jueves, 24 de noviembre de 2016

EN EL UMBRAL

Piense por un instante que, antes de bajar a su cuerpo (su nacimiento) recibe "instrucciones" de mentores afectuosos y guías sabios. Podemos imaginar que la conversación sería algo así:
"Bueno, si ya estás listo para volver a un cuerpo, ¿ves allá abajo algunos padres capaces de exponerte a la lección sobre la que quieres trabajar?
"Una vez que estés en tu cuerpo, no olvides prestar atención a los carteles señalizadores. No recibirás
más de lo que puedas manejar, y si deseas algo de trabajo extra, ¡dilo ahora! Recuerda que deberás aprender a generar toda la energía afectiva posible y mantenerte conectado a la fuente espiritual. Habrá momentos en que te sentirás perdido y dolorido, pero acuérdate de pedir ayuda y escucha atentamente a tu sabiduría interior.
Tendrás todo lo que necesites para estar atento a tu naturaleza espiritual, para que puedas imprimir tu espíritu a todo lo que hagas. Recuerda que conocerás a muchas otras personas que están en el camino y, sólo por diversión, serán muy distintas de lo que tú esperas, pero te darán la oportunidad de mostrar todo el amor que puedes aportar. De vez en cuando, las cosas se pondrán difíciles, pero no estarás solo. Mantente en contacto.
Escribe, cuando puedas. Si necesitas algo, pídelo. Hasta la vista, por ahora. Ah, y no lo olvides: Serás responsable de cada acto, por pequeño que sea. Cuando regreses aquí, comprenderás mejor."

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Erase una vez...

Había una vez una isla, en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre:
el Buen Humor, la Tristeza, la Sabiduría...  Como también todos los demás, incluso el Amor.

Un día se anunció a los sentimientos que la isla estaba por hundirse. Entonces todos prepararon sus barcos y partieron. Únicamente el Amor quedó esperando solo, hasta el último momento. Cuando la isla estuvo a punto de hundirse, el Amor decidió pedir ayuda.

La Riqueza pasó cerca del Amor en una barca lujosísima y el Amor le dijo:
“Riqueza, ¿me puedes llevar contigo?”, "No puedo porque tengo mucho oro y plata dentro de mi barca y no hay lugar para ti."

Entonces el Amor decidió pedirle al Orgullo que estaba pasando en una magnífica barca,
“Orgullo te ruego, ¿puedes llevarme contigo?”, "No puedo llevarte, Amor..." respondió  el Orgullo: “aquí  todo es perfecto, podrías arruinar mi barca”.

Entonces el Amor dijo a la Tristeza que se estaba acercando:
"Tristeza te lo pido, déjame ir contigo.", "Oh Amor" respondió la Tristeza, “estoy tan triste que necesito estar sola”.

Luego el Buen Humor pasó frente al Amor; pero estaba tan contento que no sintió que lo estaban llamando.

De repente una voz dijo:
"Ven Amor, te llevo conmigo“ Era un viejo el que lo había llamado. El Amor se sintió tan contento y lleno de gozo que se olvidó de preguntar el nombre al viejo. Cuando llegó a tierra firme, el viejo se fue.

El Amor se dio cuenta de cuanto le debía y le preguntó al Saber:
“Saber, ¿puedes decirme quién me ayudó?” “Ha sido el Tiempo” respondió el Saber.

“¿El Tiempo?" se preguntó el Amor,  “¿Por qué será que el Tiempo me ha ayudado?”.

El Saber lleno de sabiduría respondió:  "Porque solo el Tiempo es capaz de comprender cuan importante es el Amor en la vida". 

jueves, 10 de noviembre de 2016

Cuento Sufí - Rumí

LAS AVES
El profeta Salomón tenía como servidoras a todas las aves. Como entendía su lenguaje, se habían hecho buenos amigos. Existen así indios y turcos que se hacen buenos amigos, aunque hablen lenguas diferentes. También existen Turcos que hablan la misma lengua y llegan a ser extraños entre sí. La que importa es la lengua del corazón y más vale ponerse de acuerdo por esa lengua que por la palabra.
Así, pues, todas las aves se pusieron un día a enumerar sus virtudes y su ciencia ante el profeta. No actuaban así por presunción, sino sólo para presentarse a él pues un servidor hace valer ante su amo las cualidades que puede poner a su servicio. Cuando un esclavo está descontento de su comprador, finge estar enfermo.
Al llegar el turno a la abubilla se presentó ella en estos términos:
"Yo, mirando desde lo alto del cielo, puedo adivinar la situación de los
arroyos subterráneos. Puedo precisar el color de esta agua y la importancia de su caudal. Tal facultad puede ser preciosa para tu ejército. ¡Oh, sultán, concédeme tus favores!" Salomón dijo entonces:
"¡Oh, amiga! Es cierto que el agua es importante para mis soldados.
¡Quedarás, pues, encargada de proveer de agua a mi ejército!"
El cuervo, que estaba celoso de la abubilla, tomó entonces la palabra:
"¡Es vergonzoso sostener semejante extravagancia ante el sultán! Si la abubilla tuviese realmente el don que pretende tener, vería entonces las trampas que los hombres le tienden en el suelo.
Pero no sucede eso y más de una abubilla ha ido a parar a las jaulas que los hombres fabrican para ellas."
Salomón se volvió hacia la abubilla:
"Es verdad, ¡oh, abubilla! estas palabras pueden aplicarse. ¿Por qué te atreves a mentir en mi presencia?"
La abubilla respondió:
"¡Oh, sultán! ¡No me avergüences! No escuches las palabras de mis enemigos. Si he mentido, córtame entonces la cabeza con tu espada. El cuervo es el que niega el destino. Cuando las circunstancias no enturbian el ojo de mi inteligencia, veo muy bien las trampas que se me tienden. Pero, a veces, algún incidente viene a adormecer la ciencia y la inteligencia. Oscurece incluso el sol y la luna."

viernes, 4 de noviembre de 2016

EL VERDDERO VALOR DEL ANILLO

Un joven concurrió a un sabio en busca de ayuda.
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar maestro?. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mis propios problemas. Quizás después... Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
E...encantado, maestro titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
Bien asintió el maestro.
Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho
agregó: Toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo para pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado más de cien personas y
abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.
¡Cuánto hubiese deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro! Podría habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y su ayuda.
Maestro dijo, lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
¡Qué importante lo que dijiste, joven amigo! contestó sonriente el maestro.
Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo?. Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
¿¿¿¿58 monedas???? exclamó el joven.
Sí, replicó el joyero.
Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es
urgente...
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
Siéntate dijo el maestro después de escucharlo.
Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.