martes, 29 de mayo de 2018

Cuento Sufí - La LUZ interior


Un esclavo se presentó ante su amo. Este le dijo:
"¿Quién eres? ¿Vienes de Turquía o del Yemen? Dime la verdad: ¿Qué le ha sucedido a mi esclavo? ¿No lo habrás matado? - Si lo hubiera matado, respondió el esclavo, ¿estaría yo aquí en este momento?"
El amo insistió:
"¿Dónde está mi esclavo?"
El esclavo respondió:
"Pero ¡si estoy aquí! ¡Me ves transfigurado por el favor divino!"
El amo replicó:
"¿Qué me cuentas? ¿Dónde está mi esclavo? ¡No te dejaré descansar hasta que me hayas dicho la verdad!"
El esclavo dijo entonces:
"Si lo deseas, te contaré toda mi historia desde el día en que me compraste.
Te probaré así que sigo siendo el mismo, aunque mi apariencia haya cambiado.
¡Mi exterior ha cambiado de color, pero mi interior nada tiene que ver con los colores!"
¡Los que reconocen el alma son indiferentes ante los colores y ante los números, pues sus dos ojos han sido iluminados por una sola luz!

jueves, 24 de mayo de 2018

Cuento Sufí - Prodigio


Un día, el hijo de Malik estuvo invitado en casa de Enes. Después de la comida, Enes, al ver que su servilleta estaba muy manchada, ordenó a su servidor que la echase al fuego. Este obedeció sin vacilar. Los invitados estaban estupefactos, pero su asombro subió de grado cuando vieron que la servilleta salía del fuego completamente limpia. Dijeron:
"¿Cómo es eso posible? ¿Cómo ha podido limpiarse esta servilleta sin consumirse?"
Enes respondió:
"¡El profeta Mustafá se secó la boca y las manos con esta servilleta!"
Los invitados dijeron entonces al servidor:
"Tú, que sabías eso, ¿cómo has podido echarla al fuego?"
El servidor respondió: "Los hombres de Dios merecen nuestra confianza. ¡Incluso si me hubiese ordenado echarme yo mismo al fuego, lo habría hecho!"
¡Oh, hermano mío! ¡Si la fidelidad de un hombre es menor que la de una mujer, entonces su corazón no merece ser llamado corazón, sino tripas!

martes, 22 de mayo de 2018

Cuento Sufí - Baño


Un día, un emir sintió el deseo de ir al baño. Llamó a su esclavo, que se llamaba Sungur, y le dijo:
"¡Prepara mi sábana, mi barreño y mi jabón! ¡Vamos al baño!" Sungur ejecutó sus órdenes y ambos tomaron el camino del baño. Ahorabien, en este camino, había una pequeña mezquita. Cuando pasaba ante ella, Sungur oyó la llamada a la oración. Dijo a su amo:
"¡Oh, amo! ¿Podríais esperar unos instantes ante esos almacenes mientras hago mi oración?"
El emir aceptó y se puso a esperar... Esperó mucho tiempo. Vio salir a los fieles y al imán, pero Sungur seguía en el interior. Perdiendo la paciencia, el emir se puso a gritar:
"¡Oh, Sungur! ¿Por qué no sales?"
Desde el interior de la mezquita, Sungur le respondió:
"Estoy retenido aquí. No pierdas la paciencia. Ya voy. ¡Sobre todo no creas que olvido que me esperas!"
El emir reiteró siete veces su llamada y, cada vez, Sungur respondía:
"¡No tengo permiso para ir junto a ti!" Al fin, el emir le dijo:
"Pero no hay nadie en la mezquita. Tengo curiosidad por saber lo que te
impide salir."
Sungur respondió:
"El que te encadena en el exterior me ha encadenado en el interior. El que no te permite entrar me impide salir."
 El océano no deja escapar a los peces y, del mismo modo, la tierra no deja a su fauna precipitarse al mar.
Un día, un emir sintió el deseo de ir al baño. Llamó a su esclavo, que se llamaba Sungur, y le dijo:
"¡Prepara mi sábana, mi barreño y mi jabón! ¡Vamos al baño!" Sungur ejecutó sus órdenes y ambos tomaron el camino del baño. Ahora bien, en este camino, había una pequeña mezquita. Cuando pasaba ante ella, Sungur oyó la llamada a la oración. Dijo a su amo:
"¡Oh, amo! ¿Podríais esperar unos instantes ante esos almacenes mientras hago mi oración?"
El emir aceptó y se puso a esperar... Esperó mucho tiempo. Vio salir a los fieles y al imán, pero Sungur seguía en el interior. Perdiendo la paciencia, el emir se puso a gritar:
"¡Oh, Sungur! ¿Por qué no sales?"
Desde el interior de la mezquita, Sungur le respondió:
"Estoy retenido aquí. No pierdas la paciencia. Ya voy. ¡Sobre todo no creas que olvido que me esperas!"
El emir reiteró siete veces su llamada y, cada vez, Sungur respondía:
"¡No tengo permiso para ir junto a ti!" Al fin, el emir le dijo:
"Pero no hay nadie en la mezquita. Tengo curiosidad por saber lo que te impide salir."
Sungur respondió:
"El que te encadena en el exterior me ha encadenado en el interior. El que no te permite entrar me impide salir."
 El océano no deja escapar a los peces y, del mismo modo, la tierra no deja a su fauna precipitarse al mar.

