miércoles, 27 de noviembre de 2019

NA AUSENCIA MUY PRESENTE (El juego del escondite) - Jeff Foster (1)


Parece como si alguien –yo– hubiese escrito un libro sobre algo llamado no dualidad que otra persona –tú– está ahora leyendo. Ése es el sueño.
Pero lo que realmente está ocurriendo –no sólo aquí sino en cualquier otro lugar– es completamente extraordinario. Lo que realmente está ocurriendo es que la Unidad se encuentra consigo misma, se ve a sí misma de un millón de formas diferentes y disfruta con ello.
Ahora mismo, la Unidad aparece como esto, como un cuerpo sentado en una silla sosteniendo un libro entre sus manos. Y también aparece como el suelo, como las paredes, como el latido del corazón, la respiración, los colores, los olores, los sonidos y todo lo que ahora mismo esté apareciendo.
La Unidad aparece como todo, absolutamente todo lo que ahora mismo está ocurriendo. Eso es, de hecho, lo que ocurre. La Unidad lo es todo.
Esta vitalidad extraordinaria está ahora mismo –como siempre lo ha estado– mirándonos directamente a los ojos. ¿Y cómo puede ser que nunca la hayamos visto?
¡Cuando la reconocemos resulta evidente, pero, hasta entonces, parece estar completamente oculta! ¡Es como si jugase con nosotros al juego del escondite!
Desde cierta perspectiva, la Unidad parece estar oculta. Tan oculta que, a pesar de presentarse, a lo largo de toda nuestra vida, disfrazada de todo, literalmente de todo, jamás lo hemos advertido.
Y, como lo es todo, absolutamente todo, no existe, en realidad, nada oculto.
¿Qué mejor escondite, si quisieras ocultarte con la seguridad de que nadie te descubriría, que disfrazarte de todo lo que es?
¿No te asegurarías, si quisieras que algo pasase completamente desapercibido, de serlo todo?
Nada de esto debe ser entendido.
Si pudieses entenderlo, sólo serías una persona que habría acumulado unos cuantos conceptos sobre la no-dualidad, una persona con unas cuantas ideas sobre lo que es esto.
Pero esto no tiene nada que ver con la comprensión. Esto es más bien una caída. La caída en el sorprendente misterio de la vida. La caída en el no-conocimiento.
Una caída en la que el buscador acaba desapareciendo.

lunes, 25 de noviembre de 2019

NA AUSENCIA MUY PRESENTE (La ofrenda) - Jeff Foster (1)


