sábado, 31 de octubre de 2020

Meditaciones - Marco Aurelio

 


Tan extraño es uno en el mundo ignorando lo que hay como desconociendo lo que en él se hace. Es desertor el que procura esquivar las leyes de la sociedad; ciego, el que tiene cerrados los ojos de la inteligencia; pobre, el que necesita de otro y no posee en sí mismo lo que contribuye al bienestar de la vida; enfermedad del género humano es el que se subleva y se niega a las condiciones de nuestra común naturaleza, maldiciendo los accidentes que le ocurren, porque la que los produce es la que le ha dado el ser y, en fin, es un miembro amputado de la ciudad el que separa su alma de las de los demás seres racionales, porque en el mundo hay una sola y única razón.

jueves, 29 de octubre de 2020

Meditaciones - Marco Aurelio


O el mundo está bien ordenado o solo es un conjunto de materias que se han amontonado sin orden. Pero ¿Cómo puede ser que en ti exista un orden y que en el universo reine el desorden, sobre todo cuando los elementos todos están tan bien combinados, fundidos conjuntamente?


martes, 27 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - LA GUERRA CONTRA EL EGO


Un sufí llamado Ayazi decía:
He participado en noventa guerras, con el cuerpo desnudo, sin protección alguna. He recibido así heridas múltiples, lanzazos o heridas de espada, esperando saborear la muerte de los mártires, pero ninguna flecha me ha tocado en un punto vital. Esto no es más que una cuestión de suerte y mi esfuerzo era inútil. No habiendo podido saborear la dicha del martirio, me retiré a una celda.
Ahora bien, oí el ruido de los tambores y comprendí entonces que los soldados
volvían a la guerra. Sentí como un lamento de todo mi ser que decía:
"Ha llegado el momento de combatir. ¡Levántate y realiza tus deseos en la guerra!"
Yo le respondí:
"¡Oh! ¡Maldito inconstante! Dime la verdad. ¿Qué escondes detrás de tu trapacería? Yo sé muy bien que no hay en ti ninguna inclinación por el combate.
¡Si no me respondes en serio, te haré sufrir las angustias del ascetismo!"
Y mi ego respondió:
"En estos lugares no hay día en que no me martirices. ¡Mi estado es peor que el de tus enemigos y nadie lo sabe! Me matas por falta de descanso y de alimento. ¡Si muero en el combate, entonces, al menos el pueblo verá quién soy yo!
¡Pobre ego! le respondí. No eres más que un hipócrita. No eres más que vanidad. No sólo vives en la calumnia, sino que, además, quieres morir en la calumnia."
Y así fue como me prometí no dejar nunca más la celda. Pues todo lo que hace el ego en semejante circunstancia sólo puede ser pomposidad. Semejante combate es el único verdadero combate. La otra clase no es sino un pequeño combate. ¡No es para quien se asusta de un ratón! Nuestro hombre era un sufí como el de la historia anterior. Pero uno muere por un pinchazo de alfiler, mientras que ninguna espada resiste al otro. El primero tiene la apariencia de un sufí, pero no tiene su alma. Esta especie es la que empaña la reputación de los sufíes.