jueves, 17 de mayo de 2018

Antiguos cuentos de Japón - Los seis Jizos y los sombreros de paja


Érase una vez un abuelito y una abuelita. El abuelito se ganaba la vida haciendo sombreros de paja. Los dos vivían pobremente, y un año al llegar la noche vieja no tenían dinero para comprar las pelotitas de arroz con que se celebra el Año Nuevo. Entonces, el abuelito decidió ir al pueblo y vender unos sombreros de paja. Cogió cinco, se los puso sobre la espalda, y empezó a caminar al pueblo.
El pueblo caía bastante lejos de su casita, y el abuelito se llevó todo el día cruzando campos hasta que por fin llegó. Ya allí, se puso a pregonar:
" ¡Sombreros de paja, bonitos sombreros de paja! ¿Quién quiere sombreros?"
Y mira que había bastante gente de compras, para pescado, para vino y para las pelotitas de arroz, pero, como no se sale de casa el día de Año Nuevo, pues, a nadie le hacía falta un sombrero. Se acabó el día y el pobrecito no vendió ni un solo sombrero. Empezó a volver a casa, sin las pelotitas de arroz.
Al salir del pueblo, comenzó a nevar. El abuelito se sentía muy cansado y muy frío al cruzar por los campos cubiertos ahora de nieve. De repente se fijó en unos Jizos, estatuas de piedra representando unos dioses japoneses. Había seis Jizos, con las cabezas cubiertas de nieve y las caras colgadas de carámbanos.
El viejecito tenía buen corazón y pensó que los pobrecitos Jizos debían tener frío. Les quitó la nieve, y uno tras uno les puso los sombreros de paja que no pudo vender, diciendo: " Son solamente de paja, pero, por favor, acéptenlos...:
Pero solo tenía cinco sombreros, y los Jizos eran seis. Al faltarle un sombrero, al último Jizo el viejecito le dio su propio sombrero, diciendo:
"Discúlpeme, por favor, por darle un sombrero tan viejo." Y cuando acabó, siguió por entre la nieve hacia su casa.
El abuelito llegaba cubierto de nieve. Cuando la abuelita le vio así, sin sombrero ni nada, le pregunto qué le pasó. Él le explicó lo que ocurrió ese día, que no pudo vender los sombreros, que se sintió muy triste al ver esos Jizos cubiertos de nieve, y que como eran seis tuvo que usar su propio sombrero. Al oír esto, la abuelita se alegró de tener un marido tan cariñoso:
"Hiciste bien. Aunque seamos pobres, tenemos una casita caliente y ellos no." Abuelito, como tenía frío, se sentó al lado del fuego mientras abuelita preparó la cena. No tenían bolitas de arroz, ya que abuelito no pudo vender los sombreros de paja, y en vez comieron solamente arroz y unos vegetales en vinagre y se fueron a cama tempranito.
A la media noche, el abuelito y la abuelita fueron despertados por el sonido de alguien cantando. A lo primero, las voces sonaban lejos, pero iban acercándose a la casa y cantaban:
"¡Abuelito dio sus sombreros a los Jizostodos enteros alijeros, a su casa, alijeros!"
El abuelito y la abuelita estaban sorprendidos, aún más cuando oyeron un
gran ruido, "¡Bum!" Corrieron para ver lo que era, y vaya sorpresa les dio
al abrir la puerta.
Paquetes y paquetes montados uno sobre otro, y llenos de arroz, vino, pelotitas de arroz, decoraciones para el Nuevo Año, mantas y quimonos bien calientes, y muchas otras cosas. Al buscar quien les había traído todo esto, vieron a los seis Jizos, alejándose con los sombreros de abuelito puestos. Los Jizos, en reconocimiento de la bondad del abuelito, les habían traído estos regalos para que los abuelitos tuvieran un próspero Año Nuevo.