Sumido en el sueño de la separación, eres un individuo con decisión y libre albedrío. Sumido en el sueño, pareces haber decidido leer este libro. Decides ir a la librería o pedírselo a un amigo y luego decides cogerlo, sentarte y empezar a leer.
Sumido en el sueño, pareces decidir sentarte en la silla de un determinado modo, desplazar los ojos por las páginas y creerme o no. Pareces decidir aburrirte, interesarte o disfrutar con las palabras. ¡Son muchas, pues, las decisiones que, en el sueño, pareces estar tomando!
Sumido en el sueño, decides el camino que te ha traído hasta aquí.
Sumido en el sueño, te reconoces como el que ha posibilitado todo esto.
Sumido en el sueño, te reconoces como el autor de todo esto.
Sumido en el sueño, pareces ser el creador.
Con la desaparición, no obstante, de toda esa historia de la decisión, con la desaparición de la historia según la cual, en el centro de tu vida, eres una persona separada y sólida, de la historia de que tú lo has hecho todo y has creado todo esto, no tienes modo de saber lo que ha ocurrido. No hay modo, con la desaparición de la historia de la decisión, de saber cómo ha ocurrido todo esto.
Y entonces abres los ojos y te encuentras, como un recién nacido, con todo esto.
Cuando el individuo desaparece, ves esto por vez primera. Miras y te descubres sentado en una silla. Y por más que tengas la sensación de que la silla no debería estar ahí, lo cierto es que ahí está. Y por ello te sientes sumamente agradecido.
Miras y descubres –¡Dios mío! – una silla que se ofrece y te sostiene
incondicionalmente y sin pedirte nada a cambio. Es realmente extraordinario.
La silla no se pregunta quién eres. A la silla le da lo mismo quién creas ser. A la silla no le interesa lo que hayas hecho o dejado de hacer. No le preocupa lo que hayas logrado o dejado de lograr, lo que creas o dejes de creer. Le da lo mismo si eres un triunfador o un fracasado, o si has alcanzado o no tus objetivos. Le da lo mismo si crees estar iluminado o no estar iluminado. Le da lo mismo tu aspecto y el modo como estés vestido. Le da lo mismo si estás sano o enfermo, si eres budista, judío o cristiano, si eres joven o viejo, y si entiendes o dejas de entender. Lo único que la silla hace es ofrecerse de manera incondicional.
El mensaje es muy sencillo y lo transmite algo tan normal y corriente como una silla.
Y no sólo una silla, sino todas las cosas. Todas las cosas se ofrecen de manera incondicional.
El secreto es éste:
La vida, en realidad, no es tal. Es una ofrenda.
Y esto es lo que ahora mismo nos está ofreciendo. Nos ofrece el momento presente.
Nos ofrece todo lo que está ocurriendo aquí. Nos ofrece esta presencia y esta vitalidad. Nos ofrece todo un mundo aparente, un mundo lleno de imágenes, sonidos y olores en cuyo interior no hay absolutamente nadie. Pero, a decir verdad, tampoco hay aquí ningún mundo. Lo único que hay es esto.
Y siempre, con la misma mirada inocente de un niño, ves esto por vez primera. Las palabras ni siquiera pueden llegar a rozarlo.
¡Esto, para la mente, es una auténtica locura! La mente dice: ¿Pero cómo no va a haber ahí una silla? ¡Si fui yo mismo quien la puso! ¡Fui yo quien puso en marcha todo esto!». Pero la mente ni siquiera puede empezar a entender la maravilla de lo que es. No te preocupes por ello, no es necesario. No porque no haya nadie que la reconozca ni la valore, la sorpresa es, por ello, menos sorprendente.
Pero sigamos un poco más. Mira la ropa que te cubre, te calienta y te protege del sol.
Mira cómo ocurre la respiración. Inspiras y exhalas, dentro y fuera, sin necesidad de realizar ningún esfuerzo. Y todo ello sin pedirte nada, absolutamente nada. Y la respiración también se halla presente mientras te hayas sumido en el sueño profundo sin sueños, cuando no hay nadie ahí para saberlo. ¡La respiración sucede aun en tu ausencia! No estás ahí, pero la ofrenda sigue presentándose.
Y tu corazón sigue latiendo, bombeando sangre a todo el cuerpo, sin pedirte absolutamente nada a cambio. Es una ofrenda totalmente gratuita. Y un buen día desaparecerá. Un buen día el corazón dejará de latir. Pero ahora está latiendo. Un buen día la respiración dejará de presentarse. Pero ahora está presentándose. No tenemos nada asegurado, ni otro día, ni otra hora ni otro instante. Todo eso es algo que recibimos de manera gratuita, completamente gratuita.
Todo es gratuito. Las sensaciones corporales, los sonidos, el frescor de la brisa y hasta los pensamientos que, originándose en ningún lugar, acaban disolviéndose en ningún lugar. Ésa es la gracia. Ésa es la Unidad. Y nada parece ocurrir como creíamos. ¿Quién hubiese pensado que la liberación, o llaémosle como la llamemos, fuese tan sencilla y evidente? ¿Quién hubiese dicho que la liberación consistiese tan sólo en ver claramente lo que es? ¿Quién hubiese dicho que se trata simplemente de ver claramente la vida tal cual es?
A la mente le disgusta este mensaje, porque pone fin a su historia de control, a su futuro y a su búsqueda. Esto, para la mente, se asemeja a la muerte. Por ello responde: «¡No, no puede ser! ¡Es demasiado ordinario! ¡Esperaba mucho más!
¡Quería mucho más que el simple hecho… de estar sentado en una silla!».
Esto, para la mente, resulta demasiado ordinario.
Pero es la búsqueda de lo extraordinario, mira por dónde, la que convierte a esto en algo ordinario. Siempre ha sido la búsqueda de algo fuera de aquí la que ha convertido a esto en algo ordinario y aburrido. ¡Nos aburrimos tanto de esto que queremos eso! ¡Nos aburrimos tanto de esto que queremos despertar de esto!
La búsqueda espiritual siempre ha estado arraigada en un rechazo del momento presente. La búsqueda de la vida siempre ha sido un movimiento de alejamiento de lo que es.
Pero, cuando desparece la búsqueda de lo extraordinario, esto deja de ser ordinario.
Cuando desaparece la búsqueda –y, con ella, desaparece el buscador–, esto deja de ser “ordinario”. Entonces es cuando los opuestos se funden y ya no hay modo, con palabras, de nombrar lo que queda.
Si miramos a un recién nacido o a un niño muy pequeño veremos en él una sensación de sorpresa y asombro ante la vida tal cual es. Pero los adultos parecemos habernos alejado de la inocencia y de la simplicidad infantil. Los adultos nos convertimos en personas serias y perdidas en la búsqueda, esforzándonos en tratar de ser alguien, esforzándonos en la búsqueda del éxito y esforzándonos en que todo sea perfecto.
Por ello siempre estamos tan agotados.
Por debajo de esa búsqueda, no obstante, todos somos bebés recién nacidos.
Todavía seguimos viendo el mundo por vez primera. Lo único que ocurre es que estamos perdidos en el juego de devenir. Eso es todo.