domingo, 25 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - EL PRISIONERO


Había un sufí que acompañaba a un ejército en guerra. Cuando llegó el momento del combate, los jinetes partieron como flechas, pero el sufí permaneció en su tienda. Pues las almas densas permanecen en tierra mientras que las almas ardientes se elevan hasta el cielo.
Los soldados volvieron victoriosos, en posesión de un inmenso botín. En el momento del reparto, quisieron que participara el sufí, pero él se negó alegando su tristeza por no haber asistido al combate. Como nada lograba calmar su pesar, los soldados le dijeron:
"Hemos traído una gran cantidad de prisioneros. ¡No tienes más que matar a uno de ellos y, de este modo, habrás participado en el combate!"
Esta solución devolvió la alegría al sufí y, apoderándose de uno de los prisioneros, lo condujo detrás de su tienda, para haber suprimido al menos a un enemigo.
Transcurrió un largo rato y los soldados acabaron por preguntarse la razón de este insólito retraso. Uno de ellos, por curiosidad, fue a buscar noticias. Pues bien, detrás de la tienda, descubrió al prisionero con las manos atadas. Había mordido al sufí en el cuello y éste, con la cara ensangrentada, yacía en tierra vencido.
Lo mismo sucede contigo. Ante tu ego, que tiene, sin embargo, las manos atadas, te desvaneces como el sufí. Sientes vértigo desde lo alto de una pequeña colina, pero miles de montañas te esperan.
Los soldados mataron inmediatamente al prisionero y lavaron el rostro del sufí con agua de rosas para calmar su dolor. Cuando recobró el conocimiento, le preguntaron:
"¿Es posible ser tan débil? ¿Cómo has podido dejarte vencer por un hombre que tenía las manos atadas?"
El sufí respondió:
"En el momento en que me disponía a cortarle la cabeza, me lanzó una extraña mirada y perdí el conocimiento. De su mirada surgió un ejército para atacarme. ¡Eso es lo único que recuerdo!"
Los soldados replicaron:
"Es inútil participar en la guerra cuando se tiene semejante valor. ¡Un prisionero maniatado ha podido más que tu paciencia! El ruido de una espada que corta una cabeza ¡no es el ruido de una paleta para lavar la ropa! Tú no estás familiarizado con el combate de los hombres. ¿Cómo podrías pretender nadar en un océano de sangre? Muchas cabezas sin cuerpo ruedan por tierra, porque no se trata de una invitación a sentarse a la mesa. No te remangues como si se tratase de tomar una escudilla de sopa. ¡Esto es un asunto de hombres y no de timoratos!"
¿Cómo podría la razón que se asusta de un ratón desenvainar la espada ante el enemigo? Un combate semejante no está hecho para los que van buscando refugio de ilusión en ilusión.

miércoles, 21 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - EL INSTANTE SECRETO

Un comerciante muy rico tenía una hija de mejillas brillantes como Venus.
Su rostro era hermoso como la luna y daba buena suerte. Cuando alcanzó la edad de la madurez, su padre la confió a un marido. Pero este marido apenas era digno de ella. Sin embargo, si las sandías maduras no se cogen, se pudren.
Así, por temor a los sobornadores, el padre se vio obligado a cometer este error.
Dijo, sin embargo, a su hija:
"Pon mucha atención para no quedarte embarazada. Sólo por necesidad te caso con este pobre hombre. Es un solitario y no hay que esperar mucha constancia por su parte. Si te abandona cualquier día, la carga de un hijo sería demasiado pesada para ti.
¡Oh, padre! dijo la bella, ¡tu consejo es bien intencionado y lleno de razón y obraré siguiendo tu parecer!"
Cada tres días, el comerciante reiteraba sus consejos a su hija para protegerla del peligro de la procreación. Pero ella era joven y su marido también, tanto que no tardó en quedar embarazada. Ocultó a su padre la noticia durante cinco meses, hasta el momento en que la cosa se hizo evidente en exceso.
"¿No te había dicho yo que tuvieras cuidado? exclamó el comerciante. ¿Se han desvanecido mis consejos como humo? ¿Alguna vez han influido en ti?
¡Oh, padre! respondió la hija, ¿cómo habría podido protegerme? La mujer y el hombre son como del fuego y el algodón. ¿Cómo podría el algodón protegerse del fuego y evitar inflamarse?"
El comerciante replicó:
"No te aconsejé que no te acercaras a tu marido, sino sólo que te protegieras de su semen. ¡No tenías más que alejarte de él en el momento fatal!
-Pero ¿cómo hubiera yo podido reconocer un instante tan secreto?
-Es evidente, sin embargo. ¡Es el momento preciso en que los ojos del hombre se ponen en blanco!
¡Querido padre! exclamó la hija, ¡cuando los ojos de mi marido se ponen en blanco, los míos se quedan ciegos!"