lunes, 14 de mayo de 2018

Antiguos cuentos de Japón - La Grulla Agradecida


Érase una vez había un joven que vivía solo en una casita al lado del bosque. De regreso a casa durante un día de invierno bastante nevoso, oyó un ruido extraño. Se puso a caminar hacia un campo lejano de dónde venía el sonido, y allí descubrió una grulla tumbada sobre la nieve llorando de dolor. Una flecha hincada en el ala tenía, pero el joven, muy cariñoso, se la quitó con mucho cuidado. El pájaro, ya libre, voló hacia el cielo y desapareció.
El hombre volvió a casa. Su vida era muy pobre. Nadie le visitaba, pero esa
noche a la puerta sonó un frap-frap-frap. "¿Quién será, a esta hora y en tanta nieve?" pensó él. ¡Qué sorpresa al abrir la puerta y ver a una mujer joven y bonita! Ella le dijo que no podía encontrar su camino por la nieve, y le pidió dejarla descansar en su casa, para lo cual él fue muy dispuesto.
Se quedó hasta el amanecer, y también el día siguiente.
Tan dulce y humilde era la mujer que el joven se enamoró y le pidió ser su esposa. Se casaron, y a pesar de su pobreza, se sentían alegres. Hasta los vecinos se alegraban de verlos tan contentos. Pero el tiempo vuela y pronto llegó otro invierno. Se quedaron sin dinero y comida, tan pobres como siempre.
Un día, para poder ayudar un poco, la mujer joven decidió hacer un tejido
y su marido le construyó un telar detrás de la casa. Antes de empezar su trabajo ella pidió a su marido prometerla nunca entrar al cuarto. Él lo prometió. Tres días y tres noches trabajó ella sin parar y sin salir del cuarto. Casi muerta parecía cuando la mujer joven por fin salió, pero a su marido le presentó un tejido hermoso. Él lo vendió y consiguió un buen precio.
El dinero les duró bastante tiempo, pero cuando se acabó todavía seguía el invierno. Otra vez se puso a tejer la mujer joven, y otra vez su marido le prometió no entrar al cuarto. Fueron no tres sino cuatro días cuando ella, viéndose peor que la vez siguiente, salió del cuarto y le dio a su marido un tejido de tan gran maravilla que, al venderlo en el pueblo, consiguieron dinero suficiente para dos inviernos duros.
Mas seguros para el futuro que nunca, desafortunadamente el hombre se hizo avaro. Tanto por el deseo de ser rico como por los vecinos siempre preguntándole que cómo se podía tejer sin comprar hilo, el joven le pidió a su señora hacer otro tejido. Ella pensaba que tenían bastante dinero y que no había necesidad, pero el avaricioso no dejaba de insistir.
Puesto que, después de recordarle a su marido la promesa, la mujer se metió en el cuarto a trabajar.
Esta vez la curiosidad no le dejaba al hombre en paz. Ignorando su promesa, fue al cuarto donde su señora trabajaba y abrió un poquito la puerta. La sorpresa de lo que vio le hizo escapar un grito. Manejando el telar estaba no su señora sino un pájaro hermoso, de las plumas que se iba arrancando de su propio cuerpo hacia un tejido igualmente hermoso. Cuando el pájaro, al oírle gritar, se dio cuenta de que alguien la miraba dejó de trabajar y de repente su forma se convirtió a la de la mujer joven.
Entonces, ella le explicó su historia, que ella era esa grulla cual él ayudó y que, agradecida, se convirtió a mujer, y que empezó a tejer para ayudarle no ser pobre, esto a pesar del sacrificio que tejer con las plumas de su propio cuerpo le costaba. Pero, ahora que él sabía su secreto, tendrían que dejar de ser juntos. Al oír esto, el prometió que la quería más que todo el dinero del mundo, pero ya no había remedio. Cuando acabó su historia, ella se convirtió a grulla y voló hacia el cielo.

