viernes, 31 de enero de 2020

Anécdotas del Talmud - COMPASIÓN



Una vez, yendo por un camino, un carnero que era llevado al matadero escapó y se escondió bajo las vestiduras de Rabí Yehuda, quien exclamó: Vete, fuiste creado para esto.
Entonces una voz sentenció desde los cielos:”-Ya que no tienes
compasión de mis criaturas, tampoco la habrá para ti”. Y desde aquel día su cuerpo se cubrió de llagas.
Cierto día, su sirvienta estaba limpiando la casa y en un rincón encontró la cría de una comadreja. La mujer ya estaba dispuesta a barrer los hijuelos, cuando escuchó la voz de Rabí Yehuda que dijo:
-Pobrecitos-déjalos estar-.
Entonces se escuchó una voz de los cielos: -Tú tienes compasión de
mis criaturas, por eso mereces tú mismo compasión”.

Y desde aquel día se curó por completo

miércoles, 29 de enero de 2020

Anécdotas del Talmud - ALEGRÍAS PARA TODOS


Un pagano le dijo a un Sabio: -Ustedes no festejan como nosotros, cuando nosotros nos damos a la alegría, ustedes se abstienen. ¿Cuándo tenemos alegrías comunes?
-Las tenemos cuando la tierra nos otorga sus frutos. Para disfrutarlos, el Eterno no invita a sacerdotes, levitas o israelitas, sino que invita a toda la tierra.

lunes, 27 de enero de 2020

Anécdotas del Talmud - CONSUELO


Cuando falleció el hijo de Rabí Iojanán ben Zakai, sus discípulosvinieron a consolarlo.
Primero entró Rabí Eliezer ben Horkenos quien le dijo: -Adán, elprimer hombre, tuvo un hijo que murió, y sin embargo se consoló ysiguió su vida familiar con Eva y así también tú tienes que consolarte.
- ¿No son suficientes mis desgracias -dijo Rabí Iojanan- que me recuerdas las de Adán?
Luego entró Rabí Ioshúa que les mencionó a Job y sus hijos e hijas
que fallecieron en un solo día y que, no obstante, se consoló.
Rabí Iojanan le dio la misma respuesta que a Rabí Eliezer.
Y así fueron pasando Rabí Iosi y Rabí Shimón que le recordaron
al Sumo Sacerdote Aarón que perdió dos hijos y al rey David que
perdió a su hijo Abshalóm.
Para todos la respuesta fue la misma.
Por último, entró Rabí Eliezer ben Azaria, quien se sentó y le pidió
permiso para contarle una parábola que pensaba era adecuada para esa circunstancia: -Un rey le dio a una persona de su entorno un objeto valioso para que se lo cuide y ese hombre lo cuidó con dedicación, pero siempre se lamentaba de que el rey no le retiraba el objeto, para liberarlo de tanta responsabilidad, tú también, maestro, tuviste un hijo brillante y se fue de este mundo íntegro, libre de pecado. Debes consolarte, por haber devuelto al Creador lo que te dio como un depósito valioso.
Muy conmovido, Rabí Iojanan exclamó:
-Bendito seas, Eliézer, me has consolado y reconfortado.

sábado, 25 de enero de 2020

Meditaciones Tao - Tolerancia


El aliento ártico enrosca las montañas,
Haciendo castañetear los huesos del bosque.
Las gotas se aferran de las ramas:
Adornos enjoyados arrojados a la tierra.
Los árboles pierden sus hojas en invierno. Algunos árboles pueden incluso caer durante las tormentas, pero la mayoría resiste pacientemente y aguanta su suerte.
Soportan la lluvia, la nieve, el viento y el frío. Resisten sin preocuparse el adorno de gotas de lluvia como glicerina, trémulos carámbanos de hielo, o coronas de nieve. No les importa cuando tal lustroso esplendor es estrellado contra el suelo. Resisten y esperan, el poder de su crecimiento aparentemente dormido. Pero por dentro, un florecimiento se construye imperceptiblemente.
Suya es la tolerancia de ser fieles a su naturaleza interna. Es con ese poder que resisten tanto las vicisitudes como los adornos de la vida, porque ni la mala fortuna ni la buena suerte alterarán lo que son. Nosotros deberíamos ser del mismo modo. Puede que tengamos una gran fortuna o mala suerte, pero deberíamos cargar con ambas pacientemente. Sin importar qué suceda, siempre debemos ser fieles a nuestro yo interior.