lunes, 19 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - CUARENTA MONEDAS DE PLATA


Un hombre poseía cuarenta monedas de plata y, todos los días, echaba una de ellas al mar para penitencia de su ego. Este hombre era un gran guerrero y no conocía el miedo frente al enemigo. Cuando recibía una herida se la vendaba y volvía al combate. Durante una guerra, después de haber recibido una veintena de lanzazos y otras tantas flechas, perdió sus fuerzas y cayó a tierra. Su alma se reunió entonces con la de los fieles.
No consideres esta muerte como formal. Pues el cuerpo es como un instrumento para el espíritu. Cuando su caballo ha muerto, ya no puede avanzar.
Mucha gente ha vertido su sangre en apariencia, pero se ha reunido en el otro mundo con su ego muy vivo. La herramienta está rota, pero el bandido sigue viviendo. El cuerpo está ensangrentado, pero el ego irradia salud.
Muchos egos de mártires han muerto en este mundo y se pasean, sin embargo, vivos. El espíritu ha atacado, pero el cuerpo carecía de espada. La espada es desde luego, la misma espada, pero el hombre no es el mismo hombre y esta apariencia es lo asombroso. Cuando cambias tu ego, sabe que la espada del cuerpo está en la mano de Dios.

sábado, 17 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - EL INVITADO


Un hombre recibió un día una visita inesperada. Abrazó a su invitado con fervor. Dispuso la mesa y le ofreció una hospitalidad intachable. Ahora bien, había aquella misma noche una fiesta de boda en la casa del vecino y el hombre dijo a su mujer:
"Extiende dos literas. Pon la mía a un lado de la puerta y la de mi invitado
al otro lado.
¡Oh, luz de mis ojos! respondió la mujer. ¡Cumpliré con alegría lo que me pides!"
Preparó ella, pues dos lechos y después se fue a casa del vecino para participar en la fiesta de la boda. El hombre y su invitado pasaron la velada saboreando frutos y contándose las extrañas aventuras que les habían sucedido en el curso de su existencia.
Cuando se hizo tarde, el invitado, ya con sueño, se dirigió al lecho situado cerca de la puerta y el amo de la casa no se atrevió a indicarle el lugar que le había asignado.
Al volver de la fiesta, la mujer se desnudó y se acostó en el lecho del invitado. Tomándolo por su marido, le abrazó diciendo:
"¡Oh, sabio! Mis temores se han realizado. Fuera cae una lluvia torrencial y eso va a retrasar la partida de nuestro invitado. ¡Se va a quedar pegado a nosotros como una lapa! Porque ¿cómo podría irse con semejante lluvia? ¡Ah! ¡Puedes estar seguro! ¡Va a quedarse y será como un estorbo para nuestras dos almas!"
A estas palabras, el invitado se levantó como una flecha de su lecho y reclamó su calzado diciendo:
"No temo ni el barro ni la lluvia. Estoy listo para partir. ¡Muy buenas noches! El alma que viaja no debería concederse el menor instante de descanso o de distracción. El que no está más que de paso debe volverse a su casa lo más aprisa posible."
La mujer intentó hacerle creer que sólo se trataba de un juego, pero ni siquiera sus lágrimas lograron hacer ceder al invitado y ella y su marido se pusieron a lamentarse tras la partida de su huésped.
Tristes y avergonzados por esta aventura, transformaron su casa en albergue, pero, en todos los instantes, la imagen de su invitado les decía en su corazón:
"Yo era amigo de Elías. Había venido para haceros compartir los tesoros de la misericordia. ¡Ay, era vuestro destino que las cosas sucedieran así!"

jueves, 15 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - LA PARTIDA DE AJEDREZ


