miércoles, 29 de noviembre de 2017

LA QUEJA- Cuento Sufí

Un día, la mujer de un pobre beduino dijo agriamente a su marido:
"padecemos sin cesar pobreza y necesidad. La pena es nuestro legado,
mientras que el placer es el de los demás. No tenemos agua, sino sólo lágrimas.
La luz del sol es nuestro único vestido y el cielo nos sirve de edredón. A veces
llego a tomar la luna llena por un trozo de pan. Incluso los pobres se avergüenzan ante nuestra pobreza. Cuando tenemos invitados, siento deseos de robarles sus vestidos mientras duermen."
Su marido le respondió:
"¿Hasta cuándo vas a seguir quejándote? Ya ha pasado más de la mitad de
tu vida. La gente sensata no se preocupa de la necesidad ni de la riqueza, pues
ambas pasan como el río. En este universo, hay muchas criaturas que viven sin
preocuparse por su subsistencia. El mosquito, como el elefante, forma parte de la familia de Dios. Todo eso no es más que preocupación inútil. Eres mi mujer y
una pareja debe estar conjuntada. Puesto que yo estoy satisfecho, ¿por qué estás tú tan quejosa?"
La mujer se puso a gritar:
"¡Oh, tú, que pretendes ser honrado! Tus idioteces ya no me impresionan.
No eres más que pretensión. ¿Vas a seguir mucho tiempo profiriendo tales
insensateces? Mírate: la pretensión es algo feo, pero en un pobre es aún peor. Tu casa parece una tela de araña. Mientras sigas cazando mosquitos en la tela de tu pobreza, nunca serás admitido cerca del sultán y de los beyes."
El hombre replicó:
"Los bienes son como un sombrero en la cabeza. Sólo los calvos lo
necesitan. ¡Pero los que tienen un hermoso pelo rizado pueden muy bien
prescindir de él!"
Viendo que su marido se encolerizaba, la mujer se puso a llorar, pues las
lágrimas son las mejores redes femeninas. Empezó a hablarle con modestia:
"Yo no soy tu mujer; no soy más que la tierra bajo tus pies. Todo lo que
tengo, es decir, mi alma y mi cuerpo, todo te pertenece. Si he perdido la
paciencia sobre nuestra pobreza, si me lamento, no creas que es por mí. ¡Es por ti!”
Aunque, aparentemente, los hombres vencen a las mujeres, en realidad,
son ellos, sin duda alguna, los vencidos. Es como con el agua y el fuego, pues el fuego acaba siempre por evaporar el agua."
Al oír estas palabras, el marido se excusó ante su mujer y dijo:
"Renuncio a contradecirte. Dime qué quieres."
La mujer le dijo:
"Acaba de amanecer un nuevo sol. Es el califa de la ciudad de Bagdad.
Gracias a él, esta ciudad se ha convertido en un lugar primaveral. Si llegaras
hasta él, es posible que, también tú, te convirtieras en sultán."
El beduino exclamó:
"pero ¿con qué pretexto podría yo presentarme ante el califa? ¡No puede
hacerse una obra de arte sin herramientas!"
Su mujer le dijo:
"Sabe que las herramientas son signo de presunción. En esto, sólo necesitas
tu modestia."
El beduino dijo:
"Necesito algo para atestiguar mi pobreza, pues las palabras no bastan."
La mujer:
"Aquí tienes una cántara llena con agua del pozo. Es todo nuestro tesoro.
Tómala y ve a ofrecerla al sultán, y dile que no posees otra cosa. Dile, además
que puede recibir muchos regalos, pero que esta agua, por su pureza, le
reconfortará el alma."
El beduino quedó seducido por esta idea:
"¡Un regalo así, ningún otro puede ofrecerlo!"
Su mujer que no conocía la ciudad ignoraba que el Tíber pasaba ante el
palacio del sultán. El beduino dijo a su mujer:
"¡Tapa esta cántara para que el sultán rompa su ayuno con esta agua!"
Y acompañado por las plegarias de su mujer, el hombre llegó sano y salvo a
la ciudad del califa. Vio a muchos indigentes que recibían los favores del sultán.
Se presentó en el palacio. Los servidores del sultán le preguntaron si había
tenido un buen viaje y el beduino explicó que era muy pobre y que había hecho
aquel viaje con la esperanza de obtener los favores del sultán. Lo admitieron,
pues, en la corte del califa y llevó la cántara ante este último.
Cuando lo hubo escuchado, el califa ordenó que llenasen de oro su cántara.
Hizo que le entregaran preciosos vestidos. Después pidió a un servidor suyo que lo condujese a la orilla del Tíber y lo embarcase en un navío.
"Este hombre, dijo, ha viajado por la ruta del desierto. Por el río, el camino
de vuelta será más corto."
Pues, aun cuando poseía un océano, el sultán aceptó unas gotas de agua
para transformarlas en oro.
El que advierte un arroyuelo del océano de la verdad, debe primero romper

