecidos, para quedar envilecido y que todos me insulten. ¿Cómo podría yo desear honores cuando Dios quiere mi degradación?"
Y, con su cesto en la mano, dijo, además:
"¡Dadme algo, por la gracia de Dios!"
Su secreto consistía en invocar la gracia de Dios, aunque su puesto estuviese muy alto en el cielo. Así lo hicieron todos los profetas. Serrezi visitó, pues, todas las moradas de la ciudad para pedir limosna cuando las puertas del cielo estaban abiertas para él. Fue en cuatro ocasiones a casa de un emir para mendigar. A la cuarta vez, el emir le dijo:
"¡Oh, ser inmundo! No me tomes por un avaro, pero escúchame bien: ¡qué desvergüenza la tuya! ¡Nada menos que cuatro visitas a mi domicilio! ¿Existe un mendigo peor que tú? Deshonras incluso a los pobres. Y ningún infiel ha dado nunca pruebas de tanto egoísmo."
Serrezi replicó:
"¡Cállate, oh emir! No hago sino cumplir mi tarea. Ignoras todo sobre el fuego que me devora. No sobrepases los límites. Si realmente experimentara el deseo del pan, sería el primero en abrirme el vientre. Pues, durante siete años, no he comido más que pámpanos. ¡Mi cuerpo había terminado por ponerse completamente verde!"
Con estas palabras, se puso a llorar y las lágrimas inundaron su cara. Su fe conmovió el corazón del emir. Pues la fidelidad de los que aman conmovería incluso a una piedra. No es extraño, pues, que pueda conmover a un corazón sensible. Los dos hombres se pusieron a llorar juntos y el emir dijo:
"¡Oh, sheij! ¡Ven! ¡Toma mi tesoro! Sé que mereces cien veces más. Mi casa es tuya. Toma lo que quieras."
Pero Serrezi respondió:
"Eso no es lo que se me ha pedido. ¡No puedo tomar nada con mis propias manos ni penetrar en las moradas por iniciativa mía!"
Y se marchó. El ofrecimiento del emir era sincero, pero poco le importaba, pues Dios le había dicho:
"Mendigarás como un pobre."
Siguió mendigando así durante dos años; después Dios le dijo:
"¡Desde ahora darás! No pidas ya nada a nadie, pues lo que des procederá del universo oculto. Si un pobre te pide caridad, mete la mano bajo tu estera de paja y dispensa los tesoros del Misericordioso. En tu mano la tierra se convertirá en oro. Cualquier cosa que se te pida, dala, pues nuestro favor por ti es grande y es inagotable. Socorre a los cargados de deudas y fertiliza la tierra como la lluvia."
Durante un año, Serrezi así lo hizo. Distribuyó por el mundo el oro de los favores divinos. La tierra se convirtió en oro en sus manos y los más ricos eran pobres comparados con él. Antes de que un pobre le pidiese lo que necesitaba, lo adivinaba y lo socorría. Le preguntaron:
"¿De dónde te viene esa presciencia?"
Respondió:
"Mi corazón está vacío. No siente ya necesidades. No tengo otro cuidado que el amor de Dios. He barrido todas las cosas de mi corazón, sean buenas o malas. Mi corazón está lleno ya del amor de Dios."
Cuando ves un reflejo en el agua, este reflejo representa una cosa que se encuentra fuera del agua. Pero para que haya un reflejo, el agua debe ser pura.
Necesitas, pues, limpiar el arroyo del cuerpo si quieres ver el reflejo de los rostros.