lunes, 30 de marzo de 2020

Antes de diez días pasarás por un dios a los ojos de los que te consideran hoy como una fiera o como un mono si vuelves otra vez a tus máximas y al culto de la razón. - Marco Aurelio


Si las almas siguen viviendo, ¿cómo desde el comienzo de los tiempos puede contenerlas el aire? Y la tierra, ¿cómo puede contener todos los cuerpos que en ella han sido sepultados desde hace tantos siglos? Es que, así como los cuerpos se transforman y se disuelven después de haber permanecido algún tiempo enterrados para dejar el espacio libre a los demás muertos, de igual modo las almas se transforman, se disipan y se inflaman, al cabo de un tiempo, en el aire, para ingresar en el seno fecundo de la suprema sabiduría que gobierna el universo y dejando libre el espacio a las que vengan detrás. He aquí lo que se puede responder, suponiendo que las almas sobrevivan. Y no hay que pensar únicamente en la multitud de cuerpos sepultados de este modo en la tierra, sino también en el número de animales; porque, bien calculado, ¿cuántos no perecen, por decirlo así, en las entrañas de los que con ellos se alimentan? Sin embargo, todos van a parar al mismo sitio, porque dentro del cuerpo se transforman en sangre, en vapor, en aire y en calor.
¿De qué medio valerse, pues, para conocer la verdad? Analizando los objetos en su materia y en su esencia.

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