sábado, 23 de noviembre de 2019

NA AUSENCIA MUY PRESENTE (Cambiar los muebles de sitio) - Jeff Foster (1)


Una de las respuestas que la mente puede dar, cuando trata de procesar toda esta información, es la siguiente:
¿Cómo podríamos, si la búsqueda es el problema, renunciar a ella?
Pero, de ese modo, volvemos a sumirnos en el juego de la búsqueda… porque buscar el final de la búsqueda quizás sea la mayor de todas las búsquedas.
No se trata de renunciar a nada. No se trata de renunciar a nuestra práctica espiritual, de renunciar a nuestra meta ni de renunciar siquiera a la búsqueda. No se trata, en modo alguno, de concluir que la búsqueda sea el problema, no se trata de concluir que, como todo es búsqueda, deberíamos renunciar a la vida y sentarnos sin hacer nada. No, no se trata, en modo alguno, de rechazar nada.
Nada, en el sueño, como ves, tiene que cambiar. Por ello este libro no se parece a ningún otro libro de espiritualidad. Son muchos los libros espirituales que insisten en la necesidad de cambiar tu vida, de cambiar tus actitudes, de cambiar tu conducta o de cambiar tus pensamientos, de cambiar, en suma, los muebles de la habitación del Gran Hotel de la Vida para convertirla en un lugar más cómodo. No, este libro no habla del modo de cambiar los muebles. ¡Pero, si quisiera una habitación más cómoda, por supuesto que debería cambiar los muebles de lugar!
Lo único que sugiero es que, aunque no te des cuenta de ello, “tu vida”, tal cual es, ya es perfecta.
Imagina que una noche, mientras duermes, tienes un sueño, durante el cual ocurren muchas cosas que te parecen completamente reales. Pero, cuando finalmente despiertas, te das cuenta de que, en realidad, nada de lo que estabas viviendo había sucedido.
No, no tienes que cambiar el contenido del sueño. ¿Acaso, cuando despiertas, te empeñas en cambiar el sueño? Basta con que te des cuenta de que sólo se trataba de un sueño. Cuando reconoces al sueño como tal, el soñante desaparece y todo lo que pueda haber ocurrido deja de afectarte.
Esto se asemeja a lo que ocurre cuando estás viendo una película. Nadie se sienta en la butaca del cine tratando de cambiar o manipular la película. Lo único que, en tal caso, hacemos, es ver la película. Y, mientras tanto, no hay separación alguna entre la película y quien la contempla. Lo único que hay, cuando uno está completamente absorto viendo una película, es lo que está ocurriendo. Y uno ríe o llora según el despliegue de las imágenes de la película. Uno se olvida de sí mismo y acaba disolviéndose en la película.
Por ello nos gusta ir al cine. Cuando estamos contemplando una película no tenemos que hacer absolutamente nada, Lo único que tenemos que hacer es dejar que lo que ocurra se derrame sobre nosotros. O, mejor dicho, lo único que tenemos que hacer es dejarnos arrastrar por la película. Entonces es cuando el pasado y el futuro se desvanecen y dejan paso a lo que está ocurriendo. Y, puesto que lo que está sucediendo en la pantalla no es esencialmente real, uno puede sumergirse plenamente en la experiencia, puede relajarse y zambullirse sin reservas y reír, llorar y entusiasmarse con lo que ocurre, como si realmente estuviese ocurriendo. Es su irrealidad, de hecho, la que –durante un rato, al menos– la convierte en algo tan real.
Y ésa es también la aparente paradoja que yace en el núcleo mismo de la experiencia. La vida es como una gran película, la mayor de las películas que jamás se haya filmado.
Cuando sales del cine, la película sigue siendo una película y, cuando despiertas, el sueño sigue siendo un sueño. Pero por más que, esencialmente hablando, no sean reales, cuando nos zambullimos en ellos parecen serlo.
Tu historia, la historia de tu pasado y la historia de tu futuro, no son esencialmente reales, sólo parecen serlo cuando estás hipnotizado por la película de tu vida, por el sueño de tu vida. Y en algún momento de la historia aparece la invitación a despertar. En ese momento, sin embargo, la historia no desaparece, sino que sigue desplegándose, pero podemos ver a través de ella. Entonces es cuando la historia se torna transparente. La película sigue, pero entonces ya sabemos que se trata de una película.
Entonces nos damos cuenta de que nada de lo que ocurra puede dañarnos. Y, por más tristes o espantosas que sean las escenas, no dejan en nosotros la menor cicatriz.
Entonces es cuando nos convertimos en la pantalla en la que se proyecta la película.
Entonces es cuando nos damos cuenta de que nada de lo que ocurre en la película nos afecta. La pantalla deja amorosamente que todo se proyecte sobre ella, tanto las escenas de miedo como las escenas de alegría, absolutamente todo. Y, cuando la película concluye y el público abandona la sala, la pantalla sigue tan nueva e impoluta como antes de comenzar la proyección.
¡Pero, desde la perspectiva de la pantalla, no hay nada que empiece ni nada que concluya! No hay, desde la perspectiva de la pantalla, tiempo ni espacio. El tiempo y el espacio son cosas de la película y, cuando no se proyecta nada, tiempo y espacio
carecen de todo sentido.
En la liberación, el tiempo y el espacio son vistos como lo que son, meros
conceptos.
Este libro no pretende resolver ningún problema. Los problemas se mueven en el mundo de los sueños. Personajes oníricos tratando de solucionar problemas oníricos.
Personajes virtuales tratando de resolver problemas virtuales.
El personaje cree en la realidad de sus problemas, pero éstos, obviamente, son tan reales como él. Cuando acaba su escena, el actor se desmaquilla, se cambia de ropa y vuelve a casa. Cuando le damos al botón de “eject”, el DVD sale del reproductor y todo se desvanece. Y, cuando acaba la película, los rollos vuelven de nuevo a sus cajas y se apagan finalmente las luces. Tus problemas son, en suma, tan reales como tú.

