Una esclava, dominada por el deseo, había enseñado a
un asno a hacer el amor con ella y el animal había tomado gusto en ello. La
esclava utilizaba una calabaza para controlar los asaltos del asno. Es decir,
que en el momento de la unión, aquella perra encajaba la calabaza en el
miembro del animal para no recibir sino la mitad de él, pues, sin esta
precaución, se habrían desgarrado su vagina y sus intestinos.
El ama de la esclava se extrañaba de ver que su asno
se desmejoraba de día en día. Ningún veterinario descubría el secreto de
aquella enfermedad. Ahora bien, un día, por una grieta de la puerta, vio a su
esclava bajo el asno. A la vista
de esto, quedó presa de admiración y también de
celos.
"¿Cómo es posible? ¡Yo merezco eso mucho más
que ella! Después de todo ¿no es mío el asno?"
El asno era maestro consumado en su tarea. La mesa
estaba dispuesta y las velas encendidas. El ama se hizo la inocente y llamó a
la puerta.
"¿Vas a seguir mucho tiempo barriendo esta
cuadra? ¡Vamos! ¡Abre!"
La esclava escondió apresuradamente sus avíos y
abrió, con una escoba en la mano. El ama le mandó entonces que fuera a la
ciudad a hacer un recado. ¡En realidad, la conversación fue más larga, pero
preferimos abreviar estos comadreos!
Una perra había, pues, reemplazado a la otra. Ebria
de deseo, cerró la puerta. ¡Por fin sola! Su alegría llegó a su colmo cuando
midió con una mirada el deseo del asno.
El deseo vuelve el corazón ciego y sordo. Incluso un
asno seduce a una belleza. El deseo enmascara la fealdad y de este modo es como
coge en la trampa incluso a los hombres sensatos. Si el deseo ha podido
transformar un asno en hombre hermoso, ¡qué habría sucedido si
hubiera habido un hombre hermoso en su lugar! El exceso de comida es lo que
alimenta el deseo. ¡Sé sobrio o cásate si quieres ser razonable!
En pleno éxtasis, la mujer atrajo el asno a ella.
Pero su castigo no tardó en llegar. Para satisfacer su deseo, había subido a la
mesita que utilizaba su esclava.
Cuando el asno se acercó, ella alzó sus piernas. El
miembro del asno era como un hierro caliente al rojo blanco. Bien enseñado, el
animal penetró en la mujer y la desgarró de golpe. El establo quedó lleno de
sangre. La mesita cayó por un lado y la mujer por el otro.
Una muerte vergonzosa engendra la vergüenza. ¿Has
visto alguna vez a la víctima de un asno? Escucha: Tu ego animal es como el
asno, pero aún es peor encontrarse debajo. Si tú mueres un día a causa de
tu deseo, sabe que eres más bajo que esta mujer. Su deseo le hizo sobrestimar
su apetito y por eso fue por lo que la muerte la atrapó por la garganta. No
dejes que tus deseos te arrastren fuera del justo medio. El deseo quiere poseer todo,
pero te impide tener nada.
¡Guárdate del deseo, oh, ansioso e hijo de ansioso!
La esclava, por su parte, lloraba por las calles.
"¡Oh, ama mía! ¡Quisiste alejar a la verdadera
maestra! No quisiste que te iniciara. Y has muerto por ignorancia. Adoptaste
mis prácticas, pero no te atreviste a informarte mejor. ¡Oh, mujer idiota! ¡No
viste sino la apariencia y no pensaste en el continente! ¡Viste bien el miembro
reluciente del asno, pero habrías debido ver también la calabaza! ¡El amor del
asno te excitó tanto que te volviste ciega por él!"
Muchos hombres, con una caña en la mano, se creen
Moisés o Jesús.
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