¡Qué
rápido termina todo! ¡En el mundo nuestros cuerpos y en el tiempo los recuerdos!
Del mismo modo se desvanecen todas las cosas que distraen nuestros sentidos y,
más aún, las que nos atraen con el placer, nos aterrorizan por el dolor o adulan
nuestra vanidad. ¡Qué frívolo y despreciable nos parece todo esto a la luz de
la razón!
¿Qué son esos hombres cuyas opiniones y favores dispensan la gloria? ¿Qué es la
muerte? Si se la considera por sí misma, es decir, separando con el pensamiento
lo relativo a la imaginación, se verá en ella únicamente la obra de la
Naturaleza. Luego sería pueril atemorizarse por algo natural. ¿Qué digo? No es
solamente la obra de la Naturaleza, sino algo sumamente útil. Lo esencial es
saber qué tiene el hombre de Dios, cuál de sus partes y cómo está dispuesta
esta parte.
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