Al sultán le gustaba mucho jugar al ajedrez con Delkak, pero cada vez que este último le daba jaque mate, sentía una violenta cólera.
"¡Así seas condenado!" le gritaba.
Tomaba las piezas del tablero y se las lanzaba a la cabeza.
"¡Toma! ¡Ahí tienes al rey!" decía.
Delkak, con mucha paciencia, esperaba el socorro de Dios. Un día, el sultán le ordenó que jugara una partida y Delkak se puso a temblar como si se encontrase desnudo sobre el hielo. El sultán perdió de nuevo. Cuando llegó el momento fatal, Delkak se refugió en un rincón de la habitación y se ocultó detrás de seis capas de edredones para protegerse del lanzamiento de las piezas.
"¿Qué haces?" le preguntó el sultán.
Desde debajo de los edredones, Delkak le respondió:
"¡Dos veces condenado seas! Cuando tu cólera se desborda, nadie se atreve a decir la verdad. Eres tú quien ha perdido la partida, pero, en realidad soy yo el que sufre el jaque mate por tus golpes y me veo obligado a protegerme bajo los edredones para decirte:
¡Condenado seas!"

martes, 13 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - EL VINO


Había un emir que era un buen vividor y apreciaba mucho el vino. Su morada era el refugio de los pobres y de los inconscientes. Su corazón encerraba, como el océano, perlas y oro.
En aquella época, que era la de Jesús, se permitía beber vino. Una noche, nuestro emir recibió la visita inesperada de otro emir cuyo carácter era muy semejante al suyo. Para que nada faltase a su alegría, se hicieron traer vino.
Pero, como quedaba muy poco, el emir llamó a su esclavo y le pidió que fuese a buscar vino a casa de un sacerdote vecino suyo.
"Toma esta cántara, le dijo, y ve a llenarla de vino de ese sacerdote, pues su vino es puro. ¡En una sola gota de esa bebida, se encuentra un efecto que se buscaría inútilmente en un tonel de otro vino!"
El esclavo tomó, pues, una cántara y corrió al monasterio. Adquirió vino y pagó en moneda de oro. Dio guijarros y recibió joyas. ¡Pues el vino, que anima incluso los huesos, cambia, para el que lo bebe, el trono en un vulgar trozo de madera!
Así pues, provisto de su preciosa carga, el esclavo se volvió hacia el palacio
de su amo. Pero, de pronto, apareció en su camino un asceta de aspecto triste.
Su cuerpo estaba como consumido por el fuego de su corazón. Y sus duras pruebas lo habían marcado profundamente. Vivía noche y día en contacto con la tierra y con la sangre. Su paciencia y su lucidez no se apagaban sino pasada la medianoche. Este asceta preguntó al esclavo:
"¿Qué contiene esa cántara?
- ¡Vino! respondió éste.
- ¿Y para quién es ese vino? prosiguió el asceta.
- ¡Para mí amo! respondió el esclavo.
- ¿Cómo es posible buscar la verdad cuando se entrega uno a los placeres de la bebida? exclamó el asceta. ¿Se puede beber el vino de Satanás cuando la razón nos falla? La razón se dispersa sin que nos demos cuenta y conviene añadir razón a la misma razón. ¡Cuando uno se embriaga tan tontamente, se encuentra como el pájaro cogido en el cepo!"
Y, tomando una piedra, la lanzó contra la cántara, que se rompió. El esclavo huyó y fue a refugiarse en la casa de su amo. Este le preguntó si había encontrado vino y el esclavo le contó lo que había sucedido. El emir entró entonces en una violenta cólera y pidió que se le indicara la casa de aquel asceta.
"¡Se ha ganado un buen estacazo! exclamó. ¡Qué especie de asno!
¿Qué podría saber él del orden de la sabiduría? ¡Habrá querido hacerse notar adquirir renombre por la hipocresía! ¡Cuando un loco se enreda en calumnias, el látigo es un excelente remedio para hacer salir a Satanás de su cabeza!"
