miércoles, 29 de marzo de 2017

CAMINANDO CON ALEGRÍA - Jeff Foster

A veces te embelesas tanto con la meta, el destino, el futuro, con el 'lugar donde deberías estar,' que olvidas el suelo presente, el sitio donde estás parado, el lugar desde donde está surgiendo tu siguiente paso, el punto donde la vida es. Olvidas que estás respirando ahora, que el viaje está hecho sólo de respiraciones, de momentos. Olvidas tu propia presencia, tan evidente, tan confiable, tan constante en medio del incesante cambio del recorrido. El destino se ha vuelto más importante que la presencia, y te has perdido en el tiempo.

La alegría no es un lugar al cual llegas. La alegría no aparecerá mágicamente cuando el viaje termine. La alegría vive sólo en el presente. El hogar de la alegría se llama Ahora.

La alegría esta aquí, en cada paso que se da o no se da. La alegría se encuentra aquí, en la sensación de estar vivo, en la expansión y relajación del vientre, en cada latido del corazón. Ya sea que estés perdido, o lejos de tu destino, o que dudes de tu siguiente paso, la alegría está aquí, caminando contigo, respirando en tu nuca, esperando ser reconocida.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Poema precioso de Jorge Luis Borges

No puedo darte soluciones para todos los problemas de la vida,
ni tengo respuestas para tus dudas o temores,
pero puedo escucharte y compartirlo contigo.
No puedo cambiar tu pasado ni tu futuro.
Pero cuando me necesites estaré junto a ti.
No puedo evitar que tropieces.
Solamente puedo ofrecerte mi mano para que te sujetes y no caigas.
Tus alegrías, tus triunfos y tus éxitos no son míos.
Pero disfruto sinceramente cuando te veo feliz.
No juzgo las decisiones que tomas en la vida.
Me limito a apoyarte, a estimularte y a ayudarte si me lo pides.
No puedo trazarte limites dentro de los cuales debes actuar,
pero si te ofrezco el espacio necesario para crecer.
No puedo evitar tus sufrimientos cuando alguna pena te parta el corazón,
pero puedo llorar contigo y recoger los pedazos para armarlo de nuevo.
No puedo decirte quien eres ni quien deberías ser.
Solamente puedo quererte como eres y ser tu amigo.
En estos días oré por ti…
En estos días me puse a recordar a mis amistades mas preciosas.
Soy una persona feliz: tengo mas amigos de lo que imaginaba.
Eso es lo que ellos me dicen, me lo demuestran.
Es lo que siento por todos ellos.
Veo el brillo en sus ojos, la sonrisa espontánea y la alegría que sienten al verme.
Y yo también siento paz y alegría cuando los veo y cuando hablamos,
sea en la alegría o sea en la serenidad.
En estos días pensé en mis amigos y amigas,
entre ellos, apareciste tú.
No estabas arriba, ni abajo ni en medio.
No encabezabas ni concluías la lista.
No eras el número uno ni el número final.
Lo que sé es que te destacabas por alguna cualidad que
transmitías y con la cual desde hace tiempo se ennoblece mi vida.
Y tampoco tengo la pretensión de ser el primero, el segundo o el tercero de tu lista.
Basta que me quieras como amigo.
Entonces entendí que realmente somos amigos.
Hice lo que todo amigo:
Oré… y le agradecí a Dios por ti.
Gracias por ser mi amigo.

jueves, 16 de marzo de 2017

Fragmento de “El Principio” - Rabindranat Tagore

-¿De donde venía yo cuando me encontraste? -preguntó el niño a su madre.
Ella, llorando y riendo, le respondió apretándolo contra su pecho:
-Estabas escondido en mi corazón, como un anhelo, amor mío: estabas en las muñecas de los juegos de mi infancia, y cuando, cada mañana, formaba yo la imagen de mi Dios con barro, a ti te hacía y te deshacía; estabas en el altar, con el Dios del hogar nuestro, y al adorarlo a Él, te adoraba a ti; estabas en todas mis esperanzas, y en todos mis cariños.
Has vivido en mi vida y en la vida de mi madre, tú fuiste creado siglo tras siglo, en el seno del espíritu inmortal que rige nuestra casa.
Cuando mi corazón adolescente abría sus hojas, flotabas tú, igual que una fragancia, a su alrededor; tu tierna suavidad florecía luego en mi cuerpo joven como antes de salir el sol la luz en el Oriente. Primer amor del cielo, hermano de la luz del alba, bajaste al mundo en el río de la vida y al fin te paraste en mi corazón… Qué misterioso temor me sobrecoge al mirarte a ti, hijo, que siendo de todos, te has hecho mío.
Y qué miedo de perderte! ¡Así, bien apretado contra mi pecho! ¡Ay! ¿Qué magia ha entregado el tesoro del mundo a mis frágiles brazos?

