El
alma del hombre se deshonra a sí misma: primero, cuando produce en la sociedad
los mismos efectos que un tumor en el cuerpo humano, es decir, que se vuelve una
partícula molesta en el organismo de la Naturaleza. En efecto, enfadarse contra
los acontecimientos es como una deserción respecto a la Naturaleza, de la que
forman parte las naturalezas de los demás seres que la integran. Y, en segundo
lugar, cuando tiene odio a otro individuo o lo maltrata, como sucede cuando se
encoleriza. También se deshonra cuando se deja vencer por el placer o el dolor,
cuando emplea la hipocresía, el disimulo y la mentira en sus actos o palabras
y, finalmente, cuando no dirige hacia un objeto determinado su conducta y sus
esfuerzos, haciendo todo sin cuidado ni orden, siendo así que hasta las cosas
más insignificantes deben conducir al mismo fin. Luego el fin de los seres
racionales está en vivir conforme a la razón y a las leyes del universo, que
es el Gobierno más antiguo y el mejor legislador.
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