Vociferando así, con su estaca en la mano el emir llegó, medio ebrio, a la casa del asceta, con la intención de matarlo. El asceta, asustado, se ocultó bajo unos fardos de lana. Al oír desde su escondite las imprecaciones del emir se dijo:
"¡Desde luego hace falta un gran valor para atreverse a decir a la gente la verdad en su cara! Sólo los espejos son capaces de ello. Hay que tener una cara tan dura como un espejo de metal para atreverse a decir a un hombre semejante:
"¡Mira el horror de tu cara!»
Finalmente, el emir acabó por encontrar al asceta y se dedicó a la tarea de molerlo a palos. Hizo tanto ruido que todo el barrio estuvo pronto sobresaltado.
El asceta estaba magullado por todas partes.
¡Oh, emir! ¡Perdónalo! Este pobre asceta es un desdichado que ha soportado muchos sufrimientos. ¡Oh, queridos amigos! ¡Tened piedad de los que aman! Pues son como muertos en este mundo de muerte. También tú has roto muchas cántaras por ignorancia. Y tu corazón espera, sin embargo, el perdón.
Entonces, perdona tú también si quieres ser perdonado.
El emir exclamó:
"¿Quién es él para haberse atrevido a romper esta cántara? Hasta el león me mira con temor. ¿Cómo ha tenido este asceta el atrevimiento de lastimar el corazón de mi esclavo y avergonzarme ante mi invitado? ¡Ha derramado un vino más precioso que la sangre y ahora intenta escapar como una mujer! Aunque fuera un pájaro, ni siquiera eso impediría que la flecha de mi cólera desgarrase sus alas. ¡Aunque se protegiese bajo toneladas de rocas, sería para mí un juego hacer estallar su refugio! ¡Mi intención es apalearlo de tal modo que eso sea una lección para todos los de su especie!"
Su cólera era tan viva que escupía fuego ebrio de sangre. Al oír estas amenazas, la gente se puso a interceder en favor del asceta. Besaron las manos y los pies del emir:
"¡Oh, emir! ¿Son dignas de ti tal cólera y tal rabia? Aunque tu vino haya sido derramado, ¿no quieres buscar la alegría sin el vino? La atracción que experimentas por esa bebida proviene de ti. Tu corpulencia y el color de tus mejillas hacen esclavos tuyos a todos los vinos y vuelven celosos a todos los bebedores. Nada tienes que hacer con un vino del color de las rosas. Porque tú mismo eres de ese color. ¡En realidad, el vino en su tonel se estremece de afecto por tus mejillas! Tú eres un océano. ¿Qué es una gota para ti? Tú eres la fuente de las alegrías y del placer. ¿Por qué tomarte ese trabajo por un poco de vino?
"¡La joya es el hombre y los cielos no están hechos sino para él! Lo esencial es el hombre y todo lo demás no es más que detalle. No te mancilles, pues la razón, la idea y la previsión son esclavas tuyas. Toda criatura tiene por misión servirte. Puesto que tú eres la joya, no está bien que halagues tu montura. ¡Ay! ¡Tú buscas la ciencia en los libros y en el gusto de los dulces! Pero tú eres un océano de ciencia oculto en una gota. Todo el universo está escondido en tu cuerpo. Pues, ¿qué es el vino, el sama (danza de los derviches) o la fornicación, para que tú esperes encontrar en eso placer o utilidad? ¿Cómo podría tomar el sol algo de las chispas? Tú eres un alma libre, pero ¡ay! te has convertido en prisionero de las condiciones. ¡Apiadémonos del sol enredado en sus ataduras!"
El emir respondió:
"¡No! El vino es mi pasión y no puedo contentarme con vuestros placeres inocentes. Querría ser como el jazmín que se estremece al viento. Querría liberarme de toda esperanza y de todo temor. Querría ser como el sauce que se derrama por todos lados. Querría jugar con el viento, como hacen sus ramas."

domingo, 11 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - EL GATO Y LA CARNE