miércoles, 8 de marzo de 2017

La raíz de las adicciones por Jeff Foster (2)

....RECONOCER NUESTRO MALESTAR EN LUGAR DE HUIR DE ÉL, aunque suene muy descabellado. Ahí es en donde el ciclo puede empezar a romperse. Entrar en comunión con esas olas antes rechazadas y darnos cuenta que todas ellas tienen un hogar en nosotros – la tristeza, la soledad, el miedo, la vulnerabilidad. Como el océano de la consciencia, somos lo suficientemente vastos para aceptar cada una de ellas.
Tienen permiso para llegar a nosotros, pero no pueden definirnos. Y así, enfrentar nuestros impulsos en lugar de evitarlos, encontrando una forma de estar con nosotros mismos en el ahora sin tener que movernos hacia un “futuro”. Así es como el mecanismo de la adicción puede empezar a disolverse.
Normalmente cuando surge algún impulso o urgencia, o tratamos de ignorarlo, tratamos de no sentirlo, o bien, actuamos sobre él. Solemos juzgar el impulso como malo o erróneo o incluso “enfermo”. Sin embargo, hay un punto medio – el encuentro del que yo hablo, esta profunda aceptación, este “estar con”, sin una agenda. Encarar el impulso o la urgencia hace que ésta desaparezca y se rinda sin tiempo, y además, sin daño. Sentarse con la urgencia, dejando que se queme, permitiendo que esté allí con toda su intensidad, y después observar cómo todos esos pensamiento e imágenes surgen – ya sabes, la imagen de un delicioso pastel de chocolate, de una cerveza; esa película del pensamiento en donde te ves felizmente comiendo o bebiendo, de cuando tus problemas han desaparecido, esas películas de una liberación y una salvación inminente, de amor, de paz – y permitiéndoles estar ahí también. Y estar ahí con todas las sensaciones que surgen, incluso las incómodas.
Y después también permitir la ira – con esa extraña superstición primaria de que si permitimos que la urgencia permanezca ahí terminaremos “actuando en consecuencia”, o que nos quedaremos “atascados” y nunca saldremos de ello, o que simplemente nos vencerá. Todos los juicios rondando. Sintiendo que necesitamos de inmediato “hacer algo” sobre esa urgencia. Y, después de todo esto, recordarte como ese amplio espacio abierto, el vasto océano de la vida en donde todas las olas ya han sido aceptadas. Y saber, después, que ninguna cantidad de alcohol, sexo, drogas, chocolate, palabras, imágenes o sentimientos puede generarte una profunda aceptación en este momento – porque eso es lo que tú ya eres y lo que siempre has sido. Aquello que tanto deseas, en un nivel más profundo,  ya está aquí. Tú ya eres eso que buscas, como todas las enseñanzas espirituales a través de los años nos han estado recordando.
Lo único que estamos haciendo es buscarnos a nosotros mismos, en millones de formas diferentes, y el chocolate o el alcohol o los casinos nunca han tenido el “poder” de llevarnos de vuelta a casa, nunca. Nuestros gurús nunca han tenido el poder que nosotros proyectamos en ellos.
Perdemos la fe en los gurús del cigarro y del alcohol, y regresamos a nosotros, confiando profundamente en nuestra propia experiencia una vez más, en una forma en que nunca pudimos hacer cuando éramos pequeños.
La adicción se deshace desde dentro. Ya que lo que somos está naturalmente en paz, naturalmente no-adicto, naturalmente completo, sin la necesidad de gente externa u objetos que lo complementen. Es aquí donde el círculo de la adicción – que es el ciclo del ser – puede ser roto, justo donde empezó. Esta es la exploración que toda adicción e indudablemente todo sufrimiento nos invita a hacer, independientemente de que nos veamos a nosotros mismos como “adictos” o no.

miércoles, 1 de marzo de 2017

La raíz de las adicciones por Jeff Foster (1)