jueves, 21 de noviembre de 2019

NA AUSENCIA MUY PRESENTE (Aquí no hay nadie) - Jeff Foster (1)


Toda tu vida apunta hacia tu ausencia.
Y aun el más intenso de los sufrimientos señala la ausencia de alguien que sufra.
No hay, en el centro del sufrimiento, en el núcleo mismo del sufrimiento más intenso, nadie que sufra. Aun el mismo sufrimiento apunta hacia la ausencia de una persona separada y sólida. Esto puede ser muy difícil de entender. Presta, pues, mucha atención.
Hay sufrimiento, pero nadie que sufra. El sueño y el sufrimiento se derivan de la creencia de que aquí hay una persona. Pero eso no es así. Lo único que hay es sufrimiento, sólo existe sensación, pero nadie a quien le esté ocurriendo. Sólo la aparente presencia de la vida, sólo imágenes, sonidos y olores, pero absolutamente nadie en medio de todo ello. Sólo una ausencia que, paradójicamente, es la más absoluta de las presencias. Es nadie jugando a serlo todo.
Los pensamientos están ahí, pero no hay nadie que los piense.
Hay una silla, pero nadie está sentado en ella.
No hay nadie, aquí, que esté respirando. No hay nadie que esté viendo ni nadie que esté escuchando. La respiración ocurre por sí sola. La habitación, el libro y las palabras escritas de la página sencillamente aparecen. Se abren los ojos y aparecen.
Los sonidos sencillamente suceden.
«Estoy respirando. Estoy viendo. Estoy escuchando» –ésa es la historia.
Antes de la historia no hay absolutamente nada. Antes de la historia “yo soy una persona, sentado en una silla y leyendo un libro” no hay persona, silla ni libro. Antes de la historia del “yo” no hay aquí nada ni nadie que lo sepa. Antes del “yo” no podemos decir absolutamente nada al respecto. Lo único que hay es el misterio. E incluso eso tampoco es cierto.
De ese misterio, brota el “yo”. Y, en el momento en que aparece un “yo”, aparece también algo llamado “mundo”. Antes de esa contracción, sin embargo, no hay mundo. El mundo emerge en el mismo instante en que lo hace el “yo”. Expansión y contracción. Creación y destrucción. Ése es el latido del cosmos.

