jueves, 15 de septiembre de 2016

Alejandro Jodorowsky - Cabaret Mistico

Un símbolo no concede un mensaje preciso, actúa como un espejo que reflejael nivel de Consciencia del buscador. En el cristianismo no hay una sola cruz, sino infinitas: para unos es un objeto de tortura, para otros el cruce del espacio y el tiempo, el árbol de la vida, el signo más, etc. Los textos sagrados pueden originar múltiples comentarios; esto lo saben muy bien los cabalistas, que extraen de la Biblia
caprichosas revelaciones. Varias generaciones de psicoanalistas han encontrado enseñanzas en los sueños y en los cuentos de hadas. Entonces, me dije que no hay, en sí, textos sagrados: lo sagrado lo otorga el lector. La verdad no está en un libro sino en el espíritu de quien, usando como apoyo el símbolo, descubre en las profundidades de su ser ese misterio esencial que es su genuino Maestro. Si es así, ¿por qué no ir a buscar la sabiduría en el arte literario más humilde de .todos?: el chiste. ¿Por qué no tratar estos cuentecillos como si fueran textos iniciáticos? Son anónimos, tienen por finalidad provocar la risa sanadora, hunden sus raíces en el inconsciente, transportan un sentido crítico y una filosofía natural... Comencé por éste:
La inquilina de un gran inmueble va a la clínica a visitar a la conserje del edificio, que acaba de
parir.
-Si me lo permite -dice asombrada la inquilina-, le voy a hacer una pregunta indiscreta: es usted soltera, ¿verdad?
-En efecto -responde la conserje.
-¿Y quién es el feliz papá de este nene?
-Sobre eso -contesta la conserje- no sé nada en absoluto. ¡Usted sabe perfectamente que, cuando limpio las escaleras, estoy demasiado ocupada como para darme la vuelta en cada ocasión!
Comparé este chiste con una historia del sabio idiota Mulá Nasrudín, considerada por ciertos maestros sufíes como iniciativa: Mulá Nasrudín, sentado a la sombra, mira el camino en tanto que su mujer, sentada a su lado pero vuelta de espaldas, mira hacia el otro lado. De pronto, ella comenta a su marido:
-¡Cuánta belleza! Hay muchos pájaros y las nubes son maravillosas. ¡Es un paisaje espléndido!
-Te equivocas, como de costumbre. ¡Es un paisaje triste: por mi lado no hay nubes ni pájaros!
-gruñe Nasrudín.
El hombre no hace el menor esfuerzo por mirar hacia el lado de su mujer, se limita a ver su mundo. Del mismo modo, la conserje no presta ninguna atención a lo que ocurre a sus espaldas. Ambos se ocupan exclusivamente de su limitado punto de vista, y lo que sucede a su alrededor no les concierne. Sin embargo, sufren las consecuencias de ello.
¿Cuál es la dimensión del mundo de una conserje que limpia las escaleras y se encuentra encinta porque no se da la vuelta? ¿Cuál es la dimensión de nuestro mundo? ¿Somos capaces de ver «la realidad» desde diferentes puntos de vista o nos enfrascamos en uno solo creyendo que los otros no existen? En esta sociedad donde hemos perdido el significado profundo de la tradición religiosa y donde Dios representa un complemento infantil que se nos inculca en nuestros primeros años de vida,
¿podemos describir a esa divinidad de la cual solemos hablar? ¿Cómo la vemos? ¿Qué representa para nosotros? Al describir a Dios no hago otra cosa que describir mi realidad. Si Dios existe en alguna parte, está aquí. Si el infierno existe, también está aquí. Todo lo que no está aquí no está en ninguna parte. Todo lo que es, sólo existe en este instante. Entonces, ¡si en este instante todo está presente, debo sentir lo que
es el instante para mí, con su tiempo, su espacio y su posible creador! Si Dios no existe, debo inventario. Y si soy incapaz de ello, ¿en qué principio se basa mi realidad? ¿Cuál es la energía que la rige y qué consecuencias extraigo de ello? Nos dan ganas de preguntar a la conserje del chiste: «¿Quién es el bebé que llevas en el vientre? De una u otra manera te vas a encontrar con que estás encinta de un producto del que no percibes toda la realidad, con que no te das la vuelta, con que no concibes lo que el otro piensa. Tú no imaginas casi nada, ni los millones de
millones de años del pasado ni los millones de millones de años del futuro, ni la extensión infinita de la materia ni la Conciencia sin límites que ésta encierra. ¿Dónde te sitúas? ¿Cuál es tu verdadera realidad? ¿Y si llamaras a tu bebé Dios interior».
El primer paso que debemos dar para ampliar nuestra mirada hasta más allá de todos los horizontes, es inventar al Dios interior; un Dios que es diferente de aquel otro, ubicado en los cielos, impensable, inalcanzable.

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