Durante los últimos años he hablado con cientos de personas de todo el mundo que se autodenominan “adictos”. Seamos claros – no sólo los “adictos” son adictos. Todos somos adictos de diferentes maneras, al trabajo, al alcohol, a la pornografía, al juego, al sexo, al poder, a tener siempre la razón, a probar nuestra valía, a revisar nuestro correo electrónico cada 5 minutos.
Incluso, podemos hacernos adictos a las enseñanzas espirituales, a la meditación, a los gurús, a los retiros, a libros, a los satsangs. Pero la raíz de toda adicción es la misma – nuestra adicción hacia nosotros mismos. Nuestra adicción a mantener y a nutrir “mi” historia. Y subyacente a esto, nuestra adicción a salir de este momento, a escapar de las molestias buscando alguna clase de liberación. Nuestra adicción hacia el momento siguiente…
Recuerdo que de pequeño regresaba de la escuela sintiéndome a veces solo, triste e incomprendido, probablemente después de haber sido intimidado por mis compañeros o después de que se burlaban de mí en el autobús de la escuela. Llegaba directamente al refrigerador o a la despensa y, cuando nadie me observaba, me devoraba cualquier bocadillo que pudiera encontrar. La comida hacía que mi tristeza se fuera, o así parecía. Por unos pocos y preciosos instantes me sentía reconfortado, satisfecho, lleno – ya no había ese vacío en mí ni me sentía incompleto. Aparentemente la comida hacía que mi “hambre” desapareciera. Había llenado el vacío. Y mi estómago…
En realidad no quería comida, por supuesto, sino amor y aceptación. Comía para que el dolor de vivir desapareciera. Incluso a esa temprana edad, ¡comía para vivir! Pero, por supuesto, no tenía forma de articular esto en ese momento. ¡Simplemente me sentía hambriento! sólo tenía la urgencia de comer. No era realmente comida lo que yo quería – era amor, y vida. Tenía deseos de sentirme vivo. Estaba intentando y fallando al comerme la vida. Estaba tratando de comerme a mí mismo.
Ésta era un hambre cósmica, un anhelo muy profundo de ser tomado en cuenta, de ser incluido, de ser visto, de ser validado. Y si los otros no podían hacerlo, tal vez los chocolates sí. Todo eso era una expresión de una profunda hambre por la vida, hambre de recordar lo que yo era realmente – ese vasto océano de consciencia en donde las olas de pensamiento, sensaciones y sentimientos tienen absoluta libertad para surgir y desaparecer. Yo estaba ignorando mi verdadera adicción – con el deseo de recordar lo que yo era me estaba volviendo falsamente adicto a algo. Me tomó años y años darme cuenta de esto y empezar a enfrentar mi dolor en lugar de huir de él, a recordar en lugar de olvidarme de mí mismo, a descubrir que eso que realmente soy, jamás podría ser adicto a nada.
Más tarde, mis adicciones cambiaron hacia otros objetos y hacia otras personas y después, finalmente, todo este asunto se proyectó hacia mi búsqueda por la iluminación. La iluminación se convirtió en el objeto de adicción final. Vivía y respiraba enseñanzas espirituales hasta que empezaron a generar efectos secundarios. Pero no estuve satisfecho hasta que todo ese ciclo se rompió, justo en donde había comenzado.
Como individuos, todos somos adictos, en el sentido en que huimos del momento presente en cierto grado. Todos evitamos pensamientos y sentimientos, tratamos de no sentirlos, los ignoramos, nos distraemos de ellos, nos medicamos o meditamos o nos vamos de compras. Por un instante, pareciera como si la comida, el alcohol, el sexo, el gurú, la droga, la fama, tuvieran el “poder” de eliminar la tristeza, el dolor; el sentimiento de soledad, de vulnerabilidad y de aislamiento, y por último, la muerte misma.
Pareciera como si la persona, el objeto o la sustancia tuviera el poder de “arreglar” la vida. Pero, por supuesto, pronto el “efecto” desaparece, el “subidón” desaparece y luego viene una especie de bajón, una especie de culpa y todas esas olas rechazadas y no deseadas regresan, algunas con mayor intensidad, y estamos de vuelta en esa fuerte identificación.  Y después se nos antoja todo de vuelta. Posteriormente sentimos una mayor necesidad de la persona o de la sustancia. Y el ciclo continúa. ¿Qué es lo que rompe el ciclo?......
Continua