Por lo
general, para muchos las relaciones son un verdadero desafío, fuente de muchas
satisfacciones, pero también de mucho drama, roces, conflictos y sentimientos heridos.
Algunas personas tienen una relación difícil con su padre o madre,
otros con algún hermano o con una amiga, quizás con algún hijo o con alguien
del trabajo, muchos con su pareja. No basta con el cariño o con el deseo de
relacionarnos armoniosamente, para que esto suceda de forma espontánea.
Las
relaciones suelen pasar por ciclos, periodos de acercamientos y alejamientos,
de armonía y discordia, suelen ser un sube y baja del cual nos vamos haciendo
verdaderos adictos, llegando a creer que es la única forma en que podemos
manejar las relaciones con quienes amamos. Aunque en ocasiones nos cueste
reconocerlo, somos seres carentes relacionándonos de distintas formas con otros
seres también carentes. Las personas que se nos presentan en la vida nos sirven
de verdaderos espejos en los cuales podemos observarnos y ver cómo, en definitiva,
nos relacionamos con nosotros mismos.
Tenemos la
fantasía que una relación nos puede dar aquello que nos falta. Pensamos que, a
través de la pareja, de los hijos o de las amistades, conseguiremos satisfacer
nuestra necesidad de sentirnos valiosos. A veces, depositamos en alguna persona
esa fantasía y nos enfadamos cuando consideramos que nos falla en hacerla
realidad.
Por
ejemplo, una persona con baja autoestima estará continuamente esperando que su
pareja, su jefe, un colega o un amigo la ayuden a reafirmarse. Cuando esto no
suceda, es posible que se sienta herida y decepcionada, proyectando sobre el
otro su incapacidad de valorarse. De esta forma, evitará hacerse responsable de
su carencia y responsabilizará a otro de su incomodidad. En las relaciones
solemos exigirle al otro que nos complete, en circunstancias que no somos
capaces de completarnos a nosotros mismos.
Una vez que
logramos comprender este mecanismo del ego, podemos usarlo a favor nuestro y
comprender que las relaciones nos regalan una certera herramienta de auto conocimiento,
que nos permite comprender y reconocer esos aspectos que nos negamos a
reconocer. Si, además, solicitamos a nuestro Ser Superior que nos ayude,
encontraremos en las relaciones una maravillosa oportunidad de auto liberación.
Esa relación difícil es la que más puede enseñarte sobre ti mismo. Si somos
exigentes con nosotros mismos, lo seremos con quienes nos rodean, si en forma
continua luchamos contra nuestra irresponsabilidad,
entonces detestaremos a quienes consideramos irresponsables.
Recordemos
que somos seres totales, dentro de nosotros habitan todos los potenciales del
Ser. Sin embargo, dada nuestra historia y la interpretación que hemos hecho de ella,
hemos ido negando ciertos aspectos de nuestro Ser y enfatizando
otros, así configuramos lo que solemos llamar personalidad y que no es más que
los límites que nos ponemos.
Mientras
más energía le damos a negar o enfatizar un aspecto de nuestro carácter, más se
nos presentarán personas que nos muestran esa parte con la cual no hemos
logrado armonizar.
La
presencia del otro nos regala no solamente una forma de conocernos, la
presencia del otro nos brinda la maravillosa oportunidad de aprender a amar.
Nuestra esencia es amor, sabiduría y poder creativo. Estas características
siempre están intentando manifestarse, necesitamos amar y cada persona que se
nos cruza, nos da la oportunidad de mirarnos en sus ojos y ver en ellos a Dios
mismo. Si no fuera por el otro, sería muy difícil aprender a experimentar el
amor en este plano.
Cuando en
tus relaciones se produzcan circunstancias que despierten en ti reacciones
negativas, expresadas o no, entonces no te gastes en justificar quién tiene la
razón, ni te permitas responsabilizar al otro de tus emociones; menos aún uses
a terceros para descargarte. Simplemente reconoce que en ti se ha despertado un
aspecto oculto y pídele a tu Ser Superior que irradie luz en tu interior.
Regálale las emociones que no te gustan y él las transformará en amor. Para
hacer esta solicitud no necesitas ninguna ceremonia ni ritual, sólo necesitas
estar atento y cuando sientas que se despiertan en ti sentimientos negativos,
ya sean
estos de miedo, rabia, frustración, sentido de baja valía, poco reconocimiento
u otros, invoca la presencia de tu Ser Superior, siente como su luz te inunda y
permite que la paz bañe tu interior.