miércoles, 22 de enero de 2020

Meditaciones Tao - Trabajo


Trabaja en todas las estaciones.
Partir madera es ambos
Acción e inacción.
Incluso cuando está nevando, el leñador debe partir madera. A menos que lo haga, él y su familia pasarán frío, y quienes dependen de él no sobrevivirán. Pero el leñador no trabaja de manera poco sistemática. Trabaja en concierto con las estaciones: trabajó duro para almacenar madera antes de los primeros fríos y así poder darse ahora el lujo de meramente partir leña para encender. Su trabajo parece ligero en una estación, porque fue industrioso en la previa.
Para partir madera, él debe colocar el leño en el bloque y levantar su hacha. Pero debe golpear la madera a favor de la veta, y debe dejar que el hacha caiga con su propio peso. Si tratara de cortar a través de la veta, su esfuerzo sería desperdiciado. Si tratara de agregar fuerza al giro del hacha, no ganaría nada.
Como el leñador, todos nos podemos beneficiar al trabajar acorde a las circunstancias estacionales. Ya sea el momento o el método, el verdadero trabajo es mitad iniciativa y mitad saber cuándo dejar que las cosas sigan su curso.

lunes, 20 de enero de 2020

Meditaciones Tao - Optimismo


Cielo azul clareando,
Una promesa en ramas desnudas.
En invierno, hay días soleados.
Siendo adultos, la niñez puede volver.
En invierno todas las cosas parecen muertas o dormidas. La lluvia y la nieve parecen incesantes, las noches largas. Entonces un día, el cielo aclara a azul brillante. El aire se entibia. Un vaho se levanta de la tierra y el perfume del agua, la arcilla y el musgo se dispersa por el aire. Se ven jardineros preparando nuevos cultivos, aunque sean sólo ramas desnudas y una raíz gris. La gente está optimista: saben que el frío acabará.
Como adultos frecuentemente vemos las responsabilidades como algo atroz. ¿Por qué habríamos de cavar la tierra cuando el clima es desagradable? Vemos las actividades sólo como obligaciones, y tratamos de librarnos de nuestra suerte. Pero hay alegría al trabajar en justa armonía con el momento. Cuando hacemos algo en el momento preciso y después esos esfuerzos rinden frutos, la gratificación es tremenda.
Había una vez un viejo que comenzó un huerto cuando se jubiló. Todos se rieron de él. ¿Por qué plantar árboles? Le dijeron que nunca viviría para ver una cosecha madura. Impertérrito, los plantó de todos modos, y los ha visto florecer y ha comido sus frutos. Todos necesitamos de ese tipo de optimismo. Esa es la inocencia
y la esperanza de la niñez.

sábado, 18 de enero de 2020

Cuento Sufí - EL PAVO REAL


Ha llegado el momento de describir al pavo real que se pavonea. Su único cuidado es el de captar la atención del prójimo sin conocer siquiera la razón de esta manera de obrar. Es como una trampa que ignora todo de la caza, pues no es más que un instrumento y no conoce la finalidad. ¡Qué cosa tan curiosa es una trampa! Funciona, pero no saca de ello provecho alguno.
¡Oh, hermano mío! Has reunido alrededor de ti a todos tus amigos. Has pasado buenos ratos con ellos; ¡después los has matado! Desde que estás en el mundo, no haces más que eso. Intentas atrapar a la gente con la trampa de la amistad. Pero nada obtendrás de los que te rodean. Gran parte de tu vida ha pasado ya. ¡La noche está cayendo y tú piensas aún en poner tus trampas!
Capturas un animal, liberas otro. Ese es el juego de un niño ignorante. Cuando llegue la noche, todas tus trampas estarán vacías. Todo esto no es más que un grillete, una traba que estorba tu marcha. ¡Caes en tu propia trampa y te privas de tus posibilidades! ¿Se ha sabido nunca de un cazador víctima de sus propias
trampas?
La única caza interesante es el amor. Pero ¿cuál es la trampa que sirve para su captura? Más vale caer en las trampas del amor. Deja tus trampas y ve hacia las suyas.
En ese mismo instante, el amor me desliza al oído esta verdad: "¡Más vale ser la caza que el cazador!"

