Había un aguador que poseía un asno de carácter desabrido y cansado de la existencia. Los fardos habían lastimado su lomo y éste inconsolable no esperaba ya más que la muerte. La falta de alimento lo hacía sufrir cruelmente y soñaba continuamente con un pienso de paja. El acicate había dejado, además, en sus costados unas llagas dolorosas.
Ahora bien, el
palafrenero jefe del palacio del sultán conocía al propietario de este asno. Un
día se cruzó con él en su camino. Lo saludó y, viendo el estado de su asno, se
compadeció de él.
"¿Por qué
está este asno tan demacrado? preguntó.
-La causa es mi pobreza, respondió el hombre. También yo estoy necesitado y mi asno tiene que prescindir de todo alimento."
El palafrenero le
dijo:
"Confíamelo unos
días para que aproveche un poco las ventajas de la cuadra del sultán."
El hombre le confió, pues, su asno y éste fue instalado en las cuadras del palacio. Allí vio unos caballos árabes, fogosos y lustrosos, provistos de un buen lecho de paja y de abundante alimento. El suelo estaba limpio y aseado. Nunca llegaba a faltar nada. Y viendo que a cada momento los almohazaban, el asno elevó los ojos al cielo y dijo:
"¡Oh, Dios
mío! Aunque sólo sea un asno, soy, de todos modos, una de tus criaturas. ¿Por
qué, entonces, tengo que soportar esta miseria y estos tormentos?
Paso las noches llamando a la muerte con mi deseo a causa de mi lomo baldado y mi vientre vacío. En comparación, la suerte de estos caballos me parece particularmente envidiable. ¿Es que, por casualidad, me están reservadas estas pruebas a mí solo?"
Ahora bien, un día
estalló la guerra. Los caballos fueron ensillados y partieron al combate.
Cuando volvieron a la cuadra, estaban ensangrentados, heridos por todas partes
por innumerables lanzazos o flechazos. Los hicieron entrar en la cuadra y los
trabaron para que el herrador, provisto de su lanceta, pudiese actuar. Y éste
empezó a cortar en las heridas para retirar las puntas de las flechas. Al ver
todo esto, el asno se dijo:
"¡Oh, Dios
mío! A fin de cuentas, estoy satisfecho con mi estado de pobreza. Esta
abundancia se vuelve pronto muy amarga. ¡Muy poco para mí!
Quien busca la
salvación no se aficiona a este mundo de aquí abajo. ¡Mi salvación es la
pobreza!"
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