Un
beduino viajaba, montado en un camello cargado de trigo. En el camino encontró
a un hombre que le hizo mil preguntas sobre su país y sus bienes.
Después
le preguntó en qué consistía la carga de su camello.
El
beduino mostró los dos sacos que colgaban a una y otra parte de la silla de
su montura:
"Este
saco está lleno de trigo y este otro de arena."
El
hombre preguntó:
"¿Hay
alguna razón para cargar así tu camello con arena?"
El
beduino:
"No.
Es únicamente para equilibrar la carga."
El
hombre dijo entonces:
"Hubiese
sido preferible repartir el trigo entre los dos sacos. De ese modo, la
carga de tu camello habría sido menos pesada.
¡Tienes
razón! exclamó el beduino, eres un hombre con una gran agudeza de
pensamiento. ¿Cómo es que vas así a pie? Monta en mi camello y dime: siendo
tan inteligente ¿no eres un sultán o un visir? -No soy ni visir ni sultán, dijo
el hombre. ¿No has visto mi vestimenta?"
El
beduino insistió:
"¿Qué
clase de comercio practicas? ¿Dónde está tu almacén? ¿Y tu casa? -No tengo ni
almacén ni casa, replicó el hombre.
-
¿Cuántas vacas y camellos posees? - ¡Ni uno solo!
-Entonces
¿cuánto dinero tienes? Porque gozas de una inteligencia tal que podría,
como la alquimia, transformar el cobre en oro.
-Por
mi honor, ni siquiera tengo un trozo de pan que comer. Voy con los pies
descalzos, vestido de harapos, en busca de un poco de comida. Todo lo que sé,
toda mi sabiduría y mi conocimiento, ¡todo eso no me trae más que dolores de
cabeza!"
El
beduino le dijo entonces:
"¡Márchate!
¡Aléjate de mí para que la maldición que te persigue no recaiga sobre
mí! Déjame irme por ese lado y toma tú la otra dirección. Más vale equilibrar
el trigo con arena que ser tan sabio y tan desventurado. Mi idiotez es sagrada
para mí. ¡En mi corazón y en mi alma está la alegría de la certeza!"
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