jueves, 10 de mayo de 2018

Antiguos cuentos de Japón - Issunboshi


Érase una vez un viejecito y una viejecita. Nunca pudieron tener niños, y esto les hacía sentir muy tristes, tal que les pidieron a los dioses que le dieran un niño: "Aunque no fuera ni más grande que un dedo, estaríamos contentos."
Y un día, tuvieron un bebe tan alto como un dedo. El viejecito y la viejecita estaban muy contentos, tanto tiempo habían esperado. Al bebé le llamaron "Issunboshi", que quiere decir pequeño y chiquitito, y le cuidaron con mucho cariño. Los años pasaron, pero Issunboshi no crecía. A los tres años, a los cinco, a los diez, siempre tenía la misma talla que tuvo el día que nació, es decir, la talla de un dedo. Sus papás se preocupaban mucho por esto. Le hinchaban de comida e hicieron todo lo posible, pero sin remedio. El chiquitito no crecía ni un pelo.
Tan pequeñito era Issunboshi que no podía ayudar a la viejecita en la
casa, y al salir al campo con el viejecito Issunboshi solamente podía portar una brizna de hierba a la vez. Issunboshi era buen cantante y bailarín, pero a pesar de esto le caía muy malamente el no poder ayudar a sus papás. Además, los otros niños del pueblo siempre se reían de él y se burlaban. Todo esto le dejaba muy triste, y decidió hacer un viaje. Le dijo al viejecito y la viejecita: "He decidido ir a la capital para buscar empleo."
El viejecito y la viejecita se sentían tristes al oír esto, pero le dieron un plato de sopa, un palillo de comer, y una aguja, y le desearon buena suerte. El chiquitito se puso el plato de sopa como gorro, la aguja como espada en la cintura y el palillo como caña de caminar, y se fue.
Caminaba y caminaba, pero la capital caía muy lejos. En medio camino se encontró con una hormiga y le preguntó si la ciudad estaba aún lejos. La hormiga contestó: "Vaya a través los dientes de león, cruza el campo de girasoles, y siga hacia el río."
Issunboshi le dio gracias a la hormiga y camino por entre los dientes de león y los girasoles hasta llegar al río. Allí, el plato de sopa que usaba como paraguas se convirtió ahora a barco y el palillo a palo para empujar, e Issunboshi se embarcó sobre el río. Después de un rato llegó a un puente grande sobre cuál había mucha gente. Al ver esta multitud, Issuboshi se imaginó que está era la capital y se bajó del barco.
La capital era muy grande, llena con muchísima gente de aspecto muy ocupado. Para el pequeñito Issunboshi, era un sitio peligroso, ya que a cualquier momento alguien podría pisarle sin ni darse cuenta. Issunboshi pensó que tendría que tener mucho cuidado, y que sería mejor caminar por las calles más calladas. Mientras se paseaba dio con una casa grande; era la residencia de un rico y poderoso señor. Issunboshi se presentó al portal y llamó: "¡Por favor! ¿Hay alguien?"
Un hombre se asombró, pero no vio al pequeñito Issunboshi y volvió murmurando: "Pensé que oí alguien, pero no hay nadie.:
Otra vez Issunboshi llamó: "Aquí estoy, al lado de los zapatos."
El hombre miró hacia los zapatos y por fin vio a Issunboshi. Jamás vio alguien tan pequeño. El hombre se agachó, recogió al chiquitito y le puso en la mano, mirándole con gran interés. Al fin, le llevó al cuarto de la princesa. Allí, Issunboshi bailó y cantó con tanta gracia que todos en el cuarto se encantaron de él. En particular a la princesa le gustó tanto este niñito de tamaño dedo que decidió mantenerle siempre con ella.
Issunboshi continuó a vivir en la gran casa del señor, como ayudante de la princesa: cuando ella leía, él daba vuelta a las paginas; cuando ella practicaba la caligrafía, él le hacía la tinta. A la misma vez, Issunboshi practicaba la esgrima con la aguja. Issunboshi siempre permanecía al lado de la princesa, y ella nunca faltaba de traerle durante su paseo.
Un día al regreso a casa después de visitar el templo Kiyomizu un bandido la ataco y trató de secuestrarla. Pero Issunboshi la acompañaba y en voz alta exclamó: "¡Déjala en paz! ¡Yo, Issunboshi, estoy aquí! ¡Cuídate, maldito!"
El bandito, al ver el pequeñito Issunboshi, se puso a reír: "¿Tú, enanito?
¿Qué me vas a hacer, morderme el tobillo? Y, ¡se lo tragó! Pero Issunboshi era bravo. Le hincó la aguja en el estómago y siguió hincándole con toda su fuerza mientras subía la garganta. El bandito se retorcía de dólar y gritaba: "¡Ay, ay!" Pero Issunboshi no paró hasta que por fin dio un salto afuera por la nariz del bandito, quien se escapó corriendo.
La princesa, ya salvada, recogió algo que el bandito abandonó al huirse.
¡Era un martillo mágico! Ella le explicó a Issunboshi que: "Esto es un martillo mágico. Con solamente sacudirlo, cualquier deseo que tengas será cumplido." La princesa reconoció que Issunboshi le había rescatado, y le preguntó a Issunboshi: "¿Cuál es tu deseo?"
El pequeñito Issunboshi, tamaño dedo, contestó inmediatamente: "Mi deseo es ser grande."
La princesa sacudió el martillo mágico y repetía las palabras:
"Grande, grande. Que el pequeñito Issunboshi se haga más grande." Issunboshi empezó a crecer y crecer, y pronto delante de la princesa había un hombre joven encantador.
Cuando llegaron a la gran casa, la princesa le contó a su papá, el gran señor, las hazañas de Issunboshi y su metamorfosis. El señor, agradecido, le dio permiso a su hija para casarse con Issunboshi, e Issunboshi invitó a su viejecito papá y mamá a la capital para vivir todos juntos. Todos se quedaron muy alegres.
Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