su cántara.

lunes, 27 de noviembre de 2017

EL BORRACHO - Cuento Sufí

Un transeúnte encontró en plena noche a un borracho dormido junto a una
pared. Lo sacudió y le dijo:
"¡Oh, borracho! ¿Qué has bebido para verte en este estado?"
El otro respondió:
"¡He bebido lo que había en esta cántara!"
- ¿Y qué había en esa cántara? - ¡Lo que he bebido!
-Pero eso es justamente lo que te pregunto: ¿Qué has bebido? - ¡Lo que había en esta cántara!
- ¡Escucha! dijo el transeúnte, ¡levántate y ven conmigo! ¡Te llevo a la cárcel
porque estás borracho!
- ¡Déjame ya tranquilo!
- ¡Vamos, levántate y sígueme a la cárcel!
Entonces el borracho exclamó:
"¡Pero, bueno, si tuviera fuerza para andar, volvería a mi casa!"

jueves, 23 de noviembre de 2017

LA HERMOSA SIRVIENTA - Cuento Sufí

Érase una vez un sultán, dueño de la fe y del mundo. Habiendo salido de
caza, se alejó de su palacio y, en su camino, se cruzó con una joven esclava. En un instante él mismo se convirtió en esclavo. Compró a aquella sirvienta y la
condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cayó enferma.
¡Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cántara, pero no hay agua. Y
cuando se encuentra agua, ¡la cántara está rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.
El sultán reunió a todos sus médicos y les dijo:
"Estoy triste, sólo ella podrá poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros
que logre curar al alma de mi alma, podrá participar de mis tesoros."
Los médicos le respondieron:
"Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el
mesías de este mundo. Conocemos el bálsamo que conviene a las heridas del
corazón."
Al decir esto, los médicos habían menospreciado la voluntad divina. Pues
olvidar decir "¡Insh Allah!" hace al hombre impotente. Los médicos ensayaron
numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se
desmejoraba cada día un poco más y las lágrimas del sultán se transformaban en arroyo.
Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto
previsto. El sultán, al comprobar la impotencia de sus médicos, se trasladó a la
mezquita. Se prosternó ante el Mihrab e inundó el suelo con sus lágrimas. Dio
gracias a Dios y le dijo:
"Tú has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de
dirigirme a alguien distinto a ti. ¡Perdóname!" Esta sincera plegaria hizo desbordarse el océano de los favores divinos, y el sultán, con los ojos llenos de lágrimas, cayó en un profundo sueño. En su sueño, vio a un anciano que le decía:
"¡Oh, sultán! ¡Tus ruegos han sido escuchados! Mañana recibirás la visita
de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confianza. Es también un buen
médico. Hay sabiduría en sus remedios y su sabiduría procede del poder de Dios."
Al despertar, el sultán se sintió colmado de alegría y se instaló en su ventana para esperar el momento en el que se realizaría su sueño. Pronto vio llegar a un hombre deslumbrante como el sol en la sombra.
Era, desde luego, el rostro con el que había soñado. Acogió al extranjero
como a un visir y dos océanos de amor se reunieron. El anfitrión y su huésped se hicieron amigos y el sultán dijo:
"Mi verdadera amada eras tú y no está sirvienta. En este bajo mundo, hay
que acometer una empresa para que se realice otra. ¡Soy tu servidor!"
Se abrazaron y el sultán añadió:
"¡La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!". Mientras le contaba su historia, acompañó al sabio anciano junto a la sirvienta enferma. El anciano observó su tez, le tomó el pulso y descubrió todos los síntomas de la enfermedad. Después, dijo:
"Los médicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues
no han estudiado tu corazón." No tardó en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazón son tan evidentes como los de la vesícula. Cuando la leña arde, se percibe. Y nuestro médico comprendió rápidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazón.
Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el estado
de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera
mudo. ¡Sí! Nuestra lengua es muy hábil en hacer comentarios, pero el amor sin
comentarios es aún más hermoso. En su ambición por describir el amor la razón se encuentra como un asno tendido cuan largo es sobre el lodo. Pues el testigo del sol es el mismo sol.
El sabio anciano pidió al sultán que hiciera salir a todos los ocupantes del
palacio, extraños o amigos.
"Quiero, dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas
preguntas que hacer a la enferma."
La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del sultán.
El anciano empezó entonces a interrogarla con mucha dulzura:
"¿De dónde vienes? Tú no debes ignorar que cada región tiene métodos
curativos propios. ¿Te quedan parientes en tu país? ¿Vecinos? ¿Gente a la que amas?"
Y, mientras le hacía preguntas sobre su pasado, seguía tomándole el pulso.
Si alguien se ha clavado una espina en el pie lo apoya en su rodilla e intenta sacársela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, ¡qué decir de una espina en el corazón! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, éste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.