lunes, 18 de noviembre de 2019

NA AUSENCIA MUY PRESENTE (El mito de la iluminación) - Jeff Foster (1)


La liberación no es algo que me afecte a mí y no a ti. Este mensaje no tiene que ver con personas despiertas o iluminadas transmitiendo su comprensión a los demás.
No hay personas despiertas ni personas iluminadas… porque, en realidad, no hay personas.
Quienes afirman estar iluminados y quienes dicen «yo estoy despierto y tú no» o «yo veo esto y tú no», son personas que todavía creen en la separación. ¡Pero “yo estoy despierto y tú no” es una forma extrema de separación! Para poder decir eso, es necesario un punto de referencia, un “yo” que se compare con un “tú”. Y ese “yo”, al despertar cada mañana, debe recordar además que está iluminado.
Pero, cuando el juego del “yo y del tú” desaparece, cuando esos puntos de referencia se desvanecen, lo único que queda es el misterio.
No hay modo de saber, cuando todo eso se desvanece, que uno está despierto.
No hay entonces modo alguno de saber nada, porque no hay palabras para referirse a lo que esto es. Y, como ocurre con los recién nacidos, todo se nos ofrece entonces como si lo viésemos por vez primera. Nada tiene nombre y, como Adán en el jardín del paraíso, empezamos a nombrarlo todo desde cero.
Las personas despiertas y las personas iluminadas son meros sueños. El único que quiere despertar es el personaje onírico y, cuando finalmente despierta, resulta que ha despertado del sueño.

sábado, 16 de noviembre de 2019

NA AUSENCIA MUY PRESENTE (Nada cambia y todo cambia) - Jeff Foster (1)


¿Qué haríamos si realmente existiera algo llamado despertar? ¿Cómo diablos, si ni siquiera podemos ver lo que se halla frente a nuestras propias narices, la gracia o la maravilla de estar sentados en una silla, podríamos ver este supuesto despertar cuando finalmente lo alcanzásemos? ¿Cómo podríamos, si ni siquiera podemos ver esto, ver algo, en el caso de que realmente existiera, llamado despertar?
Empieza con esto. Empieza aquí. Empieza viendo esto.
Y lo más divertido es que, cuando ves esto, dejas de querer otra cosa.
Porque, cuando ves esto, también ves que basta con ello.
Basta con estar sentado aquí, en esta silla, respirando. Esto es más que suficiente.
Y, cuando ves esto, debes sumirte en la vida ordinaria. Todavía debes despertar por la mañana, vestirte, dar una vuelta, acarrear agua, cortar leña y hacer las cosas que habitualmente solías hacer.
Nada ha cambiado y todavía tienes que vivir una vida completamente ordinaria.
Pero, al mismo tiempo, todo ha cambiado, porque la gravedad ha desaparecido, la seriedad se ha desvanecido y la búsqueda ha concluido.
El buscador ha muerto.
Y, cuando nada ha cambiado y todo ha cambiado, te das cuenta de que, desde el mismo comienzo, lo único que ha existido es el milagro.
Este libro aspira a compartir una posibilidad, la posibilidad de que la búsqueda concluya con la desaparición de la sensación de ser un individuo separado y la correlativa zambullida en el Amor Incondicional.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

NA AUSENCIA MUY PRESENTE (CONFESIONES) - Jeff Foster (1)


Lo único que hay aquí es esto. Sólo lo que está sucediendo.
Por más espantoso que parezca,
cuando se lo escucha atentamente, resulta muy liberador.
* * *
La liberación no pone fin a la vida,
lo único que entonces ocurre es que uno desaparece.
Y la vida,
como siempre ha hecho,
se vive a sí misma.
* * *
Es el paso
de la persona sentada en una silla
al simple estar sentado en una silla.
El paso
de la persona caminando por la calle
al simple caminar por la calle.
El paso
de la persona que vive su vida
al simple suceder de la vida.
Pero no se trata de un cambio que tenga lugar en el tiempo.
De hecho, siempre está ocurriendo.
* * *
Quien lee estas palabras es el mismo que las escribió.
En esta frase se resumen todas las respuestas.
* * *
¡Qué extraordinario es no tener la menor idea
de lo que está a punto de ocurrir!
¡Qué extraordinario es dejar que la vida te sorprenda!
¡Qué extraordinario es despertar cada mañana
como un recién nacido,
despojado de pasado,
y saber que todo ocurrirá exactamente
cómo debe ocurrir!
Saber que no hay nada más elevado, nada más espiritual
ni más noble que levantarse cada mañana de la cama,
cepillarse los dientes, vestirse e ir a dar un paseo
sabiendo que no hay nada que entender.
Vivir cada día, cada hora y cada momento,
sabiendo que ése es siempre tu último día, tu última hora
y tu último momento.
Y saber también que el último día es el primero.
Ver la presencia en todas y cada una de las cosas.
Contemplar el mundo
y ver en él tan sólo el reflejo de un amor sin nombre.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Cuentos y fábulas de Buda - El increíble Ki (grito)