martes, 8 de mayo de 2018

Antiguos cuentos de Japón - La Montaña Crujiente


Érase una vez un abuelito y una abuelita vivían solitos en una casita.
Cada día el abuelito se iba a trabajar en el campo, y mientras sembraba arroz cantaba:
"Un grano, y de él miles."
Cada día también venía después del abuelito un tejón, que cantaba:
"Un grano y uno solo. Y todos me los comeré."
Y cuando el viejecito volvía al campo el día siguiente, veía que no le quedaba ni un solo grano. Por culpa de esto, los abuelitos vivían pobremente.
Un día el abuelito, al ver que otra vez el tejón se había comido todo, se enfadó tanto que decidió atrapar al tejón. El abuelito empezó a sembrar y cantar, como siempre, hasta que por fin llegó el tejón. De repente, el abuelito dio un salto, y en un abrir y cerrar de ojos atrapó al tejón malo y le ató con una cuerda fuerte.
Cuando el abuelito llego a casa con su prisionero, le dijo a la abuelita:
"Abuelita, ven y mira lo que cogí hoy. Calienta la cazuela y haznos un buen cocido de tejón." y el abuelito volvió al campo.
La abuelita empezó a moler arroz para hacer galletas para la cena.
El tejón, que era muy taimado, le dijo a la abuela: "Abuelita, mira que eso de moler arroz, usted solita, a sus añitos, deberá ser mucho trabajo. ¿Por qué no me desata para poder darle una mano?" La abuela vacilo, pensando que el abuelito se enfadaría. Pero él tejón insistía tanto como quería ayudarla que, al fin, la abuelita decidió dejarle suelto para un poquito. A lo primero el tejón fingió ayudarla y cogió el mano de mortero; pero en vez de moler arroz le dio un bastonazo a la abuelita sobre la cabeza y se fugó corriendo. Cuando el viejecito llegó a casa y encontró a la viejecita ya muerta, se puso a llorar. Una liebre, viéndole llorar, le pregunto el porqué de sus lágrimas, y el viejecito le contó su historia. "Vale, yo me vengare por ti, "dijo la liebre”, y se fue hacia las montañas.
La liebre se puso a recoger leña. Después de un rato, el tejón se acercó y le preguntó que qué hacía. "Este invierno va a ser muy frío, y me estoy preparando," le contesto. El tejón pensó que esto era una buena idea y empezó a ayudar a la liebre. Pronto, tenían un buen montón de leña. Se montaron la leña sobre la espalda y empezaron a bajar la montaña. A medio camino, la liebre empezó a quejarse: "¡Como pesa! ¡Ay, como pesa!"
El tejón, para ayudar a su nuevo amigo tanto como para no oírle quejar todo el tiempo, tomó toda la leña de la liebre y se la puso sobre su propia espalda. Al seguir el camino, la liebre, quien caminaba detrás del tejón, comenzó a chocar unas piedras sobre la leña para que se prendiera el fuego.