Así nuestro competente médico prestaba gran atención al pulso de la enferma en cada una de las preguntas que le hacía. Le preguntó cuáles eran las ciudades en las que había estado al dejar su país, cuáles eran las personas con quienes vivía y comía. El pulso permaneció invariable hasta el momento en que mencionó la ciudad de Samarcanda. Comprobó una repentina aceleración. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy pálidas, empezaron a
ruborizarse. La sirvienta le reveló entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarcanda que vivía en su barrio cuando ella había estado en aquella ciudad.
El médico le dijo entonces:
"No te inquietes más, he comprendido la razón de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. ¡Que tu corazón enfermo recobre la alegría! Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultán." Después fue a reunirse con el sultán, le expuso la situación y le dijo:
"Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites personalmente.
No hay duda de que estará encantado con tal invitación, sobre todo si le envías
como regalo unos vestidos adornados con oro y plata." El sultán se apresuró a enviar a algunos de sus servidores como mensajeros ante el joyero de Samarcanda. Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:
"¡Oh, hombre de talento! ¡Tu nombre es célebre en todas partes! Y nuestro
sultán desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te envía unos vestidos, oro y plata. Si vienes, serás su protegido." A la vista de los presentes que se le hacían, el joyero, sin sombra de duda, tomó el camino del palacio con el corazón henchido de gozo. Dejó su país, abandonando a sus hijos, y a su familia, soñando con riquezas. Pero el ángel de la muerte le decía al oído:
"¡Vaya! ¿Crees acaso poder llevarte al más allá aquello con lo que sueñas?"
A su llegada, el joyero fue presentado al sultán. Este lo honró mucho y le confió la custodia de todos sus tesoros. El anciano médico pidió entonces al sultán que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unión.
Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en el placer y
en el gozo. La enferma sanaba y se volvía cada vez más hermosa.
Un día, el médico preparó una cocción para que el joyero enfermase. Y, bajo el efecto de su enfermedad, este último perdió toda su belleza. Sus mejillas
palidecieron y el corazón de la hermosa sirvienta se enfrió en su relación con él. Su amor por él disminuyó así hasta desaparecer completamente. Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor es una vergüenza. Sus más hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El
zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.
El joyero decía:
"Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y él

quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengaré." Rindió el alma y la sirvienta quedó libre de los tormentos del amor. Pero el amor a lo efímero no es amor.

lunes, 20 de noviembre de 2017

El cantero

Había una vez un cantero que estaba insatisfecho consigo mismo y con su posición en la vida. Un día pasó por la casa de un rico mercader. A través de la verja abierta, vio muchas hermosas pertenencias e importantes visitantes” ¡cuán poderoso debe ser este mercader!”, pensó el cantero.
Se volvió muy envidioso y deseó poder ser como el mercader.