Un Maestro de combate a mano desnuda enseñaba su arte en una ciudad de provincia. Su reputación era tal en la región que nadie podía competir con él. Los demás profesores de artes marciales se encontraban sin discípulos. Un joven experto que había decidido establecerse y enseñar en los alrededores quiso ir un día a provocar a este famoso Maestro con el fin de terminar con su reinado.
El experto se presentó en la escuela del Maestro. Un anciano le abrió la puerta y le pregunto que deseaba. El joven anunció sin dudar su intención. El anciano, visiblemente contrariado, le explicó que esa idea era un suicidio ya que la eficacia del Maestro era temible.
El experto, con el fin de impresionar a este viejo medio chocho que dudaba de su fuerza, cogió una plancha de madera que andaba por allí y de un rodillazo la partió en dos. El anciano permaneció imperturbable. El visitante insistió de nuevo en combatir con el Maestro, amenazando con romperlo todo para demostrar su determinación y sus capacidades. El buen hombre le rogó que esperara un momento y desapareció. Poco tiempo después volvió con un enorme trozo de bambú en la mano. Se lo dio al joven y le dijo:
El Maestro tiene la costumbre de romper con un puñetazo los bambúes de este grosor. No puedo tomar en serio su petición si usted no es capaz de hacer lo mismo.
El joven presuntuoso se esforzó en hacer con el bambú lo mismo que había hecho con la plancha de madera, pero finalmente renunció, exhausto y con los miembros doloridos. Dijo que ningún hombre podía romper ese bambú con la mano desnuda.
El anciano replicó que el Maestro podía hacerlo. Aconsejó al visitante que abandonara su proyecto hasta el momento que fuera capaz de hacer lo mismo. Abrumado, el experto juró volver y superar la prueba.
Durante dos años se entrenó intensivamente rompiendo bambúes. Sus músculos y su cuerpo se endurecían día a día. Sus esfuerzos tuvieron sus frutos y un día se presentó de nuevo en la puerta de la escuela, seguro de sí. Fue recibido por el mismo anciano. Exigió que le trajeran uno de esos famosos bambúes de la prueba y no tardo en calarlo entre dos piedras. Se concentró durante algunos segundos, levanto la mano y lanzando un terrible grito rompió el bambú. Con una gran sonrisa de satisfacción en los labios se volvió hacía el frágil anciano. Este le declaró un poco molesto:
Decididamente soy imperdonable. Creo que he olvidado precisar un detalle: el Maestro rompe el bambú… sin tocarlo.
El joven, fuera de sí, contestó que no creía en las promesas de este Maestro cuya simple existencia no había podido verificar. En ese momento, el anciano cogió un bambú y lo ató a una cuerda que colgaba del techo. Después de haber respirado profundamente, sin quitar los ojos de bambú, lanzó un terrible grito que surgió de lo más profundo de su ser, al mismo tiempo que su mano, igual que un sable, hendió el aire y se detuvo a 5 centímetros del bambú… que saltó en pedazos.
Subyugado por el choque que acababa de recibir, el experto se quedó durante varios minutos sin poder decir una palabra, estaba petrificado. Por último, pidió humildemente perdón al anciano Maestro por su odioso comportamiento y le rogó que lo aceptara como discípulo.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Atisha (10)