miércoles, 15 de enero de 2020

Cuento Sufí - INDESCRIPTIBLE


Un derviche preguntó un día a otro derviche si había visto a Dios. Este respondió:
"¿Cómo describirte lo indescriptible? Déjame contarte una historieta a modo de respuesta. A la izquierda se encuentra un incendio y a la derecha un río de vino. Entre la multitud de los hombres, los hay que tienden hacia el incendio y otros que se embriagan en el río. Pero el bien y el mal están invertidos. Los que tienden la mano hacia el incendio van a parar al río, mientras que los que se embriagan en el río son arrojados al fuego. Un hombre de cada mil conoce este secreto y por eso eligen el fuego tan pocos de ellos. ¡Los que se arrojan al fuego sin echar siquiera una mirada al río de vino son favorecidos por la fortuna! La multitud, ebria del placer presente, paga las costas de este juego. Y el fuego les dice: "¡Oh, ignorantes! ¡No os engañéis sobre mí! ¡En verdad, soy una fuente, una fuente escondida! ¡Oh, Abraham! ¡No hay aquí ni humo ni llamas si no son las de Nemrod! Si posees la sabiduría de Abraham, el fuego será como el agua para ti. "Sé cómo la mariposa atraída por el fuego. Su alma dice: "¡Aunque poseyese un millar de alas, las quemaría todas!» ¡El ignorante siente piedad de mí por mi estupidez y yo tengo lástima de él porque estoy en el secreto!

lunes, 13 de enero de 2020

Cuento Sufí - ALIMENTO


Un árabe estaba un día al borde de un camino ante su perro que agonizaba.
Se lamentaba:
"¿He merecido yo semejante desgracia?"
Un mendigo que pasaba por allí le dijo:
"¿Por qué te lamentas?
-Poseía un perro de buen carácter y míralo muriéndose en medio del camino. Me guardaba por la noche, cazaba para mí. ¡Me protegía de los ladrones y me abastecía de caza!
¿Y cuál es su enfermedad?
¡Se muere de hambre!
-Ten paciencia pues Dios es generoso con los que esperan. Pero, dime, ¿qué es ese saco que llevas ahí?
-Es mi alimento. Es el que me procura mi fuerza y mi vigor.
¿Por qué no lo has dado a tu perro?
¡Mi piedad no llega hasta eso! ¡Si quiero comer, tengo que pagar, pero las lágrimas no cuestan nada!
¡Oh, idiota! ¿Tiene una rebanada de pan más valor que las lágrimas? Las lágrimas son sangre. Es el pesar el que las transforma en agua. ¡Más vale morir que desperdiciar sangre!"
Cuando el justo llora, el cielo llora con él.

sábado, 11 de enero de 2020

Cuento Sufí - ORGULLO

Un pavo real estaba arrancándose las plumas. Acertó a pasar por allí un sabio, que le dijo:
"¡Oh, pavo real! ¿Por qué pretendes afearte? Es una lástima arrancar tan hermosas plumas. ¿Cómo tienes valor para estropear ese maravilloso atavío? Tus plumas son universalmente apreciadas. Los nobles se hacen abanicos con ellas.
Los sabios se hacen marcapáginas para el Corán. ¡Qué ingratitud la tuya! ¿Has pensado alguna vez en El que ha creado esas plumas o es que lo haces adrede?
Nunca podrás reponerlas en su sitio. No te laceres el cuerpo por pesar, pues eso no es más que blasfemia."
Al oír estos consejos, el pavo real se puso a llorar y sus lágrimas emocionaron a toda la concurrencia. El sabio continuó:
"He cometido un error. No he hecho más que aumentar tu pena."
El pavo real siguió regando el suelo con sus lágrimas y su llanto era como centenares de respuestas. Dejando al fin de llorar, dijo al sabio:
"Tú ves los colores y percibes los olores. Por esta razón es por lo que no comprendes la multitud de tormentos que me cuestan estas plumas. ¡Oh,
cuántos cazadores han lanzado flechas contra mí para poder apoderarse de ellas!
Ya no tengo fuerza para resistir esta caza perpetua. Sólo me queda el recurso de separarme de mis atractivos y refugiarme en el desierto o en la montaña.
¡Cuando pienso que hubo un tiempo en el que estas plumas eran mi orgullo!"
Cada instante de orgullo es una maldición para los vanidosos.