Para su sorpresa, se vio de repente convertido en el mercader, disfrutando más lujos y poder que nunca hubiera imaginado, pero envidiado y detestado por aquellos menos ricos que él mismo. Pronto, pasó un funcionario de alto rango, llevado en una silla, acompañado por sirvientes y escoltado por soldados batiendo gongs. “Cuán poderoso es este funcionario” pensó, “quisiera ser un oficial de alto rango”. 
Entonces se vio convertido en el oficial, llevado en volandas a todas partes, temido y odiado por todo el mundo que le rodeaba. Era un caluroso día de verano, así que el oficial se sintió incómodo y la silla se volvía pegajosa. Miró arriba al sol. Brillaba orgullosamente en el cielo, sin ser afectado por nada. “Cuán poderoso es el sol” pensó. “Quisiera ser el Sol”. Entonces se vio convertido en el Sol, brillando con fuerza, secando los campos, maldecido por los granjeros y obreros. 
Pero una gigantesca nube se interpuso entre él y la tierra, impidiendo que sus rayos llegaran más abajo. “Cuán poderosa es esta nube”, pensó,” Quisiera ser una nube” Entonces se convirtió en la nube, inundando los campos y los pueblos, odiada por todos los que se encontraban bajo ella. 
Entonces se dio cuenta que era arrastrado por el viento “Cuán poderoso es el viento” pensó, “quisiera ser el viento”
Entonces se convirtió en el viento, levantando las tejas de las casas, arrancando árboles y odiado por todos. Pero tras un rato, se encontró con algo que no podía mover, por mucho que soplara contra ella: una inmensa, poderosa roca, más poderosa que cualquier otra cosa sobre la faz de la tierra.
“Cuán poderosa es esta roca” pensó, “quisiera ser esta roca”. Entonces se convirtió en la roca, más poderosa que cualquier otra cosa sobre la tierra. Pero mientras que permanecía allí, oyó el sonido de un martillo golpeando un cincel sobre una superficie dura, y sintió que estaba cambiando.
“¿Que puede ser más fuerte que yo, la roca?” pensó.

Miró hacia abajo y vio la figura de un cantero.

sábado, 18 de noviembre de 2017

Cuento Zen: “La taza del maestro”

Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen.  Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.
Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.
Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.
El maestro le responde con tranquilidad
-Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?
Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó:
“A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada”

jueves, 16 de noviembre de 2017

La leyenda de la mariposa azul

Cuenta esta leyenda oriental, que hace muchos años, un hombre enviudó y quedó a cargo de sus dos hijas. Las dos niñas eran muy curiosas, inteligentes y siempre tenían ansias de aprender. Constantemente invadían a preguntas a su padre, para satisfacer su hambre de querer saber.
A veces, su padre podía responderles sabiamente, sin embargo, las preguntas de sus hijas le impedían darles una respuesta correcta o que convenciera a las pequeñas.
Viendo la inquietud de las dos niñas, decidió enviarlas de vacaciones a convivir y aprender con un sabio, el cual vivía en lo alto de una colina.
El sabio era capaz de responder a todas las preguntas que las pequeñas le planteaban, sin ni siquiera dudar.
Sin embargo, las dos hermanas decidieron hacerle una pícara trampa al sabio, para medir su sabiduría.
Una noche, ambas comenzaron a idear un plan: proponerle al sabio una pregunta que éste no fuera capaz de responder.
-¿Cómo podremos engañar al sabio?
¿Qué pregunta podríamos hacerle que no sea capaz de responder?- preguntó la hermana pequeña a la mayor.
-Espera aquí, enseguida te lo mostraré- indicó la mayor.
La hermana mayor salió al monte y regresó al cabo de una hora.
Tenía su delantal cerrado a modo de saco, escondiendo algo.
-¿Qué tienes ahí?– preguntó la hermana pequeña.
La hermana mayor metió su mano en el delantal y le mostró a la niña una hermosa mariposa azul.
-¡Qué belleza! ¿Qué vas a hacer con ella?
-Esta será nuestra arma para hacer la pregunta trampa al maestro. Iremos en su busca y esconderé esta mariposa en mi mano.
Entonces le preguntaré al sabio si la mariposa que está en mi mano está viva o muerta.
Si él responde que está viva, apretaré mi mano y la mataré.
Si responde que está muerta, la dejaré libre. Por lo tanto, conteste lo que conteste, su respuesta será siempre errónea.
Aceptando la propuesta de la hermana mayor, ambas niñas fueron a buscar al sabio.
-Sabio- dijo la mayor- ¿Podría indicarnos si la mariposa que llevo en mi mano está viva o está muerta?
A lo que el sabio, con una sonrisa pícara, le contestó:
“Depende de ti, ella está en tus manos”.
Nuestro presente y nuestro futuro esta únicamente en nuestras manos. Nunca debemos culpar a alguien si algo falla. Si algo perdemos o si algo conseguimos, nosotros somos los únicos responsables.
La mariposa azul es nuestra vida. En nuestras manos está que queremos hacer con ella.

