La hembra jaguar se sentía plena criando los dos cachorros que había tenido. Habían crecido sanos y fuertes, durante varios meses les había enseñado todo lo que debían saber sobre la caza, la supervivencia y la protección de su territorio. Era hora de que siguieran su camino, pero la hembra jaguar no estaba lista para verlos partir. Comenzó a llevarles alimento a pesar de que ellos sabían conseguirlo por sí mismos, no les permitía ir más allá de su territorio, no dejaba que se acercara ningún otro jaguar.
Los hijos crecían e iban perdiendo sus habilidades predadoras, ya no tenían curiosidad por el exterior. Fueron adelgazando pues la comida no era suficiente, estaban llenos de cicatrices porque todos los días se peleaban entre ellos y no había manera de reproducirse encerrados en su espacio. La hembra jaguar enflacó por tanto esfuerzo, cazar para tres no estaba en su naturaleza. Se fue desgastando, no volvió a aparearse, perdió el brillo de su pelaje y sus habilidades para cazar fueron disminuyendo. Un día, otra hembra jaguar que buscaba ampliar su territorio de caza acabó con la familia, fue fácil pues todos habían perdido su fuerza natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar y hacer más grande esta página.