jueves, 9 de enero de 2020

Cuento Sufí - DOS ÁNGELES


Dos ángeles puros, llamados Harût y Marût, habían sido condenados a permanecer prisioneros en el fondo de un pozo, en pleno centro del universo.
Eran conocidos por su ciencia de la magia y esta reputación atraía a mucha gente. Ellos negaban que quisieran enseñar la magia. A los que insistían, les decían: "Nosotros sólo enseñamos la magia para probar a los hombres."
Los deseos son como perros dormidos. El bien o el mal que reside en ellos permanece oculto. Aunque en apariencia estén tan inmóviles como troncos de leña, las trompetas del deseo resuenan tan pronto como se despierta su interés.
Cientos de perros se despiertan así. Resurgen muchos deseos enterrados. Cada pelo de esos perros se convierte en un diente. Sucede como la brasa que se frota con leña seca. No siempre se les ve, porque no tienen piezas que cazar.
El enfermo ha perdido su apetito. Sólo tiene un deseo: recobrar la salud.
¡Pero si le muestran una rebanada de pan o un fruto seco, se olvida inmediatamente de que necesita seguir un régimen! Si tiene paciencia, la vista de este alimento le es útil, pues lo hace fuerte. ¡Pero si no tiene paciencia, entonces, más vale que no lo vea!

martes, 7 de enero de 2020

Cuento Sufí - LA GACELA


Un cazador capturó un día una gacela y la encerró en el cercado en el que guardaba sus asnos y sus vacas. La pobre gacela, perdida, corría de aquí para allá. Llegada la noche, el cazador trajo heno para los asnos. Estos tenían un hambre tan grande que este vil alimento les era dulce como el azúcar. La gacela, aturdida por el polvo, vagaba en todos sentidos. Estar unido uno a su contrario
es una tortura peor que la muerte.
También tú sufres esta tortura sin darte cuenta siquiera. El pájaro de tu alma está encerrado en la misma jaula que su contrario. El espíritu es como un halcón, pero tu naturaleza es la del cuervo.
Durante mucho tiempo, esta gacela con perfume de almizcle languideció en el cercado de los asnos. Se encontraba allí como un pez varado en la orilla. El almizcle y los excrementos se encontraban reunidos en un mismo lugar. Los asnos empezaron entonces a burlarse de ella. Uno decía:
"¡Oh, oh! ¡Tiene el carácter de un sultán!"
Otro:
"¡Seguro que posee perlas!"
Cuando quedaron saciados, la invitaron, sin embargo, a satisfacer su hambre, pero la gacela les dijo:
"¡Estoy muy cansada y apenas tengo apetito!
¿Ah, ¿sí? dijeron los asnos. Entendemos perfectamente. Tienes tus caprichos. ¡Temes rebajarte!
-Es vuestro alimento, dijo la gacela. Os conviene, pero yo soy amiga de la hierba fresca. Acostumbro a saciar mi sed en el agua pura de los ríos. Sin duda lo que me sucede estaba escrito en mi destino. ¡Ay, mi naturaleza no ha cambiado y heme aquí en la situación de un pobre en cuya mirada ni siquiera hay avidez!
¡Mis vestidos pueden estar ajados, pero yo estoy aún fresca! ¡Cuando pienso que en otro tiempo comía a mi voluntad lilas, tulipanes y lirios...!
¡La nostalgia te extravía! replicaron los asnos.
¡Mi almizcle es mi testigo! respondió la gacela. Incluso el ámbar y el incienso lo respetan. Sólo los que perciben los olores los diferencian. ¡Mi almizcle no está ciertamente destinado a los amantes del fango! ¡Oh, qué inútil es ofrecer almizcle al que aprecia el olor del estiércol!"
En este bajo mundo, la salvación está en la nostalgia y la soledad.