martes, 14 de noviembre de 2017

“TODO CUANTO NECESITAS ESTÁ EN TI” - Fun Chang (14)

El respeto es el signo de mayor evolución que existe en un ser; se origina cuando el individuo sabe quién es.
El emperador se volvió hacia el Sabio y le dijo: -Me gustaría que estuvieras conmigo siempre, tú me das confianza y paz.
El Sabio sonrió: -¡Esas personas que te rodean tienen la misma impresión contigo!
-¿Cómo, preguntó el emperador, ellos sienten hacia mí, lo mismo que yo
hacia ti?
–Sí, dijo el Sabio.
–Nunca había pensado en eso!, exclamó.
-¿Por qué no lo has hecho? le preguntó el Sabio.
-¡Porque yo solamente soy emperador mientras que tú eres Sabio!
Eso no es más que una cuestión terminológica, repuso el Sabio.
¡Utiliza lo que eres!
El Sabio prosiguió su camino mientras que el emperador se quedaba en mitad de la calle, viéndole alejarse.
El viejo Sabio no se volvió, no miró hacia atrás. Sabía lo que era y quién era, sabía que otros necesitaban también descubrir esa confianza en sí mismos que él había permitido encontrar al emperador, sentir esa luz, tener alguien a quien mirar con respeto, pero sin miedo, pues el respeto permite la evolución.
Permite evolucionar hacia el conocimiento sin tener necesidad de palabras, permite tomar conciencia de sí mismo.
Un muchachito se acercó al emperador que miraba como se alejaba el
Sabio, le tocó en la manga y le dijo:
-¡Señor!
El emperador se volvió hacia él:
-¿Qué quieres?, le preguntó.

–Emperador, puedes decirme... ¿de dónde vengo?... ¿quién soy?... ¿adónde voy?...

Con esta entrega termina el "cuento chino", ojala nos haya llegado su enseñanza.

sábado, 11 de noviembre de 2017

“TODO CUANTO NECESITAS ESTÁ EN TI” - Fun Chang (13)