Cuando el tejón le preguntó que qué era ese ruido, la liebre le contestó que ésta era la Montaña Crujiente, y que el sonido era de los pájaros pegando a los árboles con los picos. Por fin la leña empezó a quemarse, y al oír las llamas del fuego el tejón le preguntó otra vez a su nuevo amigo lo que era.
"Ese sonido es el llanto de los pájaros, y por eso también le llaman a esta montaña la Montaña de los Pájaros que Lloran." Al quemarle la piel, el tejón comenzó a gritar, pero la liebre se escapó corriendo.
El día siguiente, la liebre se puso esta vez a recoger pimientos rojos para hacer picante. Al verlo el tejón, éste se enfadó y le chilló que por su culpa la espalda se le había quedado horriblemente quemada.
La liebre se hizo la tonta y le contestó:
"Las liebres de la Montaña Crujiente son las liebres de la Montaña Crujiente.
Los de la Montaña de los Pimientos son los de la Montaña de los Pimientos.
No sé de lo que hablas."
El tejón pensó que eso tenía razón. Le pidió en vez a la liebre si por acaso tenía alguna medicina para las quemaduras.
"Vaya suerte, ahora mismo la estoy preparando", le dijo la liebre al tejón y empezó a cubrirle la espalda con la pimienta. Al principio el tejón no sentía nada, pero poco a poco la pimienta le dejó en peor dolor que antes. En ese momento, la liebre corrió y se escapó otra vez.
El día siguiente la liebre se fue a la montaña de nuevo. Esta vez empezó a cortar árboles, pare hacerse un barco. El tejón llegó, la espalda doliéndole muchísimo, chillándole a la liebre que por culpa de su medicina casi se murió ayer en la montaña de los Pimientos.
La liebre, como si nunca le hubiera conocido, contesto:
"Las liebres de la Montaña de los Pimientos son las liebres de la Montaña de los Pimientos.
Las de la Montana de los Cedros son las de la Montaña de los Cedros.
¿Tú quién eres?"
O la liebre era buena actriz o el tejón era bastante crédulo, la cosa es que otra vez el tejón se creyó lo que la liebre le decía. Al enterarse de que la liebre planeaba hacerse un barco, le pregunto por qué.
Cuando la liebre le dijo que era para ir de pesca en el río, el tejón quiso un barco también. "Bueno, yo me hago el barco de color blanco por que la piel la tengo blanca. Tú, ya que tienes pelo marrón, te vendría mejor hacer el barco de tierra.", le explicó la liebre al tejón. Cada uno acabó de construirse su propio barco y se fueron juntos al río. Ya en el agua, el barco de tierra comenzó a disolverse. En muy poco tiempo, el tejón se encontró hundiéndose en el agua. Se ahogaba y gritaba:"
¡Socorro, socorro, ayúdame!" Pero la liebre, impasible, le dijo: "Acuérdate ahora de la pobre abuelita que murió por tu culpa," y le abandonó.
La liebre se fue al abuelito. Le anunció que el tejón estaba muerto. Pero en vez de alegrarse el viejecito se entristeció. Pensó que la muerte del tejón no le devolvería la abuelita, y que la venganza no valía para nada.