domingo, 5 de enero de 2020

Antiguos Cuentos del Japón - Los seis Jizos y los sombreros de paja


Érase una vez un abuelito y una abuelita. El abuelito se ganaba la vida haciendo sombreros de paja. Los dos vivían pobremente, y un año al llegar la noche vieja no tenían dinero para comprar las pelotitas de arroz con que se celebra el Año Nuevo. Entonces, el abuelito decidió ir al pueblo y vender
unos sombreros de paja. Cogió cinco, se los puso sobre la espalda, y empezó a caminar al pueblo.
El pueblo caía bastante lejos de su casita, y el abuelito se llevó todo el día cruzando campos hasta que por fin llegó. Ya allí, se puso a pregonar:
" ¡Sombreros de paja, bonitos sombreros de paja!
¿Quién quiere sombreros?"
Y mira que había bastante gente de compras, para pescado, para vino y para las pelotitas de arroz, pero, como no se sale de casa el día de Año Nuevo, pues, a nadie le hacía falta un sombrero. Se acabó el día y el pobrecito no vendió ni un solo sombrero. Empezó a volver a casa, sin las
pelotitas de arroz.
Al salir del pueblo, comenzó a nevar. El abuelito se sentía muy cansado y frío al cruzar por los campos cubiertos ahora de nieve. De repente se fijó en unos Jizos, estatuas de piedra representando unos dioses japoneses. Había seis Jizos, con las cabezas cubiertas de nieve y las caras colgadas de carámbanos.
El viejecito tenía buen corazón y pensó que los pobrecitos Jizos debían tener frío. Les quitó la nieve, y uno tras uno les puso los sombreros de paja que no pudo vender, diciendo: " Son solamente de paja, pero, por favor, acéptenlos...:
Pero solo tenía cinco sombreros, y los Jizos eran seis. Al faltarle un sombrero, al último Jizo el viejecito le dio su propio sombrero, diciendo:
"Discúlpeme, por favor, por darle un sombrero tan viejo." Y cuando acabó, siguió por entre la nieve hacia su casa.
El abuelito llegaba cubierto de nieve. Cuando la abuelita le vio así, sin sombrero ni nada, le pregunto que qué pasó. Él le explicó lo que ocurrió ese día, que no pudo vender los sombreros, que se sintió muy triste al ver esos Jizos cubiertos de nieve, y que como eran seis tuvo que usar su
propio sombrero.
Al oír esto, la abuelita se alegró de tener un marido tan cariñoso:
"Hiciste bien. Aunque seamos pobres, tenemos una casita caliente y ellos no." Abuelito, como tenía frío, se sentó al lado del fuego mientras abuelita preparó la cena. No tenían bolitas de arroz, ya que abuelito no pudo vender los sombreros de paja, y en vez comieron solamente arroz y unos vegetales en vinagre y se fueron a cama tempranito.
A la media noche, el abuelito y la abuelita fueron despiertos por el sonido de alguien cantando. A lo primero, las voces sonaban lejos, pero iban acercándose a la casa y cantaban:
"¡Abuelito dio sus sombreros
A los Jizostodos enteros
Alijeros, a su casa, alijeros!"
El abuelito y la abuelita estaban sorprendidos, aún más cuando oyeron un gran ruido, "¡Bum!" Corrieron para ver lo que era, y vaya sorpresa les dio al abrir la puerta.
Paquetes y paquetes montados uno sobre otro, y llenos de arroz, vino, pelotitas de arroz, decoraciones para el Nuevo Año, mantas y quimonos
bien calientes, y muchas otras cosas. Al buscar quien les había traído todo esto, vieron a los seis Jizos, alejándose con los sombreros de abuelito puestos. Los Jizos, en reconocimiento de la bondad del abuelito, les habían traído estos regalos para que los abuelitos tuvieran un prospero
Nuevo Año.