Cuando
recién inicié mi proceso de toma de conciencia, gastaba mucha energía en
entender los mecanismos del ego presentes en mis relaciones. Intenté encontrar explicaciones
en otras vidas, en mi niña interna herida, en mis proyecciones sobre el otro.
Me preguntaba una y otra vez qué parte mía, no resuelta, me mostraba esa
persona ante la cual se despertaban emociones automáticas no deseadas. Sin
embargo, pronto comprendí que mientras más atención le damos al ego, más atención
nos pide.
Leyendo el
libro Un Curso de Milagros, aprendí a regalarle al Espíritu Santo, que para mí es un concepto muy similar
al de Ser Superior, aquellas emociones que me limitan y esclavizan.
Mágicamente, este simple acto de soltar me provocó una plácida
sensación de libertad. Para poder realizarlo es necesario aprender a reconocer
nuestras emociones, sin juicio, sin negación y sin condena. No somos nuestras
emociones, las hemos grabado en nuestro campo energético a lo largo de nuestra
vida, pero no somos ellas, sino que somos quien las experimenta.
Como hemos
pasado la vida entera fingiendo estar bien cuando estamos tristes, controlando
el enojo, haciéndonos sordos a nuestras frustraciones, cada vez somos menos
capaces de identificar qué es lo que estamos sintiendo. Cuando esas emociones,
no reconocidas, no encuentran un canal a través del cual transmutarse, entonces
las somatizamos en dolores de cabeza, en contracturas y otros padecimientos, responsabilizando
a la persona que tenemos en frente, por la incomodidad que se está manifestando
en nuestro interior.
Si te
cuesta reconocer tus emociones a través de las incomodidades que el otro
despierta en ti, entonces obsérvate cuando comienzas a argumentar que el otro
está errado, que su proceder no es el adecuado, que no actúa como tú lo harías
si estuvieses en su lugar, que tú no mereces ese trato. No es necesario que
definas esa emoción ni que la analices, ni que la justifiques, sólo necesitas
reconocer y liberar. No permitas que el ego se apodere de tu determinación de
ser libre, esclavizándote aún más en sus intricadas manías de analizarlo todo.
Simplemente
habla con tu Ser Superior. Dile: Reconozco
la oscuridad que habita en mí y te pido que la llenes de tu Luz.
Esa sola
frase puede cambiar de manera rotunda tus relaciones, con ella no sólo te estás
haciendo responsable de tus emociones, sino que además estás liberando al otro
de la pesada carga de ser el responsable de lo que tú sientes. Quizás al
principio, requieras sentarte a analizar lo que el otro despierta en ti, quizás
te cueste en el momento reconocer tus reacciones emocionales, pero de a
poco podrás darte cuenta incluso de las sutiles reacciones físicas asociadas a
tus emociones y podrás de esta forma invocar a tu Ser Superior en medio de una
conversación, de una reunión de trabajo, en una fiesta o en la intimidad de tu vida
familiar.
Cuando
descubrí que mi Ser Superior podía liberarme sin necesidad de comprender el
proceso emocional interno que estaba involucrado, poco a poco comencé a
disfrutar cada vez más la presencia del otro. Liberada del juicio respecto a
cómo los otros tienen que ser y de mi necesidad de responsabilizarlos de cómo
reaccionaba mi cuerpo emocional, de a poco mis interpretaciones sobre las
personas a mi alrededor comenzaron a cambiar. De pronto, esa frase irónica no
fue un ataque hacia mí, sino un mecanismo de defensa; esa falta de interés por
mis temas dejó de ser falta de interés hacia mí y pasó a ser una petición de
atención; el gruñido de mi hija ya no era en mi contra, sino sólo algo
relacionado con ella. Liberar al otro me ha permitido verlo y, desde esa
mirada, aprender a amarlo.
Por
supuesto aún hay relaciones en mi vida que se me hacen difíciles, aún veo en las
demás actitudes que no comprendo, intereses que no comparto, caracteres que no compatibilizan
conmigo y que aun invocando a mi Ser Superior no logro trasmutar en Luz. Pero
ahora comprendo que todo eso no tiene
que ver con el otro, sino conmigo y mis emociones.
Entonces,
en esos casos, cuando es posible hacerlo, prefiero retirarme y liberar al otro
de recibir la energía negativa que se despierta en mi interior ante su
presencia.
Recuerda
que la presencia del otro es una maravillosa posibilidad para manifestar tu
esencia amorosa. De la plena aceptación de tu ser podrás evolucionar a la
aceptación del ser del otro y, desde allí, a la manifestación y reconocimiento
de tu verdadero SER.
Conversaciones con mi Ser Superior – Jascha