No caigas en la trampa del demonio celestial.
Al ego se le llama el demonio celestial. Cada momento de tu vida tiene que convertirse en un recordatorio continuo de que el ego es muy sutil y de que regresa una y otra vez de la forma más astuta. Recuérdalo constantemente. El ego te sigue hasta el final, mantiene las esperanzas de que caigas en la trampa hasta el ultimísimo momento. Sé consciente de ello.
En las escrituras cristianas, mahometanas y judías al ego se le llama el demonio. Se trata de tu propia mente, el centro mismo de tu propia mente.
Al principio, prueba a vivir sin «yo» por algunos momentos.
Estás cavando un hoyo en el jardín, simplemente cava el hoyo, conviértete en el cavar y olvídate de que «yo lo estoy haciendo». Deja que se evapore el que lo hace. Sudarás bajo el sol, y no habrá quién lo haga; y el cavar continuará. Y te vas a admirar de lo divina que es la vida cuando el ego desaparece, aunque sólo sea por un instante.
Al ducharte, deja que el agua caiga sobre ti, pero no te quedes ahí como «yo». Relájate, deja el «yo»; y te admirarás. La ducha no sólo refresca tu cuerpo, sino que refresca también tu núcleo más interno.
Y si buscas, en la vida diaria encontrarás muchos momentos en los que se puede dejar el ego a un lado. Y la alegría de ello es tan grande, que una vez que lo has probado querrás hacerlo una y otra vez. Y poco a poco, te vuelves capaz de desconectar el ego y de mantenerlo así a no ser que sea absolutamente necesario.
Y después, llega también el día dichoso en que sabes que el ego no es necesario en absoluto. Y le dices el último adiós. El día en que muere el ego, has alcanzado el punto del no-yo. Ése es tu verdadero ser. El no ser es tu verdadero ser. No ser es ser por primera vez.


miércoles, 6 de noviembre de 2019

Atisha (9)


No mantengas puntos de vista equivocados.
Todos los puntos de vistan está equivocados. La vida tiene que vivirse sin puntos de vista, la vida hay que vivirla en contacto inmediato con la realidad. Pero si esto no es posible, entonces por lo menos no mantengas puntos de vista equivocados. ¿Cuáles son los puntos de vista equivocados? Puntos de vista que se basan en prejuicios, odio, ira, avaricia, ambición, violencia.
Lo primero es: no mantengas puntos de vista. Vive la vida sin filosofías. No se necesita ninguna filosofía para vivir la vida; de hecho, la mejor vida y la más gloriosa es la que se vive sin filosofías. Una vida simple, inocente, espontánea.
Pero si eso ahora mismo no es posible, entonces, empieza al menos abandonando los puntos de vista equivocados. No vivas con prejuicios, no vivas con ira, no vivas en un estado de odio, no vivas con avaricia y ambición, no vivas de sueños. Sé más real, sé más realista. Estate un poco más alerta, más atento, observando cada acto cuidadosamente, porque cada acto crea una cadena de acciones. Lo que hagas quedará en el mundo incluso después de que te hayas ido, porque la cadena continuará. Si no puedes hacer algo hermoso en el mundo, por lo menos no hagas algo feo. La posibilidad más elevada es vivir sin puntos de vista, simplemente vivir, simplemente ser. La segunda mejor es: por lo menos deja la parte negativa y sigue la positiva. Y poco a poco verás que si puedes dejar la parte negativa también la positiva se puede dejar. De hecho, dejar la negativa es más difícil que dejar la positiva.
La persona que puede dejar el no, puede dejar el sí fácilmente, porque él no fortalece al ego más que el sí. La persona que puede dejar la ira, el odio y la avaricia puede dejar fácilmente los sentimientos positivos. Y la trascendencia de todas las dualidades es la meta última de Atisha y de todos los grandes maestros.


lunes, 4 de noviembre de 2019

Atisha (8)


No traslades la carga de la vaca al toro.
La gente está siempre tratando de encontrar chivos expiatorios. Como no pueden responder al fuerte, se vengan con el débil.

Hay una historia de Mulla Nasruddin. Mulla se encontraba en la corte de un gran rey. Era el bufón de la corte. Y dijo algo muy gracioso, pero el rey se sintió ofendido y le dio una bofetada. Ahora Mulla quería devolvérsela, pero hacerlo era arriesgado, hacerlo era peligroso, así que abofeteó al hombre que estaba de pie a su lado.
El hombre se quedó sorprendido y dijo:
—¿Qué haces? Yo no te he hecho nada.
Y Mulla respondió:
—¿Por qué discutes conmigo? Puedes sacudir al que está a tu lado. El mundo es grande, cuando la bofetada venga de vuelta, ya veremos. Ahora déjala fluir: pásasela al siguiente.