viernes, 4 de mayo de 2018

83 mandamientos


1.- Cuando te enfermes, en lugar de odiar ese mal, considéralo tu maestro.
2.- No mires con disimulo, mira fijamente.
3.- No olvides a tus muertos, pero dales un sitio limitado, que les impida invadir toda tu vida.
4.- En el lugar donde habites, consagra siempre un sitio a lo sagrado.
5.- Fija tu atención en ti mismo, se consciente en cada instante de lo que piensas, sientes, deseas y haces.
6.- Termina siempre lo que comenzaste.
7.- Haz lo que estás haciendo lo mejor posible.
8.- No te encadenes a nada que a la larga te destruya.
9.- Desarrolla tu generosidad sin testigos.
10.- Trata a cada persona como si fuera un pariente cercano.
11.- Ordena lo que has desordenado.
12.- Aprende a recibir, agradece cada don.
13.- Cesa de autodefinirte.
14.- No mientas ni robes, si lo haces te mientes y robas a ti mismo.
15.- No desees ser imitado.
16.- Haz planes de trabajo y cúmplelos.
17.- No ocupes demasiado espacio.
18.- No hagas ruidos ni gestos innecesarios.
19.- Si no la tienes imita la fe.
20.- No te dejes impresionar por personalidades fuertes.
21.- No te apropies de nada ni de nadie.
22.- Reparte equitativamente.
23.- No seduzcas.
24.- Come y duerme lo estrictamente necesario.
25.- No hables de tus problemas personales.
26.- No emitas juicios ni criticas cuando desconozcas la mayor parte de los hechos.
27.- No establezcas amistades inútiles.
28.- No sigas modas.
29.- No te vendas.
30.- Respeta los contratos que has firmado.
31.- Sé puntual.
32.- No envidies los bienes o los éxitos del prójimo.
33.- Habla sólo lo necesario.
34.- No pienses en los beneficios que te va a procurar tu obra.
35.- Nunca amenaces.
36.- Realiza tus promesas.
37.- En una discusión ponte en el lugar del otro.
38.- Admite que alguien te supere.
39.- No elimines, sino transforma.
40.- Vence tus miedos, cada uno de ellos es un deseo que se camufla.
41.- Ayuda al otro a ayudarse a sí mismo.
42.- Vence tus antipatías y acércate a las personas que deseas rechazar.
43.- No actúes por reacción a lo que digan bueno o malo de ti.
44.- Transforma tu orgullo en dignidad.
45.- Transforma tu cólera en creatividad.
46.- Transforma tu avaricia en respeto por la belleza.
47.- Transforma tu envidia en admiración por los valores del otro.
48.- Transforma tu odio en caridad.
49.- No te alabes ni te insultes.
50.- Trata lo que no te pertenece como si te perteneciera.
51.- No te quejes.
52.- Desarrolla tu imaginación.
53.- No des órdenes solo por el placer de ser obedecido.
54.- Paga los servicios que te dan.
55.- No hagas propaganda de tus obras o ideas.
56.- No trates de despertar en los otros emociones hacia ti como piedad, admiración, simpatía, complicidad.
57.- No trates de distinguirte por tu apariencia.
58.- Nunca contradigas, solo calla.
59.- No contraigas deudas, adquiere y paga enseguida.
60.- Si ofendes a alguien, pídele perdón.
61.- Si lo has ofendido públicamente, excúsate en público.
62.- Si te das cuenta de que has dicho algo erróneo, no insistas por orgullo en ese error y desiste de inmediato de tus propósitos.
63.- No defiendas tus ideas antiguas sólo por el hecho de que fuiste tú quien las enunció.
64.- No conserves objetos inútiles.
65.- No te adornes con ideas ajenas.
66.- No te fotografíes junto a personajes famosos.
67.- No rindas cuentas a nadie, sé tu propio juez.
68.- Nunca te definas por lo que posees.
69.- Nunca hables de ti sin concederte la posibilidad de cambiar.
70.- Acepta que nada es tuyo.
71.- Cuando te pregunten tu opinión sobre algo o alguien, di solo sus cualidades.
72.- Cuando realices un servicio, no resaltes tus esfuerzos.
73.- Si decides trabajar para los otros, hazlo con placer.
74.- Si dudas entre hacer y no hacer, arriésgate y haz.
75.- No trates de ser todo para tu pareja, admite que busque en otros, lo que tú no puedes darle.
76.- Cuando alguien tenga su público no acudas para contradecirlo y robarle la audiencia.
77.- Vive de un dinero ganado por ti mismo.
78.- No te jactes de aventuras amorosas.
79.- No te vanaglories de tus debilidades.
80.- Nunca visites a alguien sólo por llenar tu tiempo.
81- Obtén para repartir.
82.- Ayuda a tu prójimo sin hacerlo dependiente.
83.- Si estas meditando y llega un diablo, pon ese diablo a meditar…