viernes, 3 de enero de 2020

Antiguos Cuentos del Japón - La Grulla Agradecida


Érase una vez había un joven que vivía solo en una casita al lado del
bosque. De regreso a casa durante un día de invierno bastante nevoso, oyó un ruido extraño. Se puso a caminar hacia un campo lejano de dónde venía el sonido, y allí descubrió una grulla tumbada sobre la nieve llorando de dolor. Una flecha incada en el ala tenía, pero el joven, muy cariñoso, se la quitó con mucho cuidado. El pájaro, ya libre, voló hacia el cielo y desapareció.
El hombre volvió a casa. Su vida era muy pobre. Nadie le visitaba, pero esa noche a la puerta sonó un frap-frap-frap. "¿Quién será, a esta hora y en tanta nieve?" pensó él. ¡Qué sorpresa al abrir la puerta y ver a una mujer joven y bonita! Ella le dijo que no podía encontrar su camino por la nieve, y le pidió dejarla descansar en su casa, para lo cual él fue muy dispuesto.
Se quedó hasta el amanecer, y también el día siguiente.
Tan dulce y humilde era la mujer que el joven se enamoró y le pidió ser su esposa. Se casaron, y a pesar de su pobreza, se sentían alegres. Hasta los vecinos se alegraban de verlos tan contentos. Pero el tiempo vuela y pronto llegó otro invierno. Se quedaron sin dinero y comida, tan pobres como siempre.
Un día, para poder ayudar un poco, la mujer joven decidió hacer un tejido y su marido le construyó un telar detrás de la casa. Antes de empezar su trabajo ella pidió a su marido prometerla nunca entrar al cuarto. Él lo prometió. Tres días y tres noches trabajó ella sin parar y sin salir del cuarto. Casi muerta parecía cuando la mujer joven por fin salió, pero a su marido le presentó un tejido hermoso. Él lo vendió y consiguió un buen precio.
El dinero les duró bastante tiempo, pero cuando se acabó todavía seguía el invierno. Ya que, otra vez se puso a tejer la mujer joven, y otra vez su marido le prometió no entrar al cuarto. Fueron no tres sino cuatro días cuando ella, viéndose peor que la vez siguiente, salió del cuarto y le dio a su marido un tejido de tan gran maravilla que, al venderlo en el pueblo, consiguieron dinero suficiente para dos inviernos duros.
Mas seguros para el futuro que nunca, desafortunadamente el hombre se hizo avaro. Tormentazo, tanto por el deseo de ser rico como por los vecinos siempre preguntándole que cómo se podía tejer sin comprar hilo, el joven le pidió a su señora hacer otro tejido. Ella pensaba que tenían bastante dinero y que no había necesidad, pero el avaricioso no dejaba de insistir.
Puesto que, después de recordarle a su marido la promesa, la mujer se metió en el cuarto a trabajar.
Esta vez la curiosidad no le dejaba al hombre en paz. Ignorando su
promesa, fue al cuarto donde su señora trabajaba y abrió un poquito la puerta. La sorpresa de lo que vio le hizo escapar un grito. Manejando el telar estaba no su señora sino un pájaro hermoso, cuál de las plumas que se iba arrancando de su propio cuerpo hacia un tejido igualmente
hermoso. Cuando el pájaro, al oírle gritar, se dio cuenta de que alguien la miraba dejó de trabajar y de repente su forma se convirtió a la de la mujer joven.
Entonces, ella le explicó su historia, que ella era esa grulla cual él ayudó y que, agradecida, se convirtió a mujer, y que empezó a tejer para ayudarle no ser pobre, esto a pesar del sacrificio que tejer con las plumas de su propio cuerpo le costaba. Pero, ahora que él sabía su secreto, tendrían que dejar de ser juntos. Al oír esto, el prometió que la quería más que todo el dinero del mundo, pero ya no había remedio. Cuando acabó su historia, ella se convirtió a grulla y voló hacia el cielo.