Todo
lo que constituye mi ser no es más que un poco de carne con un aliento de vida
y dotado de la facultad de pensar. Abandona tus libros, suprime las
diversiones, pues nada de eso te está permitido, y pensando que eres
perecedero, desprecia esta carne, montón de sangre y de huesos, tejido de
nervios, de venas y de arterias.
Considera
también lo que es tu respiración: aire, solo aire, siempre distinto, arrojado continuamente
y aspirado sin cesar. Solo queda, pues, la parte principal, la que piensa.
Ahora
bien, habla contigo mismo; eres viejo; no tengas por más tiempo esclavizada
esta facultad maestra y por deseos incompatibles con el bien de la sociedad, no
consientas que sea sacudida como un muñeco. No te quejes de tu suerte presente
ni temas la futura.
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