Los sabios, los que saben cómo ayudar a las personas a verse a sí mismas, no se dejan implicar por lo que ha sido. No les preocupa más que el momento presente. Pueden ver el porvenir y el pasado pero no se dejan llevar ni por uno, ni por otro. Apenas había terminado de pronunciar esas palabras, cuando en un abrir y cerrar de ojos, el Sabio desapareció.
El emperador se puso a caminar dando vueltas a la redonda, tenía miedo.
¿Qué hacer?
Abandonó el jardín, atravesó el palacio y se dirigió a la ciudad de Lo Yang.
Comenzó a sacar cadáveres de debajo de los escombros, a reunirlos, intentando identificarlos y pronto un hombre viejo achacoso se puso a ayudarle. Un niño vino a trabajar con ellos también. Poco a poco se formó un pequeño grupo que trabajaba en las ruinas de Lo Yang amontonando cuerpos, intentando identificarlos para posteriormente incinerarlos.
Una anciana se les unió, luego un robusto soldado desorientado por la pérdida de su familia y que tenía necesidad de hacer algo. Encontraron a una madre cariñosa para cuidar a los heridos más graves y trabajaron valientemente día tras día. Pronto se formaron otros grupos; paulatinamente fueron saneando la ciudad...
Los días se convirtieron en semanas y ellos no desfallecían.
Doscientas o trescientas personas comenzaban, llenas de fuerza y de coraje, a restablecer una vibración en ese lugar.
Un día, un soldado reconoció al emperador y se lo comunicó a los demás.
Fue la esperanza; todos albergaron el sentimiento de que todo era posible porque el emperador estaba allí, trabajando, comiendo lo mismo y conviviendo con ellos.
Dos semanas más tarde, oyeron ruido en la colina y divisaron un gran ejército que se acercaba. El emperador avanzó lentamente a su encuentro, su figura estaba sucia, sus ropas desgarradas; detrás de él caminaba un pequeño grupo de supervivientes de Lo Yang.
El general jefe del ejército se bajó del caballo y se dirigió al emperador: -
¿Qué ha ocurrido aquí?
No hemos tenido noticias de Lo Yang desde hace mucho tiempo y creíamos que la ciudad había sido presa de los invasores. Hemos sentido el temblor de tierra, pero no sabíamos con exactitud el lugar en el que se había producido. El general contempló la ciudad y el palacio destruido.
Luego preguntó al anciano que se encontraba ante él: -¿Eres tú el jefe? El emperador sonrió y respondió:
-No, trabajamos todos juntos. Pero detrás de él alguien se levantó y dijo al general:
-Este hombre es tu emperador. El general miró con detenimiento al anciano y lo reconoció por la cicatriz que él mismo le había hecho por encima del ojo cuando era niño y se batía con el joven emperador.
El general se hincó de rodillas, pero el emperador le dijo:
-Levántate, despójate de tu armadura y ven con tu ejército a ayudarnos a reconstruir Lo Yang.
Entraron en la ciudad y el emperador les enseñó a utilizar todos los instrumentos disponibles.
Él hacía frente a cada situación empleando los elementos que estaban a su alcance.
Si se presentaba un problema, si alguien le decía: "¡No podemos hacer eso!", el emperador no sentía pánico; sino que decía: -Vamos a verlo. Y por el camino le venía la idea, se formaba el pensamiento de forma que, cuando llegaba al lugar, ya había encontrado la respuesta a tal problema.
Los meses pasaban y Lo Yang recobraba la vida; el emperador vivía en una pequeña casa construida en su jardín. Había recogido todo el mármol y el granito del antiguo palacio para reconstruir la ciudad.
Así, un comerciante había construido su casa con mármol del dormitorio imperial, un tintorero trabajaba en una habitación hecha con las piedras de la gran sala de palacio y un inválido tenía el trono como silla.
El emperador, de pie en medio de su jardín, miraba Lo Yang. No era muy impresionante, pero la vida estaba presente y comprendió que había empleado bien cada momento.
Mas, entonces comenzó a hacerse preguntas:
-¿Qué habría pasado si yo hubiera perecido?
¿Quién habría hecho todo eso?
En ese momento se sintió empujado por detrás y cayó al agua del riachuelo.
Se dio la vuelta sonriendo y vio al viejo Sabio.
¡Piensas otra vez emperador! No es pensando como comprenderás de dónde vienes, ni a dónde vas. Pensar es un instrumento, es como aprender a caminar, como saborear tu primera comida; no es más que un instrumento, un primer paso, una primera prueba.
Aprende que es un paso importante, que debes aprender a pensar... y que debes saber también a dejar de pensar, pues no ayudarás a tu pueblo ni te comprenderás a ti mismo con elucubraciones!
El emperador sonrió al viejo Sabio: -¿He hecho bien lo que tenía que hacer?, preguntó.
-¿Qué has hecho? Respondió el Sabio; a lo que el emperador contestó: -
Mira Lo Yang, la ciudad resucita, he dado todas las piedras de mi palacio para reconstruirla.
-¿No era eso lo que tenías que hacer?, dijo el Sabio.
-¿Era eso lo que se supone que debía hacer?, preguntó el emperador. -¿Lo has hecho, sí o no?, dijo el Sabio. –Sí, le contestó.
–Es, pues, lo que tenías que hacer, lo que formaba parte de tu ser verdadero. ¿Por qué me haces esa pregunta?
–Porque me siento solo, confesó el emperador... -¿Porqué? –Necesitaría a alguien con quien hablar, dijo el emperador.
-¡Habla con las gentes que te ayudan!, conminó el Sabio.
Es que me tienen miedo, repuso el emperador.
-¿Por qué?
¿Por qué te retiras a tu jardín? ¿Porque eres emperador?
–No lo sé, dijo el emperador. Vayamos pues a Lo Yang, propuso el sabio.
Salieron del jardín y entraron en las calles de la ciudad.
El soldado que lo había ayudado, los acogió con amabilidad, también lo hizo el tintorero, todos les sonreían saludándolos cordialmente.
El emperador vio al niño que había querido hacer salir de las ruinas y éste le devolvió una sonrisa feliz.
Al caminar por las calles de Lo Yang, podía percibir el calor de las gentes a su alrededor y se sentía bien.
El Sabio le dijo: ellos no tienen miedo de ti, te respetan.
Hay una diferencia sutil entre el miedo y el respeto.

