Desde la
perspectiva de lo que eres, desde la perspectiva del océano, aunque las olas
sean todas diferentes en apariencia, en esencia son
todas lo mismo. Todas son agua. Así que, utilizando esta metáfora, podría
decirse que el océano sabe que
todas las olas son sencillamente parte de él. Cada pensamiento, cada
sentimiento y cada sensación que aparece en ti es sencillamente el océano en su
danza. Desde las potentes olas violentas hasta las más suaves y plácidas, todas
son agua. Así que, en el nivel más profundo, el océano no tiene ningún problema
con ninguna de las olas, porque sabe que ninguna de ellas puede
poner en peligro lo que él es en realidad. Hay, por tanto, un profundo
bienestar respecto a todas ellas, una paz que escapa al entendimiento, que nace
de haber reconocido que, en esencia, son inseparables del océano.
Ninguna de las
olas de la vida puede dañar al océano que eres. Ninguna puede destruirte.
Ninguna puede sustraerte nada, y ninguna puede añadir nada a lo que eres.
Ninguna de las
olas es ajena a ti.
De modo que, ya
aparezca el océano como una ola de pensamiento, de dolor, de miedo, de
entusiasmo, de alegría o como cualquier otra ola, sabe que, a nivel esencial, todas esas
apariencias están bien. Todas tienen un hogar en lo que eres. Lo que eres es lo
bastante vasto para contenerlas a todas.
Como nos han
recordado todos los maestros espirituales a través de los tiempos, en realidad
no eres una persona separada, no eres un yo individual, sino el espacio abierto
en el que todas las pequeñas olas de experiencia —pensamientos, sensaciones,
sentimientos, sonidos— vienen y van. Eres literalmente, eso que buscas.
Eres la
consciencia que sostiene la danza de la forma. Eres la vasta expansión de percepción
consciente en la que el mundo aparece y desaparece. Sea lo que sea lo que aparece y
desaparece en tu experiencia, tú permaneces en calma en medio de la tormenta; eres
el vasto y profundo océano que ni siquiera la ola más violenta puede destruir.
Por mucho que las olas se eleven y rompan estrepitosamente, en las
profundidades del océano hay silencio..., silencio y saber.