Eso es lo que hace la gente, eso es en realidad lo que hace la gente. No es tan sólo una historia. El jefe humilla al marido y cuando éste llega a casa le lanza su ira a la mujer sin razón ninguna. O quizá encuentre una razón, siempre puedes encontrar una razón, es muy fácil encontrarla. Las verduras tienen demasiada sal o el pescado está quemado, o cualquier otra cosa. ¡Cualquier cosa! El marido encontrará una razón y estará convencido de que su enojo se debe a esa razón.

La verdad es que está enojado con su jefe. Pero el jefe es un hombre poderoso. Si el empleado dice cualquier cosa, puede ser peligroso, puede costarle el puesto. Así que mientras el jefe le insultaba, él sonreía; se puso a menear el rabo. Ahora proyecta al jefe en su mujer.
Si la historia sucede en los países de Occidente, la mujer puede también saltar sobre el marido. Pero si sucede en Oriente, la mujer no puede hacer nada. En Oriente, los maridos les han inculcado a las mujeres que ellos tienen que ser tratados como dioses. La mujer no puede decir nada; tendrá que esperar a que el hijo venga del colegio para entonces hacer con él lo que quiso hacer con el marido. La madre golpeará al niño. El niño ha llegado tarde, ha vuelto a romper la ropa, ha vuelto a hacer esto y lo otro, ha vuelto a juntarse con malas compañías.
Y ¿qué puede hacer el niño? Se meterá en su habitación y golpeará o destrozará sus juguetes. Y así sigue la bola.
Atisha dice: por favor, no transfieras cosas; si lo haces, estarás toda la vida transfiriendo y transfiriendo. Responsabilízate, arriésgate. Responde a la situación, cueste lo que cueste. No traslades la “carga de la vaca al toro”.


viernes, 1 de noviembre de 2019

Atisha (7)


No golpees al corazón
Atisha está diciendo: critica la opinión de la gente, critica sus ideologías, critica sus sistemas de pensamiento, critícalo todo, pero nunca critiques el amor de nadie, nunca critiques la confianza de nadie. ¿Por qué? Porque el amor es tan valioso, la confianza es tan inmensamente valiosa... el destruirlos, el criticarlos, el hacerlos pedazos por el método que sea, es el mayor daño que se le puede hacer a cualquiera.
Puedes criticar la opinión —la opinión debe ser criticada—, pero no el corazón. Cuando veas algo que pertenece al corazón, evita la tentación de criticarlo.
La gente hace justo lo contrario. Pueden tolerar tu ideología, pueden tolerar tu opinión, pero en el momento en que ven tu amor, tu confianza, saltan sobre ti. No pueden tolerar tu confianza; no la pueden soportar.
Te dirán que eso es hipnosis, que te han hipnotizado, que te han engañado, que vives en una ilusión; que el amor es locura, que el amor es ciego; que la lógica tiene ojos y el amor es ciego.
La verdad es justamente lo opuesto. La lógica es ciega, ¡critícala! El amor tiene ojos, sólo el amor tiene ojos, porque sólo el amor puede ver a Dios. Critica las creencias, porque las creencias no son nada excepto dudas escondidas detrás de bellas palabras. Critica las creencias, pero no critiques la confianza de nadie.
Y ¿cuál es la diferencia? La confianza tiene la cualidad del amor. La creencia es una forma de acercamiento racional. Si alguien dice: «Creo en Dios porque hay pruebas de su existencia», entonces critícale, porque las pruebas sólo demuestran la creencia. Pero no critiques a alguien que diga: «Amo a Dios. No sé por qué, sencillamente le amo. El amor me invade. No tengo pruebas; de hecho, todas las pruebas están en su contra, pero aun así le amo.»
Recuerda la famosa frase de Tertuliano, un gran místico cristiano: credo quia absurdum...
Alguien preguntó a Tertuliano: —¿Por qué crees en Dios?
Y él dijo:
—Porque Dios es absurdo. Porque no se puede creer en él, por eso creo en Dios.
Se puede creer en cualquier cosa, pero en Dios no se puede creer. Pero creyendo en aquello en lo que no se puede creer, uno crece. Eso es intentar alcanzar lo imposible.
Así que cuando veas a alguien que tenga amor, alguien que tenga confianza, evita la tentación de criticarle. Criticarlo es fácil, lanzar veneno a la historia de amor de alguien es fácil. Pero no sabes que así eres destructivo; no sabes que así destruyes algo de inmensa belleza. Has lanzado una roca contra una rosa.