Estas personas te respetan por lo que eres; antes te temían, pero ahora te respetan. Utiliza ese respeto; no te retires a tu jardín, a tu monasterio en la montaña, o a un lugar oculto en el que no puedan verte.

lunes, 6 de noviembre de 2017

“TODO CUANTO NECESITAS ESTÁ EN TI” - Fun Chang (12)

Tu camino está destinado a ayudar a los demás para que vean por sí mismos, a inspirarlos para que reconstruyan.
El emperador se sintió henchido de entusiasmo.
– Utiliza los instrumentos que están a tu alrededor, dijo el Sabio, aprovecha la energía de los que trabajan contigo. ¿Cuánta gente has utilizado mal en el pasado?
¿Cuánta has dejado que se deteriore por no utilizarla?
El emperador reflexionó:
-Tenía un mensajero; cuando me hice emperador estaba en plena forma y con su rápida carrera podía entregar un mensaje de una ciudad a otra. Se hizo amigo mío y cuando, no hace mucho tiempo, tuve que enviar un mensaje... ya no estaba en buena condición física en absoluto, ya no podía correr tan aprisa; ¡yo había renunciado a utilizarlo!
El emperador se aproximó a un agujero del muro, miró a la destruida Lo
Yang, y las lágrimas le saltaron de los ojos.
-¡Un momento!, exclamó el Sabio, ¿por qué lloras?
–Por todas esas gentes, por la belleza que había ahí.
-¡Olvídalo todo!, aconsejó el Sabio, La gente se nutría y vivía de ella. Por consiguiente ha sido bien utilizada. Ahora, utiliza lo que hay y deja de mirar hacia atrás; nada ha sido ni será mejor que el instante presente en el futuro, cada instante será ahora siempre, tú no puedes vivir más que en el presente...
– Oh, exclamó el emperador... y le pareció que en un segundo había ganado cuarenta años de comprensión.
– ¿Por dónde empezar?, pensó. No podía ni sentir, ni ver, ni saber por dónde comenzar...
Se volvió hacia el Sabio y le dijo:
- Mi familia ha desaparecido.
–Está bien.
¿Por qué está bien?, inquirió el emperador.
–Porque formaban parte de una época de tu vida y ahora tú vives otra.
¿Qué piensas de tu abuelo?, le preguntó el Sabio.
–Era excelente, respondió el emperador.
-¿Tienes que pensar que ya no esté aquí?
–No, contestó el emperador.
-¿Por qué?
Entonces el emperador empezó a comprender.