Un hombre tenía una mujer de carácter desabrido, sucia y mentirosa, que derrochaba todo lo que su marido traía a la casa. Un día, este hombre, que era muy pobre, compró carne para obsequiar a sus invitados. Pero la mujer se la comió a escondidas, rociándola con un poco de vino. En el momento de la comida, el hombre le dijo:
"¡Los invitados están aquí! ¿Dónde está la carne y el pan? ¡Sirve a mis invitados!
-El gato se ha comido toda la carne, respondió la mujer. ¡Vuelve a comprar, si quieres!"
El hombre tomó entonces al gato y lo pesó en una balanza. Encontró que el animal pesaba cinco kilos. Exclamó:
"¡Oh, mujer mentirosa! ¡La carne que he comprado pesaba también cincokilos! Si acabo de pesar el gato, ¿dónde está la carne? Pero si es la carne lo que acabo de pesar, entonces ¿adónde ha ido a parar el gato?"


viernes, 9 de octubre de 2020

Cuentos Sufís - ALMUÉDANO


Había una vez un almuédano cuya voz era muy estridente. Tenía como tarea llamar a los fieles a la oración, pero, cada vez que empezaba a cantar, le decían:
"¡Por piedad! ¡Detente, pues tu canto no hace sino aumentar nuestras divergencias!"
Un día, un infiel llegó con unas vestiduras de seda, una vela y dulces, así como toda clase de presentes y pidió ver al almuédano.
"¡Su voz es tan hermosa, dijo, que proporciona descanso al espíritu!"
Los demás dijeron entonces:
"¿Cómo puede proporcionar descanso una voz semejante?"
El hombre respondió:
"Tengo una hija que es muy hermosa. Ahora bien, un día tuvo la tentación de abrazar la fe. Intenté disuadirla de ello, pero en vano. Esta pasión por la fe la poseía tan fuertemente que mi pena aumentaba de día en día. Nada logró hacerla cambiar de idea, salvo el canto del almuédano pues, al oírlo, mi hija exclamó: "¡Qué voz! ¡Mis oídos están aterrados! ¡En toda mi vida no he oído un canto peor!" Su hermana le dijo entonces que era la llamada a los fieles para la oración. Ella no quiso creerlo y se informó por todos lados. Cuando quedó
convencida de que era exacto, el amor por la fe se enfrió en su corazón. Mis temores se disiparon y recobré el sueño. ¡Encontré, pues, el descanso, gracias a esta voz y traigo estos regalos al almuédano como muestra de agradecimiento!"
Lo llevaron ante el almuédano y le dijo:
"¡Acepta estos regalos pues, gracias a ti, he encontrado el descanso! ¡Soy tu servidor!"
Así es como vuestra fe, llena de mentiras, es un obstáculo en el camino.
Sucede con todo eso como con aquellas dos mujeres que, al ver a dos asnos copular en un prado, se dijeron:
"¡Eso sí que es realmente virilidad! Si eso es amor, entonces ¡qué poca cosa son nuestros maridos!"

miércoles, 7 de octubre de 2020

Sabiduría del Talmud - Se moderado en todo.


Una canasta de suculentos dátiles le fue traída en una ocasión a Ulah como obsequio.
'Cuantas canastas de dátiles como estas' pregunto el, 'puedo comprar con un Zuz (Zuz era una medida monetaria).
'Tres,' le contestaron.
'Que cantidad tan enorme de miel por un Zuz!' exclamo.
Sin embargo, los dátiles eran muy deliciosos que se los comió todos sin parar y pago la penalidad por comer demasiado.
'Oh!,' se quejó en dolor, 'que gran cantidad de veneno por un Zuz!'
Elabora el Talmud sobre el tema:
Moderación en todas las cosas es deseable.

lunes, 5 de octubre de 2020

Sabiduría del Talmud - El castigo del egoísta.

