Thomas Vaughan fue uno de los más importantes alquimistas británicos de toda la historia. Hermano gemelo del reconocido poeta místico Henry Vaughan, la obra de Thomas, quien escribió también bajo el nombre de Eugenius Philalethes, es admirada por su claridad y su extenso conocimiento de la filosofía natural de su tiempo. Su trabajo puede considerarse continuación de Tritemo, Paracelso y Agrippa, entre otros alquimistas. En su importante Antroposophia Theomagica, Vaughan da una visión de lo que es la muerte desde la perspectiva alquímica:
La
muerte es un ‘receso de la vida hacia el ocultamiento’ –no un aniquilamiento de
alguna partícula en específico sino una retirada de las naturalezas ocultas
hacia el mismo estado en el que estaban antes de manifestarse. En este receso
los diferentes ingredientes del hombre regresan a aquellos diferentes elementos
de los cuales provienen antes de acceder a un compuesto. Puesto que pensar que
Dios crea la menor cosa ex nihilo en el trabajo de generación es pura fantasía
metafísica. Así las partes terrestres –como sabemos por experiencia– regresan a
la tierra, las celestiales a un limbo celestial superior, y el espíritu a Dios,
quien lo dio. No debe sorprenderles que afirme que el espíritu del Dios
viviente está en el hombre, cuando Dios mismo lo reconoce como suyo.
Vaughan
luego agrega, escribiendo bajo su pseudónimo de Eugenius Philalethes, “amante
de las piedras”, que “aquellos que han bebido el agua de los filósofos” no
temen a la muerte porque reconocen “que lo que sea que exista en la naturaleza
es digno de ser abrazado”. El conocimiento de la realidad espiritual los libera
del temor que surge sólo de la ignorancia. Esto los coloca en un selecto grupo
en el que se encuentran Enoch, Elías, Esdras, Zoroastro, San Pablo y otros que
caminan “en la luz supernatural”. “Para unirse a nuestra asamblea es necesario
que percibas esta Luz”, advierte.
Thomas
Vaughan practicaba alquimia con su esposa Rebecca, quien murió de una
misteriosa enfermedad antes de que lograra un importante avance en su práctica.
Esto es inusual y, entre otras cosas, es una de las razones por las cuales
Peter Levenda considera que existen notables paralelos entre el trabajo
alquímico de Vaughan y el tantra. En esto Levenda sigue la insinuación que hace
el poeta Kenneth Rexroth en su introducción a las obras de Thomas Vaughan,
donde sugiere que Vaughan es uno de los únicos alquimistas que realmente reveló
el secreto (el cual tiene que ver con “experimentos del sistema nervioso
autónomo”), y en donde se especula que Vaughan y su esposa pudieron haber
realizado prácticas sexuales y/o yóguicas, las cuales los acabaron llevando a
la muerte.
Vaughan,
como los practicantes de los vehículos tántricos budistas y del dzogchén,
buscaba hacer un cuerpo de luz, unirse a la divinidad en vida y en conciencia.
Y en esto existen diversos paralelos entre las prácticas soteriológicas
budistas (en las que el practicante une su mente con la luz) y el llamado
cuerpo de la resurrección del cristianismo, paralelos que ha notado el padre
Francisco V. Tiso en su libro Rainbow Body and Resurrection. La alquimia
existió en Oriente y en Occidente; y, si bien en Oriente existió y existe de
alguna manera todavía una alquimia material que prepara medicinas y transforma
metales, el tantra es ciertamente una forma de alquimia y de alguna manera la
alquimia hermética-cristiana es también una forma de tantra. Vaughan tal vez
sea una de las pistas que revelan que los alquimistas de la tradición
occidental también trabajaban con la energía luminosa para transformar su
mente-cuerpo y unirse con la divinidad de manera consciente.
He
escrito sólo lo que la deidad ha verificado ante mis ojos en particular y que
puede justificarse ante el mundo en general. He conocido su luz secreta: su
lámpara es mi instructor.
(Thomas
Vaughan)
Fuente: pijamasurf.com