–El miedo, afirmó el Sabio, la tristeza y la emoción forman parte de la evolución del hombre. Es una evolución por la que debes pasar, pero mientras seas presa de las emociones, no puedes utilizar lo que eres.

viernes, 3 de noviembre de 2017

“TODO CUANTO NECESITAS ESTÁ EN TI” - Fun Chang (11)

No puedes vivir en el pasado, ni en el futuro, sino en el presente.
Cualquiera que sea la situación, utiliza los instrumentos que están a tu disposición, usa tus manos, tu inteligencia y tu fuerza.
– Pero yo no tengo ningún instrumento, dijo el emperador, ni siquiera puedo construirme una casa.
- El viejo Sabio sacudió la cabeza:
-El temor y el miedo han aumentado tu ignorancia. Tus instrumentos son todo lo que necesitas para que un trabajo se realice, lo cual puede ser una palabra o una sonrisa. Tus instrumentos son tu capacidad de comprender que donde te encuentras en este momento es donde debes estar y no en otro lugar o en otra situación.
Utiliza cada momento.
-¿Qué habría ocurrido si hubiera muerto?, preguntó el emperador.
-¡Qué pregunta más tonta, dijo el Sabio; en ese caso yo no estaría hablándote y tú no tendrías problemas! Alguien vendría, tomaría China en sus manos y tú te irías con tus antepasados.
El emperador anduvo por el jardín con las manos a la espalda, mirando pensativamente al suelo. Se volvió hacia el Sabio y dijo:
-Poco importa por qué estoy aquí, tengo un trabajo que hacer.
–Está bien, dijo el Sabio.
–Poco importa a dónde voy, siempre doy un paso después de otro. -¡Está bien!
El emperador avanzó lentamente un poco más lejos.
-¿Cómo puedo actuar, qué instrumentos puedo emplear?
El Sabio le respondió:
-Durante estos últimos minutos has recorrido una distancia de nueve metros. ¡En esos nueve metros has encontrado muchos instrumentos!
El emperador le miró:
-¿De veras? Entonces se volvió, miró el pequeño camino que serpenteaba por el jardín. ¿Instrumentos?... Se volvió otra vez y comenzó a mirar a izquierda y a derecha. ¡Muéstramelos¡
-Hay frutos en los árboles para alimentarte, dijo el Sabio.
¡Ah, sí!, exclamó el emperador.
Agua para refrescarte.
¡Oh, sí! volvió a exclamar el emperador; entonces volvió a mirar y dijo: -
Madera y piedras para construir.
¡Muy bien!, dijo el Sabio.
El emperador veía pájaros, insectos, la vida que susurraba en todas partes.
Iba de acá para allá, excitado, observando esas cosas de todos los días, que se daba cuenta que podía aprovechar.
– Empiezas a comprender, dijo el Sabio. Utiliza lo que está ahí. La mayor parte de las personas no ven nunca eso. Pasan por la vida buscando siempre algo diferente, atraviesan la existencia persuadidos de que su objetivo está mucho más lejos, cuando a su alrededor se encuentra todo lo que necesitan para alcanzar su meta.
– Un momento, dijo el emperador, no comprendo.
– Es fácil, dijo el Sabio, si quieres conseguir una pared, ¿qué necesitas? –
Piedras, contestó el emperador.
– Bien, ¿dónde están?
– Están ahí, a mi alrededor. ¡Bueno, pues empieza a construir!
– Pero para mover esas piedras necesito herramientas!
– Acabas de pasar al lado de algo a lo largo del camino, dijo el Sabio.
El emperador volvió sobre sus pasos y encontró un madero que podía ayudarle a levantar las piedras.
– Además de piedras necesitaré arena, agua y arcilla para hacer cemento.
– Bueno, todos esos elementos están a tu disposición, replicó el Sabio; junto al riachuelo hay arcilla y arena.
El emperador se dirigió allí y trajo todo lo que necesitaba.
– Ahora , continuó el Sabio, tienes todos los instrumentos necesarios para hacer una pared.
– ¿Lo que quieres decir es que si miramos a nuestro alrededor y se utiliza lo que hay de una forma completa, no hay entonces más que reunir los elementos necesarios, que no hay necesidad de correr por todas partes para encontrarlos porque todo está aquí?
- Sí, dijo el Sabio.

Cada hombre y cada mujer tienen capacidad para ver, percibir y ser uno con toda la vida, si son conscientes de todo lo que les rodea, hierba, flores, y piedras. Eso no se aprende encerrándose en un laboratorio o en un monasterio, ni limitándose a seguir un solo camino, no viendo la realidad más que por un solo prisma, de una sola forma.