miércoles, 2 de mayo de 2018

Usa tu Don


LA VIDA. 
Don- uts
🍩🍩🍩🍩🍩🍩🍩

Imagínate un Donuts con agujero en el centro. Nosotros somos igual cual Donuts o rosquilla, con un agujero creado, o imaginado, donde creemos que no tenemos nuestras necesidades cubiertas, que son variables en cada uno de nosotros según prioridad.
Amor, economía, identidad, salud, placer, justicia, etc. etc.

Nuestro Donuts está echo de humildad, esperanza, conciencia, honestidad, y Dios.

Esta es nuestra masa mayor con la cual tendríamos suficiente de todo para crecer y desarrollar os y colaborar con el entorno y los demás.
Cuando nos alejamos de estas virtudes vivimos por y para el agujero negro absorbiendo y consumiendo todas nuestras virtudes manejando nuestra polaridad de vida, haciéndose más grande cuanto más olvidadas dejamos los dones que nos han regalado.
Al alejarnos de la masa nuestro nivel de fe y esperanza son desactivados de nuestro corazón.
Tu Don, se basa en un crecimiento sin fin con una finalidad que no es otra que cerrar el agujero negro que abrimos y esto solo pasa desarrollando y aumentando la totalidad de lo bueno hasta conseguir ser una galleta sin agujero.
Tú cómo tod@s en cada sector de tu cuerpo de vida tiene un agujero que tapar; (mental, físico, espiritual, laboral, económico, familiar, etc., etc.) Debemos reflexionar y no relajarnos si en verdad buscamos el alimento de Paz que solo proporciona una vida sin agujeros de ansias y objetivos por deseos ignorantes y sin futuro. No te vayas por los estrenos y deja de dar vueltas creyendo que todo está bien tarde o temprano resbalarse y te tragara tu propio agujero.
Consulta tus dones y usa tus recursos para vivir una vida sin fin y sin agujeros negros.

Usa. Tu Don.

No seas rosquilla de una mala boca.
Se galleta que no se agota.
    

 Serom
wwwherbolariosanyago.com