Un hombre muy anciano se encontraba plantando un árbol de higos a un lado del camino en Tiberias cuando el emperador Adrián pasaba y se detuvo.
'Si has trabajado en tu juventud,' dijo el emperador, 'no deberías trabajar en tu vejez. Seguramente que no esperas vivir para comer de los frutos de ese árbol.'
'Honrado señor,' contesto el anciano, 'en mi juventud trabaje y trabajo en mi vejez también. Mi ruego es vivir para disfrutar del fruto de este árbol a pesar de que he vivido cien años ya.'
'Bien, si llegas a vivir para comer de los higos de este árbol,' dijo su majestad, 'Te pido me lo hagas saber.'
Sucedió que el anciano vivió hasta que comió del fruto de ese árbol y recordando las palabras del emperador, lleno una pequeña canasta con los higos más selectos del árbol y toco a la puerta del palacio para presentárselos al emperador.
El emperador no le reconoció inicialmente cuando le admitieron pasar a su presencia, pero el anciano le dijo: 'No me recuerda usted?' Soy el anciano a quien usted vio plantando un árbol de higos, y recuerda sus palabras. - Si llegas a vivir para comer los higos de este árbol, te pido me lo hagas saber. He aquí, he venido a traerle de lo más selecto del fruto de ese árbol, para que usted los
disfrute igualmente.'
Este amable y considerado acto del anciano complació mucho al emperador y acepto los higos y en agradecimiento lleno el canasto del anciano con monedas de oro, y lo envió felizmente de regreso.
Sucedió que al lado del anciano vivía una mujer muy egoísta quien mostro mucho interés en la historia que el anciano conto a su regreso. Lleno una inmensa canasta con higos y le dijo al esposo, 'lleva esta canasta al emperador, le encantan los higos y te llenara el canasto con monedas de oro en retribución.'
Al llegar a las puertas del palacio les dijo a los guardias: 'Estos higos traigo de obsequio a su majestad. Vacíen mi canasto, les pido, y llénenlo con oro.
Cuando el mensaje fue entregado al emperador, ordeno que trajeran al hombre frente al palacio para que cualquiera que pasara le arrojase higos, cuando se acabaron los higos, le permitieron regresar a casa.
Humillado y triste, le conto a su esposa sobre su experiencia. 'No te fijes.' lo consoló ella, 'agradece que fueron higos y no cocos, o hubieses sufrido peores heridas.'

sábado, 3 de octubre de 2020

Sabiduría del Talmud - La cola de la serpiente.


Un día, la cola de la serpiente le dijo a la cabeza: 'Porque no yo también lidero algunas veces? Siempre me quedo detrás mientras que tú siempre apareces primero. Acaso no soy capaz de liderar también como tú'
'Puedes tener tu deseo,' contesto la cabeza, cediendo la conducción a la cola.
Lo primero que hizo la cola fue arrastrar al cuerpo a una zanja lodosa. Después, ingreso a un horno incandescente y al escapar de este, se encontró atorada en una mata espinosa.
A este punto, comprendió que no daba el ancho y que le faltaba habilidad para liderar y estaba dispuesta a delegar el liderazgo a la cabeza y volver a su lugar donde pertenecía.
Elabora el Talmud sobre el tema:
Uno no debe ponerse la corona ameritada, si no dejar que otros lo hagan, como está escrito: 'Que otro hombre te alabe, y no tu propia boca; un extraño, y no tus propios labios.

jueves, 1 de octubre de 2020

Sabiduría del Talmud - No calumnies (No difames).


Un importante documento legal llego a Rabbi Yehuda el príncipe para su consideración, y, al leerlo, encontró muchos errores en él.
Mirando a su hijo, Shimon, quien era un escriba, le pregunto:
'Tu escribiste esto?'
'No padre mío,' contesto, 'fue escrito por Jayta.'
'No debiste decir eso, hijo mío,' Respondió el padre. 'Hubiese sido suficiente que dijeras que no habías sido tu quien lo escribió, la información adicional, que me has dado, incrimina a otro, lo cual no era necesario, y tal cosa cuenta como difamación.'
Elabora el Talmud sobre el tema:
'Nunca veo al rededor cuando hablo de alguna persona para ver si está presente,' dijo Rabbi Yosef, 'ya que nunca he dicho nada en la ausencia de alguna persona que no haya dicho en su presencia.'